Capítulo 2

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Recreación a primera persona
Realidad modificada.

—¿Dónde estabas? —preguntó mi prima al llegar, con reproche evidente en su tono y cansancio reflejado en su rostro. —Me dejaste sola en la fiesta y te busqué por todos lados.

—Fui a ver a Ricardo —respondí, tratando de ocultar la inquietud en mi voz. Evité el contacto visual, fijando la mirada en el suelo en lugar de enfrentar la mirada acusadora de Jos.

—¡¿Qué?! ¿Has vuelto a ver a ese hombre después de todo lo que te hizo? —exclamó Jos, visiblemente asombrada.

—¡Tú no lo conoces, Jos! —repliqué con vehemencia y desesperación, mientras trataba de controlar mis emociones.

—¡Y me alegra, porque si lo conociera, vería que es un manipulador! —Jos estaba agitada, gesticulando con frustración.

—¡Él no es así! Es bueno. ¡Me dijo que me amaba! —respondí en un pequeño chillido, con lágrimas comenzando a deslizarse por mis mejillas.

—Sí, te dijo que te amaba, así como te dijo que no estaba casado y que eras la única en su vida —replicó Jos con preocupación y enojo. —¿Por qué no ves lo que está haciendo contigo? ¡Te está manipulando!

—¡Él dijo que no estaba jugando conmigo! —insistí, con voz quebrada por el llanto.

—¿No entiendes que te está mintiendo? —cuestionó Jos con firmeza, tratando de transmitir la urgencia de su preocupación.

—¡Dijo que iba a terminar con su esposa! —expliqué, esperando que esas palabras cambiaran la situación.

—¿Por qué no quieres ver la realidad? ¿Cómo puedes creer que un hombre que estaba en la universidad cuando tú naciste podría tener una relación contigo? —preguntó Jos, marcando cada palabra con escepticismo.

—¿Dices que no soy suficiente para él? —retruqué con amargura.

—¡No, quien no es suficiente para ti es él! —dijo Jos antes de volverse y dirigirse a su habitación sin más.

Durante días, el silencio erigió un muro infranqueable entre nosotras. La falta de comunicación se convirtió en una carga adicional para mí, que, en ese momento de vulnerabilidad, me quedé sola en mi tormento.

Lloré toda la noche, empapando mi almohada mientras los recuerdos de promesas rotas y palabras vacías se mezclaban con el dolor en mi corazón. Decidí asistir a la universidad los días siguientes, buscando confrontar la situación y hallar algo de claridad. Ricardo no respondía mis mensajes y no lo había visto. Necesitaba saber qué demonios estaba pasando.

—Hola —dije con una débil sonrisa al verlo, esforzándome por mantener la compostura a pesar de la tormenta interna.

Él no me devolvió el saludo ni me miró a los ojos antes de hablar, su rostro impasible. Nunca hacía eso cuando lo visitaba en las mañanas. Todo era mejor antes, cuando posaba un suave beso en mis labios que me alegraba el día.

—Deberíamos poner fin a esto —dijo sin más.

Tardé un poco en responder al no encontrar la frase adecuada.

—¿Qué? —articulé. Las palabras se negaban a salir, mi voz apenas un susurro tembloroso.

—Ya lo oíste. Mi esposa no quiere firmar los papeles y planea demandarme; terminemos esta aventura aquí —me miró con frialdad.

—¿Aventura? ¡Hace unos días me dijiste que me amabas! —dije con lágrimas en los ojos, incredulidad y dolor marcando mi voz. —¡Cómo puedes llamar aventura lo que hemos vivido todos estos meses! —le grité, levantando la mirada. —¡Tenemos dos años juntos, no puedes decirme que todo se acaba ahora! —el llanto se intensificó, con las lágrimas cayendo sin control.

Antes de que el Sol Toque el HorizonteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora