Capítulo 5

37 8 4
                                    

Recreación a primera persona
Realidad modificada.

El dolor de cabeza martillaba mi mañana con una intensidad punzante. Me levanté con dificultad, sintiendo un mareo abrumador que nublaba mi vista por completo. Un pulso constante en mi ojo derecho parecía ser la única constante en mi desdichado estado.

Fui a la recámara de mi tía con la esperanza de encontrarla allí. Ella dormía plácidamente, pero no pude soportar el dolor y la desperté.

Me había dormido llorando en algún punto de la noche. Sabía que mi condición no mejoraría, pero no esperaba que la intensidad fuera tan agobiante.

—Tienes la presión alta — me dijo mi tía después de revisarme, con una preocupación que no podía ocultar. —Deberías faltar a clases hasta que te sientas mejor —propuso, cargada de preocupación.

No podría tomar ninguna clase en ese estado, pero en las últimas semanas había faltado más de lo que lo había hecho en dos años completos.

—No sé si debería —dije, esforzándome por hablar a través del dolor.

—Ya sabrás tú lo que debes o no hacer —me miró con reproche, pero con un matiz de comprensión. — Eres adulta también, puedes decidir. — Sentía que detrás de las palabras de mi tía se escondía otra intención. Sospeché que Jos podría haberle dicho algo, pero lo descarté; ella jamás traicionaría mi confianza por más enojada que estuviéramos.

Bebí las pastillas que me habían facilitado y decidí asistir a la última clase del día.

—Hola, no te vi en todo el día —escuché a mis espaldas.

—Hola, James —saludé, intentando forzar una sonrisa. — Surgió algo que me impidió asistir.

Me miró e iba a decir algo, pero prefirió callar y probar con algo más.

—Hoy no tengo mucho que hacer. Si estás libre, podríamos ir a ver una película o comer helado —propuso.

Solo quería llegar a casa y dormir. No estaba de humor para salir con él. Estaba agobiada por tanta atención que no deseaba en ese momento.

—Tengo que pasar por el hospital más tarde —respondí.

— ¿Estás enferma? Puedo acompañarte —ofreció, con preocupación sincera y evidente.

—Estoy bien, solo pasaré a visitar a un familiar —dije, dándome media vuelta. No quería hablar más por hoy.

Era cierto que tenía que ir al hospital, pero no para visitar a un familiar, sino para hacerme un hemograma. Estaba segura de que tenía anemia ferropénica y debía revisarme antes de que fuera demasiado tarde.

Tomaron las muestras de sangre correspondientes y, horas más tarde, me dijeron que pasara a recoger los resultados. A veces, los hospitales eran increíblemente lentos.

Revisé el papel y, efectivamente, tenía anemia. No era demasiado grave, solo dos puntos por debajo de la media recomendada. Me dijeron que comiera bien y evitara harina, azúcar y arroz, ya que tenía una leve resistencia a la insulina.

James: ¿Salió todo bien?

Ariana: Hola, ¿A qué te refieres?

James: Sé que te ibas a chequear; podrías haberme dicho que fuera contigo.

Ariana: Estoy bien sola.

Me recriminé un poco por mi actitud. El chico era atento y bueno conmigo; pero no estaba lista para abrirme nuevamente. No quería darle falsas esperanzas.

Antes de que el Sol Toque el HorizonteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora