Capítulo 29

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Recreación a primera persona
Realidad modificada.

La tarde había comenzado como cualquier otra en casa de James. La casa estaba llena de risas y charlas amables; el olor a comida casera llenaba el aire, y por un momento, me sentí parte de algo mayor. Estábamos todos reunidos en la sala, disfrutando de una tarde tranquila, cuando el timbre sonó, rompiendo la armonía... Mary, la madre de James, se levantó para abrir la puerta, y aunque todos continuamos conversando, algo en el ambiente cambió cuando escuchamos una voz familiar, pero inesperada.

—¡¿Dónde está esa zorra?! —gritó la mujer al entrar a la casa, su voz llena de furia y dolor.

Todos los ojos se volvieron hacia la puerta, y mi corazón dio un vuelco al reconocer a la mujer que acababa de irrumpir en la sala: era Mary, la esposa de Ricardo. Su rostro estaba desfigurado por la ira, sus ojos llenos de lágrimas y determinación. Por un instante, nadie se movió, todos demasiado sorprendidos por su presencia para reaccionar.

—¡Aquí estás, maldita! —gritó Mary al verme, avanzando hacia mí con una mirada que prometía destrucción.

—¡Mary, por favor, cálmate! —intenté decir, poniéndome de pie con las manos en alto en un gesto de apaciguamiento—. No es lo que piensas...

Pero mis palabras se perdieron en el aire cuando Mary sacó su teléfono y comenzó a mostrar fotos. La primera imagen que apareció en la pantalla capturó un beso que nunca debió haber sucedido. Era la foto de Ricardo inclinándose sobre mí en su oficina, sus labios forzados sobre los míos mientras mis ojos estaban abiertos de par en par, congelados en una expresión de sorpresa y resistencia. Aunque yo me había apartado casi al instante, la imagen capturaba un momento que no podía negar ni justificar con palabras. No se veía el contexto, no se apreciaba la coerción ni la presión que él había ejercido sobre mí en ese momento. Solo se veía el beso, crudo y condenatorio.

Un murmullo de sorpresa y desagrado recorrió la sala. Los padres de James intercambiaron miradas incómodas, mientras que Ayla cruzó los brazos, observándome con una expresión que mezclaba decepción y cierto placer malicioso.

—¡Eso no fue lo que pasó! —intenté explicar, acercándome a Mary—. Ricardo me forzó; yo no quería... No sabía que estaba casado cuando comenzamos a salir, y cuando lo descubrí, lo dejé. Te lo juro...

—¿De verdad? —interrumpió Mary, con una risa amarga—. Porque tengo algo que dice lo contrario.

Con una mirada desafiante, Mary reprodujo un video de una cámara de seguridad. Era una grabación de la entrada de su casa, donde se me veía claramente llegando unos días después de que había descubierto la verdad. Me estremecí al recordar ese día. El video mostraba cómo tocaba el timbre, mi rostro tenso y preocupado, mientras esperaba que alguien abriera la puerta. Mi intención era terminar todo de una vez por todas; confrontar a Ricardo sobre su mentira, pero esa grabación no mostraba nada de eso. Solo me mostraba a mí, regresando a su casa después de saber que era un hombre casado.

El nudo en mi estómago se hizo más grande al ver las imágenes. No había manera de justificar lo que estaba viendo, y lo peor era que todos en la sala también lo estaban viendo. James miraba la pantalla con una mezcla de incredulidad y dolor, mientras el resto de los presentes evitaba cruzar miradas conmigo, como si ya hubieran tomado su decisión sobre quién era yo.

—¡Eso no significa nada! —grité, aunque mi voz temblaba—. Solo quería hablar con él, terminar las cosas de una vez por todas...

—¡¿Ah, sí?! — Mary me interrumpió nuevamente, con una voz cargada de sarcasmo—. Porque tengo más videos que muestran lo bien que hablaste con él. ¿Debería mostrarles a todos cómo volviste a verlo después?

Sacó otro video, esta vez de Ricardo y yo dentro de su casa. El ángulo no era perfecto, pero lo suficiente como para mostrar cómo él intentaba abrazarme mientras yo lo empujaba, diciéndole algo que no se podía escuchar, pero que claramente estaba lleno de rechazo y frustración. Sin embargo, el contexto seguía siendo ambiguo, y los que miraban el video podrían interpretarlo de mil maneras diferentes... Para ellos, quizás solo era una pelea de amantes, un conflicto menor en una relación clandestina.

Sentí que mis fuerzas me abandonaban. Todo lo que había tratado de mantener oculto, todo el esfuerzo por dejar atrás ese capítulo de mi vida, se estaba desmoronando ante mis ojos. No podía mirar a James. Estaba demasiado avergonzada, demasiado asustada de lo que vería en su rostro si lo hiciera.

—James, por favor, tienes que creerme... —susurré, pero mi voz sonaba débil incluso para mí.

Finalmente, no pude evitarlo y levanté la mirada hacia James. Él estaba inmóvil, sus ojos clavados en la pantalla del teléfono de Mary, su expresión una mezcla de incredulidad y dolor. Era como si estuviera viendo a alguien completamente diferente, a alguien en quien ya no podía confiar.

—¡Todos sabían menos yo! —la voz de James era apenas un susurro, pero cada palabra cortaba como un cuchillo—. ¡Mi madre, mi hermana, mis amigos! ¿Y tú, Ariana? ¿Todo este tiempo me has mentido?

No podía soportar la manera en que me miraba, como si fuera una extraña, alguien de quien debía alejarse para protegerse. Intenté acercarme, poner una mano en su brazo, pero él retrocedió, su rechazo tan doloroso como un golpe.

—James, no... No fue así... —Mi voz se quebró, y supe que no había nada que pudiera decir para arreglar esto.

—Quiero estar solo —dijo él, sin mirarme.

—Pero, James, por favor... —intenté insistir, pero él ya no estaba escuchando.

James se dio la vuelta y salió de la sala, subiendo las escaleras hacia su cuarto. Todos en la sala se quedaron en silencio, esperando, quizás, que él volviera, que dijera algo más, pero el sonido de una puerta cerrándose con fuerza fue lo único que escuchamos. Me quedé allí, inmóvil, sin saber qué hacer. Mis ojos estaban fijos en el lugar donde James había estado de pie, tratando de comprender cómo todo había salido tan mal.

—Deberías irte —dijo Mary, la madre de James, en un tono tan bajo que apenas la escuché.

Sus palabras me golpearon como una bofetada, y la realidad de la situación comenzó a asentarse en mi mente. Ya no había lugar para mí en esa casa, no después de lo que había sucedido. Asentí débilmente, con la vista nublada por las lágrimas que intentaba contener.

Sin decir una palabra más, recogí mi bolso y me dirigí hacia la puerta. Nadie trató de detenerme, ni siquiera Ayla, que me había mirado con frialdad desde el comienzo de todo esto. Cuando finalmente salí de la casa, el aire fresco de la noche me golpeó con fuerza, y la gravedad de lo que había sucedido se apoderó de mí.

No podía quedarme allí. No podía enfrentar a James de nuevo, no después de todo esto. Mis piernas se movieron por inercia, alejándome de la casa, de la familia que había comenzado a sentir como mía, de la vida que había construido con tanto esfuerzo. Pero la verdad era que, desde el principio, todo había estado construido sobre mentiras.

Mientras caminaba por la acera, mis lágrimas finalmente comenzaron a caer, y con ellas, mi corazón se rompió en mil pedazos.

Antes de que el Sol Toque el HorizonteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora