Capítulo 9

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Recreación a primera persona
Realidad modificada.

—Jos —susurré con cautela en la puerta de su recámara—. Vamos, necesito hablar contigo.

Sin esperar respuesta, abrí la puerta y la sacudí suavemente, buscando despertarla.

—¡Por Dios, Ariana! ¿No ves que estoy agotada? —me gritó, su voz cargada de exasperación—. Si vienes a hablarme del insípido de Ricardo, da media vuelta y desaparece.

—No, no es eso... Bueno, en realidad... —empecé, intentando encontrar las palabras correctas—. Hace unas semanas que salgo con James, pero se enfadó porque salí con un amigo de la secundaria y no me ha hablado en días.

La miré con incertidumbre, buscando apoyo.

—No le he escrito para darle su espacio, pero no pensé que estaría tan molesto —dije, intentando ocultar la angustia que se acumulaba en mi pecho.

—Si no le escribes, pensará que te importa un carajo —me respondió, su tono aún impregnado de cansancio—. Escríbele un mensaje y déjame dormir.

Tomé su consejo y, con manos temblorosas, escribí:

Ariana: Hola, James.

No recibí respuesta inmediata, así que decidí distraerme respondiendo a mi amiga Maren, quien me había enviado unas fotos de su nuevo corte de pelo.

Ariana: ¡Pero te lo cortaste todo!

Maren: Es que me pesaba mucho, pero el cabello crece.

Ariana: Bueno...

Iba a escribir algo más cuando de repente, la pantalla del teléfono parpadeó con una notificación.

James: Hola, buenas noches, Ariana.

Incluso enojado, seguía siendo educado. Una parte de mí suspiró aliviada.

Ariana: ¿Crees que deberíamos hablar?

James: He estado un poco ocupado estos días. Podría pasar por ti mañana, si te parece bien.

Su propuesta me hizo sentir una chispa de esperanza.

Ariana: Me parece bien, mañana solo tengo una clase en la mañana.

James: Perfecto, buenas noches.

Dejé el teléfono a un lado, pero el sueño me eludía. Decidí abrir la laptop e intenté avanzar en mi novela, "Oscuros", que llevaba años intentando terminar sin éxito. Estaba buscando un final digno, pero las palabras parecían escurrirse entre mis dedos.

Anoté algunas ideas que se me habían ocurrido en los días recientes, inspiradas por la tormentosa relación que tenía con la procrastinación. Logré escribir un capítulo en el que el joven que había acompañado a la protagonista durante todo su viaje perecía. No era el capítulo que debía escribir, ya que pertenecía a los episodios finales, pero tenía que aprovechar esos minutos de inspiración.

Mi celular vibró de nuevo, interrumpiendo mi flujo de pensamientos. Lo tomé con cuidado, dudando en revisar la notificación.

Ricardo: ¿Estás despierta?

Me levanté rápidamente de la cama, mi corazón acelerado. Hace semanas que no hablaba con él y tenía días sin cruzármelo por la universidad. Decidí no responder. Me había prometido no caer en sus juegos otra vez. Pero la tentación era fuerte, y una parte de mí aún anhelaba alguna señal de redención.

Ariana: Sí —respondí con frialdad.

Ricardo: Tengo algo que decirte.

Mis manos comenzaron a temblar ligeramente.

Ariana: Ricardo, no estoy a tu disposición cada vez que quieras venir y arruinarme la vida nuevamente —escribí con firmeza, aunque mi corazón latía con fuerza, recordando que, en el fondo, sí estaba dispuesta a escucharle una y mil veces más.

Ricardo: Esto lo cambia todo, Ariana. Avísame si nos vemos mañana, sé que solo tienes una clase temprano.

Ariana: Está bien, nos vemos después de mi clase en tu oficina.

Ricardo: No, en mi piso.

El mensaje me dejó en un estado de nerviosismo. Un cosquilleo recorrió mi pecho, y aunque intenté resistir, no pude evitar sonreír. Suspiré, sintiendo una mezcla de emoción y miedo.

—Ahora sí podré dormir tranquila —murmuré para mí misma mientras abrazaba la almohada, tratando de convencerme de que todo estaría bien.

Por mucho que lo haya intentado, no podía dejar de amarlo. Estaba dispuesta a perdonarlo, a pesar de lo que me había hecho, a pesar de cómo había jugado con mis sentimientos. Él había sido mi primer amor, el único que había logrado derribar las barreras que había construido alrededor de mi corazón.

Decidí darme un baño caliente. El frío de la noche empezaba a calar en mis huesos. Me vestí con ropa cómoda pero abrigada, consciente de que tendría que enfrentar el día.

La primera clase era de anatomía. No se me daba mal, pero definitivamente no era mi pasión. Las tres horas se arrastraban, pesadas y tediosas. Tanto, que olvidé completamente mi cita con James a las once de la mañana y me dirigí al piso de Ricardo en su lugar.

—¿Qué querías decirme? —dije, tratando de mantener una fachada de indiferencia.

—¿Cómo piensas que hablaré contigo desde el intercomunicador? ¡Anda, entra! —me respondió, su tono rozando la impaciencia.

—Puedes decírmelo desde aquí —contesté, intentando mantener mi dignidad. Pero la verdad es que quería entrar, quería arrojarme a sus brazos y olvidar todo lo que me había hecho sufrir.

—Vamos, Ariana, tengo que mostrarte algo —dijo con un tono más suave, aunque no exento de impaciencia—. No me hagas bajar a buscarte —añadió con una risa ligera.

Reí, aunque una parte de mí se sentía cohibida por la facilidad con la que volvía a caer en sus redes.

—Está bien —cedí.

—Ya conoces la contraseña —respondió, dejándome subir por mi cuenta.

Una vez dentro, su gran sonrisa me recibió, derritiendo cualquier rastro de resistencia que me quedaba.

—Lee esto —me dijo, extendiéndome un sobre.

—¿Qué es? —pregunté, tomando el sobre con manos temblorosas.

—Solo léelo —repitió, la impaciencia evidente en su voz.

Saqué un papel del sobre y la palabra "denuncia" sobresalió de inmediato. Levanté la vista hacia Ricardo, buscando alguna explicación, pero su rostro solo mostraba una pequeña sonrisa.

"Solicitud de divorcio". Tres palabras que nunca pensé que serían la causa de tanta felicidad y que, en un instante, me hicieron sentir como si hubiera sido elevada del infierno al cielo.

No sabía si reír, llorar o simplemente lanzarme a sus brazos. La felicidad me invadió de tal manera que ignoré por completo el mensaje que llegó a mi celular en ese momento.

—¿Te gusta la sorpresa? —preguntó, acariciando suavemente mi rostro.

No pude articular una respuesta. Asentí, con lágrimas empañando mis ojos. Tal vez ahora sí podríamos ser felices, aunque fuera solo por un momento.

Antes de que el Sol Toque el HorizonteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora