Recreación a primera persona
Realidad modificada.El campus universitario se sentía extraño, como si hubiera cambiado en algo que no podía identificar. Las hojas caídas crujían bajo mis pies mientras me dirigía hacia la biblioteca, mi mente en un caos. El descubrimiento reciente de que Ayla estaba involucrada en este enredo me había dejado aturdida. Necesitaba respuestas y no iba a esperar más para obtenerlas.
Mientras atravesaba el jardín, la vi. Ayla estaba sentada en una banca cerca de los senderos que llevaban al edificio de ciencias. Ella estaba sola, absorta en su teléfono móvil, y el sol dorado iluminaba su cabello rubio en una aureola cálida. El solo verla me provocó una mezcla de rabia y desesperación.
Me acerqué con paso firme, intentando controlar la furia que burbujeaba en mi interior. No quería hacer una escena pública, así que esperé a que se levantara antes de dirigirme hacia ella.
—Ayla —la llamé con una firmeza que no sentía por dentro—. Necesito hablar contigo. Ahora.
Ayla levantó la vista, y su expresión pasó del asombro a la indiferencia casi instantáneamente. Sin decir una palabra, comenzó a caminar hacia un área más aislada del campus, un rincón tranquilo junto a un pequeño lago.
Cuando llegamos a un lugar apartado, rodeado de árboles que proporcionaban una sombra reconfortante, Ayla se detuvo y se volvió hacia mí. Sus ojos estaban fríos y calculadores, como si tratara de mantener una distancia emocional que no podía traspasar.
—¿Qué quieres? —preguntó con un tono que daba a entender la incomodidad que sentía.
Me acerqué a ella, buscando la forma de canalizar mi rabia sin perder el control.
—Quiero saber por qué. ¿Por qué me hiciste esto? —cuestioné con voz temblorosa por la intensidad de mis emociones—. Sabías que estaba intentando reconstruir mi vida después de todo lo que Ricardo me hizo. ¿Por qué decidiste involucrarte?
Ayla suspiró; una expresión de cansancio cruzó su rostro. Parecía estar luchando contra la urgencia de defenderse y la necesidad de explicar sus acciones.
—Lo que hice fue un error, Ariana. No debería haberte arrastrado a esto —comenzó—. Pero no envié fotos ni vídeos. Solo te mencioné, porque Ricardo estaba tratando de mantenerse alejado de ti, y pensé que al decirle a esa mujer que estabas en casa ese día podría hacerlo más fácil.
—¿Esa mujer? —repetí, el enojo en mi voz—. ¿Era todo parte de un plan para destruirme? ¿Creíste que podrías simplemente deshacerte de mí como si fuera un obstáculo en tu camino?
Ayla me miró con una expresión que oscilaba entre la culpa y la indiferencia.
—No, no era mi intención destruirte —dijo—. Solo quería que James encontrara una manera de superar la situación. No entendía el alcance de lo que estaba pasando.
—¿Entonces no te importaba el daño que estabas causando? —pregunté; el dolor en mi voz era evidente—. No te importaba cómo afectaría a mi vida, a mis sentimientos.
—No te equivoques —dijo Ayla, su tono endurecido—. Sabía que todo esto sería complicado. Pero James era mi prioridad, y yo solo traté de ayudarlo a salir de un enredo que tú misma habías creado.
El dolor en sus palabras resonaba con una crudeza que no esperaba. La conversación estaba desmoronándose en una espiral de acusaciones y defensas, sin una resolución clara. La angustia en mi interior seguía creciendo, alimentada por la sensación de que nunca obtendría respuestas completas.
—Tú jugaste un papel en esto, Ayla —dije fríamente —Me has hecho daño, y no hay forma de que pueda olvidarlo tan fácilmente.
Ayla no respondió de inmediato. Sus ojos, antes tan seguros, ahora reflejaban una mezcla de cansancio y una tristeza que parecía haber estado escondida. Ella se giró ligeramente, mirando el lago con una expresión que indicaba que estaba considerando algo profundamente.
—Mira, Ariana —finalmente dijo, su voz ahora suave—. Si estás buscando una forma de desahogarte o de obtener una respuesta mágica que solucione todo, probablemente no la encontrarás aquí. Solo te diré que lo siento por el dolor que te he causado. Pero no puedo cambiar el pasado.
Mi corazón se hundió al escuchar esas palabras. El simple acto de disculparse no podía deshacer el daño ni borrar el sufrimiento que había enfrentado. La desesperanza me envolvía, y la realidad de que no podía esperar justicia o reparación completa me golpeó con una dureza abrumadora.
—Entonces, ¿qué se supone que haga con esto? —pregunté; la tristeza en mi voz era palpable—. ¿Simplemente tengo que aceptar que todo ha sido un juego cruel y seguir adelante?
Ayla me miró con lástima y resignación. Finalmente, dio un paso hacia mí, como si quisiera ofrecerme algún tipo de consuelo, pero no podía ofrecer mucho más que sus palabras vacías.
—Lo siento, Ariana. Realmente lo siento —repitió—. Pero tienes que seguir adelante. Encontrar una forma de sanar es lo único que puedes hacer ahora.
El silencio se instaló entre nosotras, pesado y lleno de un dolor compartido. Me giré para irme, sintiendo que cada paso que daba era una carga que me arrastraba hacia un futuro incierto.
Regresé a casa con el corazón aún dolorido, sin respuestas claras y con una sensación de derrota que no podía sacudirme. La noche estaba quieta y la soledad se apoderaba de mí mientras me sentaba en mi habitación, intentando procesar todo lo que había sucedido.
Las lágrimas comenzaron a brotar una vez más mientras me sentaba frente al escritorio, con la cabeza entre las manos. La sensación de que todo había sido en vano, de que mi vida estaba desmoronándose sin remedio, era casi insoportable.
Justo cuando estaba a punto de perderme por completo en la tristeza, un sonido alertó mi atención: el pitido de una notificación en mi correo electrónico. Con manos temblorosas, abrí el mensaje y leí las palabras que aparecían en la pantalla. Era de la editorial a la que había enviado mi manuscrito.
El mensaje estaba lleno de palabras de interés y entusiasmo. La editorial estaba interesada en mi libro y quería agendar una cita para discutir los próximos pasos. Sentí una oleada de emoción mezclada con sorpresa, un rayo de esperanza en medio de la oscuridad que me rodeaba.
Leí el correo varias veces, tratando de absorber la magnitud de lo que significaba. A pesar de la tristeza y el dolor, había una oportunidad tangible que podía ofrecerme felicidad. Esta pequeña chispa de esperanza, este reconocimiento de mi trabajo, era una señal de que había algo en lo que aún podía aferrarme.
Me sequé las lágrimas y comencé a preparar todo para la próxima etapa. Sabía que la recuperación sería un proceso largo y doloroso, pero si pude superar a Ricardo para darle a James una oportunidad, sin saber si saldría bien, podría dar el siguiente paso sin importarme nada.
~X~
Borrador escrito por Ariana Valdés.
Editado y publicado por Samantha Valdés.
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Antes de que el Sol Toque el Horizonte
Teen FictionCiclos Astrales #1 Ella vivió un primer amor que parecía perfecto, pero pronto descubrió que estaba construido sobre mentiras. Este amor, que la llevó a aceptar estudiar medicina en lugar de seguir su verdadera pasión por la escritura, se desmoronó...