PRÓLOGO

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Recreación a primera persona
Realidad modificada.

—Hola, Rick —saludé con un casto beso, tratando de ocultar la emoción que me embargaba. Sentía cómo mis manos temblaban ligeramente al contacto con su piel, y me esforcé por mantener la compostura, aunque mi corazón latía con fuerza.

—Hola, princesa —respondió él con una sonrisa tierna, envolviéndome en un abrazo tan firme que sentí mi cuerpo pegado al suyo. Mi rostro se sonrojó, incapaz de controlar el rubor que me invadía, y por un instante, deseé que ese abrazo durara para siempre. Era en sus brazos donde encontraba la paz que mi vida universitaria me arrebataba.

Llevábamos casi dos años saliendo a escondidas. No era bien visto que una estudiante de veinte años mantuviera una relación con un profesor de cuarenta años, aunque no fuera uno de mis maestros directos. La diferencia de edad era un obstáculo para muchos, pero para mí, Ricardo representaba la seguridad y el cariño que tanto anhelaba. A pesar de las críticas, me sentía feliz con Ricardo, y cada momento a su lado era un tesoro que guardaba celosamente.

—Te quiero mucho, Ariana, y como muestra, tengo una sorpresa para ti —susurró Ricardo a mi oído, su voz cargada de ternura. Sus palabras me hicieron sentir un cosquilleo en el estómago, y no pude evitar sonreír.

—¿En serio o estás bromeando? —pregunté, mezclando nervios con emoción. La idea de que Ricardo me hubiera preparado una sorpresa me llenaba de alegría, y mi mente comenzó a imaginar todo tipo de posibles escenarios.

—Es en serio, pero antes debes ponerte esta venda en los ojos —dije que sí y él me colocó la venda, guiándome con cuidado hacia la cocina. Cada paso que daba aumentaba mi curiosidad y mi ansiedad. Podía sentir su mano cálida y firme sobre la mía, lo que me daba una sensación de seguridad en medio de la oscuridad que la venda imponía.

Un cosquilleo juguetón recorría mi cuerpo, alimentando mi curiosidad sobre lo que podría ser la sorpresa. Me sentía nerviosa, anticipando quizás un momento íntimo que nunca habíamos compartido. Mi respiración se aceleró un poco al pensar en la posibilidad de que Ricardo hubiera planeado algo más que una simple sorpresa. ¿Sería hoy el día en que nuestra relación diera un paso más allá?

Me había olvidado de mi cumpleaños por estar inmersa en mis clases, pero Ricardo lo recordaba. Ese detalle, su capacidad de pensar en mí incluso cuando yo misma me había perdido en el caos de la vida universitaria, me conmovía profundamente.

—Ya puedes quitarte la venda, cariño —dijo él, retirándola con suavidad. Al abrir los ojos, me encontré con una escena tan romántica que me llenó de emoción. Las luces estaban apagadas, pero las velas aromáticas creaban una atmósfera dulce y acogedora. El aroma a vainilla y canela flotaba en el aire, envolviéndome en una sensación de calidez y amor.

—¡Feliz cumpleaños! —exclamó con una sonrisa que hizo que mi corazón se derritiera. Me incliné para besarlo, pero él me detuvo y se dirigió a la isla, donde había un pastel con el número veinte y varios regalos a su alrededor. Este momento quedaría grabado en mi memoria; amaba a Ricardo tanto que el cumpleaños dejaba de ser importante; solo deseaba estar cerca de él.

—¡Gracias, muchas gracias, Ricky! —exclamé, lanzándome a sus brazos y rodeando su cuello con mis brazos. Sentí cómo sus manos se posaban en mi espalda, y me aferré a él con fuerza, queriendo transmitirle todo el amor y la gratitud que sentía en ese instante. —Eres un amor, Rick —le susurré con cariño.

Ricardo me abrazó con ternura y me dio un beso en la frente. El ambiente estaba lleno de calidez y cariño, y la celebración parecía perfecta. Pasamos unas horas entre risas y juegos, disfrutando de la compañía mutua. Nos reíamos de anécdotas pasadas, de los pequeños detalles que nos unían, y en esos momentos, el mundo exterior dejaba de existir. Solo éramos él y yo, compartiendo un espacio que parecía creado solo para nosotros.

Antes de que el Sol Toque el HorizonteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora