Capítulo 14

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Recreación a primera persona
Realidad modificada.

En los últimos días, había logrado escribir dos capítulos completos de mi historia, y habían quedado exactamente como buscaba. Escribir batallas no era lo mío, pero después de ver una infinidad de series de acción, pude encontrar la inspiración necesaria. Ahora, solo faltaba la muerte de ese personaje tan querido. No era algo que disfrutara hacer, pero la historia giraba en torno a su inminente muerte desde la mitad del libro; era inevitable.

Con la satisfacción de haber avanzado en mi novela, decidí tomar un respiro y despejar mi mente. La necesidad de aire fresco me llevó a salir sin rumbo fijo, y, sin darme cuenta, mis pasos me dirigieron hacia la casa de Estela. Aunque hacía dos años que nuestra amistad se había enfriado, me dejé llevar por la inercia del pasado y llegué sin avisar, como solía hacerlo.

La puerta de la casa se abrió apenas toqué el timbre, y allí estaba la madre de Estela, con esa calidez que siempre me había hecho sentir como en casa.

—¡Ariana! Qué sorpresa tan agradable. Pasa, por favor—me dijo, con una sonrisa que no había cambiado con los años.

—Gracias, señora López—respondí, entrando en la sala que conocía tan bien. El aroma familiar del café recién hecho me envolvió de inmediato, y sentí una punzada de nostalgia.

—Estela no tarda en llegar, ¿quieres esperar aquí?—me ofreció, señalando el sofá donde tantas veces habíamos conversado durante tardes interminables.

Asentí y me acomodé, sintiendo la tensión en mi pecho crecer a medida que el silencio se alargaba. No pasó mucho tiempo antes de que la puerta se abriera de nuevo, esta vez dejando entrar a Estela. Su mirada de sorpresa fue evidente al verme sentada allí, pero en lugar de la calidez de su madre, sus ojos reflejaron la distancia que había entre nosotras.

—Ariana…—murmuró, con un tono que no lograba ocultar la confusión y algo de molestia.

—Hola, Estela—dije con voz suave, intentando contener la marea de emociones que amenazaba con desbordarse.

Se quedó de pie frente a mí, como si no supiera si avanzar o retroceder. Finalmente, se sentó en una silla cercana, evitando mis ojos por un momento.

—No esperaba verte aquí —admitió, con una mezcla de reproche y desconcierto en su voz.

—Lo sé —contesté rápidamente—. No debí venir sin avisar, pero…—hice una pausa, buscando las palabras correctas—. Estela, siento mucho haberte alejado de mi vida de esa manera. No fue justo para ti y he sido egoísta.

Sus ojos se encontraron con los míos, y pude ver la lucha interna en su mirada. Durante unos segundos, el silencio se extendió entre nosotras como un abismo, hasta que finalmente ella habló.

—¿Y viniste a recuperar la amistad?—preguntó con ironía.

—Sí —respondí, ignorando su tono—. Sé que después de Ricardo todo cambió, pero no es que…

—Ariana, ya no te conozco —me interrumpió con una frialdad que me desarmó—. En realidad, ni siquiera sonríes. Ya no bailas, ni subes videos cantando. Todo eso que antes te hacía feliz, que te hacía a ti misma, ha desaparecido. Creo que Ricardo te está robando todo lo que una vez fuiste.

Su voz se quebró al final, revelando un dolor que aún cargaba. Sentí un nudo en la garganta al escucharla, y supe que había cometido un error al mantenerla al margen de mi vida. Pensé que podría manejarlo todo sola, pero en mi intento por protegerme, había perdido mucho más de lo que imaginaba.

Estela continuó, su tono más suave, pero cargado de una tristeza que me golpeó como una ola. — ¿Qué pasó con la chica que llenaba todo de alegría? Siempre estabas dispuesta a hacer tonterías, a reír por cualquier cosa, a soñar. Pero ahora…—su voz se apagó, como si las palabras la hubiesen agotado—. Ahora pareces una sombra de lo que fuiste, ahora solo pareces que vas sin rumbo detrás de una persona, un hombre. A este paso vas directo al matadero.

Mis pensamientos comenzaron a girar en torno a sus palabras, recordando cuánto había cambiado desde que Ricardo entró en mi vida. Mi reflejo en el espejo no mostraba la misma chispa de antes; incluso mis gestos se habían vuelto más contenidos, más apagados. No podía recordar la última vez que había reído hasta llorar, o la última vez que había bailado sin preocuparme por nada. La libertad que una vez sentí parecía tan lejana, como si perteneciera a otra vida, a otra Ariana. Solo me queda lamentarme y recordar lo que ya no soy, lo que dejé apagar.

Estela, viendo mi silencio, continuó.

— No te estoy diciendo esto para herirte. Lo hago porque te extraño. Extraño a la amiga que conocí, la que no se dejaba vencer, la que siempre estaba dispuesta a seguir adelante. Y no quiero perderla del todo o al menos lo que queda de ella.

Sus palabras calaron profundamente. Había una verdad que no podía ignorar. Desde que Ricardo había comenzado a ocupar un espacio importante en mi vida, había empezado a olvidar quién era, lo que amaba, lo que me hacía única. Cada pequeña renuncia, cada concesión, se había acumulado hasta que apenas reconocía a la persona en la que me estaba convirtiendo, solo era un cuerpo vacío que seguía los deseos de Ricardo como un títere que solo se mueve a voluntad del control de otra persona.

—Tienes razón —dije finalmente, mi voz, apenas un susurro—. Fui estúpida al pensar que no lo entenderías. Lo siento, Estela. De verdad lo siento.

Estela soltó un suspiro largo, y poco a poco, el peso que había entre nosotras pareció disminuir. Pero la tensión aún era palpable. Sabía que las heridas no se cerrarían con unas cuantas palabras, y que la verdadera reconciliación requeriría tiempo, esfuerzo y una profunda reflexión por mi parte.

—No es solo cuestión de decir lo siento —replicó Estela, con una honestidad que siempre había admirado en ella—. Es cuestión de que te encuentres a ti misma de nuevo. Y no lo hagas por mí o por cualquiera; hazlo por ti. Recuerda quién eres, Ariana.

Sus palabras se quedaron conmigo, incluso después de que se levantara y caminara hacia la cocina. La seguí, y en cuestión de minutos, nos encontramos sentadas a la mesa, compartiendo una sencilla comida. No era necesario llenar el espacio con palabras; el simple hecho de estar juntas nuevamente, de compartir ese momento, era suficiente por ahora.

Mientras comíamos, sentí que el primer paso hacia la reconciliación estaba dado, aunque aún quedaba mucho por sanar. Sabía que necesitaba reevaluar muchas cosas en mi vida, encontrar nuevamente lo que me hacía vibrar, lo que me daba alegría. El pasado no se borraría con una disculpa, pero tal vez, solo tal vez, podía empezar a reconstruir algo, no solo con Estela, sino también conmigo misma.

Antes de que el Sol Toque el HorizonteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora