Recreación a primera persona
Realidad modificada.Estela me miró sorprendida. —Entonces, ¿Encontraste al chico que lo da todo por ti, pero no sabes qué hacer? —reprochó, con un tono que dejaba claro su incredulidad. —¡Tienes que estar bromeando! —se quejó, levantando las manos como si no pudiera creer lo que estaba escuchando.
— Es que no me entiendes… —intenté defenderme, sintiendo que las palabras se me atascaban en la garganta.
— No tengo que entender nada —me interrumpió, cortante—. No hay nada que pensar.
— Amo a Ricardo; James es bueno, pero… —empecé a decir, buscando un equilibrio que ya no sabía si existía.
— Pero nada. Le terminas a Ricardo ahora mismo. No puedo creer que esto esté saliendo de ti. La tóxica siempre he sido yo. ¿Qué diablos te pasa? Tú eras la que me regañaba por estar con dos a la vez.
—No estoy con dos a la vez —corregí, sintiendo una punzada de culpa.
— Si lo dices de esa forma, yo tampoco lo estuve nunca —replicó con sarcasmo—. Ricardo te engañó. Te hizo una estúpida que no se da cuenta de que está casi en los huesos porque a él le gustan delgadas o de que ya no usas tu lápiz labial rojo o tu robot porque le gustan las naturales.
—¿Qué dices? —pregunté, sintiendo que el suelo se desvanecía bajo mis pies.
— Ariana, nunca fuiste tan delgada. Tus ojos están hundidos, y tienes menos cabello que antes, ni siquiera tienes color en tu cara, estás pálida. ¿Nadie te dice que te ves como la mierda?
— Bueno, gracias —respondí, enojada, tratando de ocultar el dolor que sus palabras me causaban.
— No estoy bromeando, estás mal —reprochó, su voz cargada de preocupación—. Y sé que no es por el estrés; no puedes engañarme a mí con esas cosas.
—Estela… —intenté decir, pero ella no me dejó continuar.
—No, o lo terminas o hasta aquí llega el plan de reconciliación.
— Lo haré —respondí, sintiendo que me ahogaba en mis propias palabras. De todos modos, ella tenía razón, y no tenía sentido discutir. No tenía objeción.
—Ahora —remarcó, con una firmeza que no dejaba lugar a dudas.
— No puedo terminarlo por teléfono, además, hace una semana que no me contesta los mensajes.
— Ah, sí, cierto. Parece que olvidé que está casado y con dos hijos, deja ese hombre, ahora mismo; él no vale la pena. Tú estás en la flor de la juventud y a él ya se le fue la guagua, debe estar masticando el agua—ironizó, haciendo que mi estómago se revolviera.
—Dijo que estaba terminando con su esposa…
— Sí, y estuvieron en proceso de divorcio por dos años. ¿No me dijiste que el bebé menor tiene menos de tres años? A lo mejor lo hicieron mientras tú, de ilusa, te creías todo lo que te decía. Créeme, él no dejará a su esposa para estar contigo, no están en la misma página.
— Es que no sé manejarlo —comencé a llorar, y Estela se acercó rápidamente, abrazándome con fuerza.
— Fue el primer hombre en mi vida. Me obsesioné tanto que lo seguí por meses hasta que lo logré. Pensé que me iba a pasar como antes, que una vez los tenía y me olvidaba de ellos, pero esta vez no fue así. —Conté con calma. —Si tan solo te hubiese contado cómo fue nuestro primer beso… Fue tan lindo, tan casto, con una sonrisa… —murmuré, perdiéndome en el recuerdo.
— Sí, mientras su esposa e hijos lo esperaban en casa —me interrumpió Estela, con una dureza que me hizo volver a la realidad. — De verdad no quiero que te sientas tan mal, pero es que no hay forma, Ariana. Sé que lo amas y sé que te dolerá, pero al final será la mejor decisión que podrías haber tomado. No arruines un matrimonio o que queda de esa mierda, pero no quiero que te veas involucrada, ¿qué tal si su esposa viene hacia a ti y te golpea o te hace algo peor?
Sus palabras se hundieron en mí como cuchillos, pero también sentí que tenían razón. Había perdido tanto de mí misma en esa relación que apenas me reconocía. Ya no era la chica que solía ser y eso me aterrorizaba.
— Cuéntame sobre tus citas con James, tal vez así te des cuenta de la diferencia —propuso Estela, mientras me soltaba del abrazo y me miraba con expectativa.
Cerré los ojos por un momento, dejando que los recuerdos emergieran. James, con su mirada serena y su sonrisa cálida, era todo lo que Ricardo no era: transparente, sincero y, sobre todo, desinteresado. Pero aún así, mi corazón seguía dividido. Aún tenía esa balanza que se iba al lado de Ricardo, quitándole a James toda posibilidad de que me interese como amante.
—La primera vez que salimos —comencé, buscando las palabras adecuadas—, me llevó a un parque que yo ni siquiera conocía. Era uno de esos lugares. Escondidos, llenos de árboles frondosos y bancos antiguos. Caminamos durante horas, hablando de todo y nada, sin sentir el tiempo pasar. Recuerdo cómo me escuchaba, cómo se interesaba por cada detalle de mi vida, como si no hubiera nada más importante en ese momento.
—¿Y qué más? —preguntó Estela, animándome a seguir.
—Después, me llevó a una pequeña cafetería cercana. El lugar tenía un aire acogedor, casi familiar. Pedimos café y nos sentamos en una esquina, hablando hasta que nos dimos cuenta de que éramos los últimos clientes. Me sorprendió lo fácil que era estar con él, cómo todo fluía sin esfuerzo. No había mentiras, no había juegos. Solo dos personas disfrutando de la compañía del otro.
Sentí una sonrisa melancólica dibujarse en mis labios al recordar esas tardes llenas de calma, tan distintas de las noches turbulentas que había pasado con Ricardo.
— También recuerdo cuando me llevó a ver una exposición de arte —continué, mientras Estela escuchaba con atención—. Sabía que me gustaba la pintura, así que buscó algo que realmente me emocionara. No tenía ni idea de arte, pero se esforzó por entender, por ver las cosas desde mi perspectiva. Caminamos por la galería, y cuando me emocionaba con alguna pieza, él solo sonreía, feliz de verme feliz.
— Ariana —me interrumpió Estela suavemente—, ¿te das cuenta de lo que estás diciendo? James te hace sentir bien; te trata como mereces ser tratada. ¿Por qué sigues aferrándote a Ricardo?
Abrí los ojos y la miré, consciente de la verdad en sus palabras. Cada cita con James había sido un recordatorio de lo que era el respeto, la consideración, el amor genuino. Y aún así, la sombra de Ricardo seguía envolviendo mi corazón.
—Porque es complicado… —murmuré, sintiendo una lágrima solitaria recorrer mi mejilla—. Con Ricardo es pasión, es fuego, es esa locura que me consume. Pero también me está destruyendo, lo sé. Y con James… Es paz, es seguridad. Pero no sé si eso es suficiente para mantener esa llama entre los dos.
Estela suspiró, como si las palabras que había estado esperando se confirmaran.
— Ariana, el amor no debería ser una lucha constante. No deberías tener que elegir entre sentirte viva y sentirte segura. El amor real te da ambas cosas, sin necesidad de sacrificarte a ti misma en el proceso. Pero con Ricardo solo estás sobreviviendo, y ¿hasta cuando tu cuerpo podrá aguantar? No es sano, sino tóxico.
— Lo sé… —admití, sintiendo cómo la carga en mi pecho se hacía cada vez más pesada.
Estela tomó mis manos entre las suyas y, con una mirada que mezclaba cariño y firmeza, me dio el último empujón que necesitaba.
— Tienes que elegir, Ariana. Pero elige sabiamente. No puedes seguir dividida, no puedes seguir destruyéndote. James te ofrece un futuro, algo real. Ricardo… solo te lleva a la oscuridad.
Asentí, sabiendo que tenía razón. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que debía ponerme a mí misma primero, que debía elegir lo que me haría bien, aunque doliera. Porque, al final, el amor verdadero no debería ser una batalla, sino un refugio.
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Antes de que el Sol Toque el Horizonte
Teen FictionCiclos Astrales #1 Ella vivió un primer amor que parecía perfecto, pero pronto descubrió que estaba construido sobre mentiras. Este amor, que la llevó a aceptar estudiar medicina en lugar de seguir su verdadera pasión por la escritura, se desmoronó...