Capítulo 16

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Recreación a primera persona
Realidad modificada.

— No puedo creer que solo falten dos días —exclamé, rodando sobre la cama hasta quedar al lado de mi prima.

Ella me lanzó una mirada que mezclaba burla y lástima. —Dilo por ti, a mí aún me quedan dos semanas —replicó mientras se llevaba un trozo de sandía a la boca.

Le hice una mueca de asco. Nunca había soportado ni la sandía ni el pepino; su sabor me resultaba completamente desagradable, y la textura era aún peor. Solo pensar en ello me producía una sensación de repulsión difícil de ignorar.

—Vamos a ver Attack on Titan —rogó, cambiando de tema.

— Pero sí, ya lo vimos cuatro veces. Además, todavía no has visto Naruto. Me lo debes,  respondí, cruzando los brazos. Ella me lanzó una mirada de desaprobación, pero finalmente se acomodó junto a mí, resignada a cumplir su promesa.

Después de un rato, regresé a casa de mi madre para hacer las dos maletas que me había llevado a su casa. Verifiqué que todo estuviera en orden, asegurándome de no dejar nada atrás, ya que no regresaría en al menos tres meses.

— Nos vemos —le dije a mi madre, dándole un abrazo cálido. Me despedí de mi hermana con un gesto de la mano, intentando contener la nostalgia. Mi papá ya me esperaba afuera para llevarme a la universidad, aprovechando que tenía el día libre.

El trayecto fue agradable; hablamos y reímos, disfrutando de nuestra compañía. Sin embargo, en un momento comencé a sentir un leve mareo, así que me recosté en el asiento, recordando de repente que había olvidado tomar mis pastillas antes de salir de viaje.

Al llegar a casa de mi tía, me apresuré a acomodar todo de nuevo, organizando mis cosas mientras intentaba sacudirme la sensación de cansancio. Justo cuando terminé, mi teléfono vibró con un mensaje de James.

James: ¡Hola! Me dijiste que regresabas hoy. ¿Ya estás aquí?

No respondí de inmediato. Sabía que, tan pronto como lo hiciera, me invitaría a algún lugar, y quería estar completamente preparada. Así que me tomé mi tiempo, me di una ducha relajante y, solo entonces, le respondí afirmativamente.

No tardó en escribir de vuelta diciendo que pasaría por mí y que sería una sorpresa.

Me miré al espejo una última vez, insegura sobre qué ponerme para una cita que era, técnicamente, una sorpresa. Me decidí por algo sencillo pero bonito: un vestido azul claro que dejaba mis hombros al descubierto, con unas sandalias a juego. Me recogí el cabello en una coleta alta, dejando unos mechones sueltos para enmarcar mi rostro. Cuando escuché el timbre, mi corazón dio un pequeño brinco.

— Estoy frente a mi casa —respondí al mensaje de James, y tomé mi bolso antes de salir apresurada.

Lo encontré esperándome apoyado en su auto, con una sonrisa que le iluminaba el rostro. James era tan guapo que a veces resultaba intimidante, pero había algo en su manera de sonreír que hacía que todo se sintiera más ligero, más fácil.

— Hola, preciosa —me saludó, abriendo la puerta del copiloto para mí—. Espero que estés lista para una noche inolvidable.

— Eso depende de lo que tengas planeado —respondí, tratando de mantener el tono ligero. Pero por dentro, sentía un nudo en el estómago. Ricardo no salía de mi mente, y aunque sabía que lo que estaba haciendo con James no era técnicamente incorrecto, la culpa me carcomía.

James condujo con soltura, manteniendo una conversación ligera que me ayudó a relajarme un poco. Hablamos de todo y de nada: de nuestras clases, de las películas que habíamos visto recientemente, de los planes para el verano. Había algo en su voz, en la manera en que me miraba, que hacía que mi nerviosismo se transformara en algo más, algo que no estaba segura de querer definir.

Antes de que el Sol Toque el HorizonteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora