Capítulo 19

19 8 5
                                    

Recreación a primera persona
Realidad modificada.

El sonido insistente del teléfono vibrando en la mesita de noche interrumpió el silencio de la habitación. Apenas había pasado un rato desde que lograra dormir, pero aquel ruido me arrastró de vuelta a la conciencia. Abrí los ojos lentamente, sintiendo cómo la pesadez de mi cuerpo me mantenía anclada a la cama. James, sentado a mi lado, se estiró para tomar el teléfono antes de que yo pudiera siquiera intentar moverme.

—Es-Estela—murmuró, leyendo el nombre en la pantalla. Sus ojos se posaron en mí, preguntando en silencio si debía contestar.

Asentí levemente, sin energías para hablar, pero consciente de que no podía ignorarla. No la había llamado ni respondido sus mensajes en todos estos días, y sabía que estaría preocupada, o peor, enfadada…

—Hola, Estela— respondió James con su voz calmada, pero firme.

Al otro lado de la línea, Estela soltó una ráfaga de palabras apresuradas y molestas. Aunque no podía escucharla, su tono era claro; estaba reclamando por mi silencio. James me lanzó una mirada rápida antes de intervenir.

—Estela, tranquila, no es que Ariana te haya ignorado a propósito —dijo, tratando de calmarla—. Ha estado muy enferma. De hecho, está hospitalizada.

Hubo un momento de silencio al otro lado de la línea, un silencio tan denso que casi podía sentir la tensión desde donde estaba. Finalmente, Estela habló de nuevo, esta vez con un tono que oscilaba entre la preocupación y la incredulidad.

—¿Hospitalizada? ¿Qué le pasó? —preguntó, su voz ahora más suave, pero aún temblorosa.

—Anemia grave, desnutrición y deshidratación… Han sido días difíciles —explicó James con tacto—. Pero está recibiendo el tratamiento que necesita, y los doctores creen que se recuperará.

Pude imaginar la expresión de Estela en ese momento, sus ojos ensanchándose por la sorpresa y el miedo. Sabía que no tardaría en tomar una decisión.

—Voy para allá —fue lo único que dijo antes de colgar, sin esperar respuesta.

James dejó el teléfono en la mesita de noche y se volvió hacia mí, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y alivio.

—Estela viene para acá —me informó, aunque ya lo sabía—. No te preocupes, solo quiere asegurarse de que estés bien.

Asentí débilmente, agradecida por su apoyo, pero también nerviosa por lo que se avecinaba. No había visto a Estela en varios días, y mucho menos a Dylan y Arabella, quienes seguramente le acompañarían. La tensión entre ellos era evidente desde hacía tiempo, y no podía imaginar cómo sería tenerlos a todos juntos en la misma habitación.

Las horas pasaron lentamente, y aunque traté de dormir, mi mente se mantenía inquieta. James permaneció a mi lado todo el tiempo, dándome su mano cuando necesitaba consuelo, pero respetando mi necesidad de espacio cuando el cansancio me supera. Finalmente, un sonido familiar me despertó por completo: pasos apresurados y una voz conocida que se acercaba rápidamente por el pasillo.

La puerta de la habitación se abrió de golpe, y Estela entró con expresión preocupada. Tras ella, Dylan y Arabella aparecieron, aunque mantenían una distancia considerable entre ellos.

—Ariana, ¿cómo te sientes? —preguntó Estela con urgencia, acercándose a mi cama. Sus ojos estaban llenos de preocupación, y su rostro mostraba las huellas de noches sin dormir.

—Estoy mejorando… —susurré, apenas capaz de alzar la voz. Intenté sonreír, pero sabía que mi aspecto reflejaba lo contrario.

—Nos asustaste —continuó Estela, su tono más suave, mientras tomaba mi mano—. No tenías que pasar por esto sola.

Dylan y Arabella se quedaron en la puerta, observando la escena con expresiones mezcladas. Dylan, siempre reservado, mantenía su postura firme, pero sus ojos reflejaban un sentimiento de impotencia. Arabella, por otro lado, parecía incómoda, evitando el contacto visual con Dylan y manteniendo su distancia.

—Me alegra que estén aquí— dije, mirando a los tres, aunque mi mirada se detuvo un momento más en Arabella, esperando alguna señal de reconciliación entre ella y Dylan, pero no la hay y solo deja un jugo de cartón con galletas encima de la mesa de noche.

James se acercó a Estela, intercambiando algunas palabras en voz baja, probablemente poniéndola al tanto de los detalles médicos que yo no tenía fuerzas para explicar. Estela asintió mientras escuchaba, sin soltar mi mano, y de vez en cuando me miraba con una mezcla de tristeza y determinación.

El ambiente en la habitación era denso, cargado con la tensión no resuelta entre Dylan y Arabella. Intentaron mantener una conversación superficial, pero sus palabras parecían más un enfrentamiento encubierto que un intercambio amistoso.

—Dylan, no es el momento para tus comentarios sarcásticos y mucho menos estoy de humor —replicó Arabella, cruzando los brazos con desdén.

—¿Mis comentarios? Solo estoy tratando de ayudar, pero como siempre, prefieres verlo todo desde tu perspectiva egoísta, —respondió Dylan con frialdad, levantando una ceja.

—¡Ja! —exclamó Arabella, alzando la voz más de lo necesario—. Es más fácil dominar a una vaca brava que a tu boca insolente.

— Aquí la única vaca, eres tú con esa actitud— escupió con frialdad.

— Cuidadito como me hablas, aspirante a Moby Dick— amenazando con el dedo.

Estela me miró, preocupada por la dirección que estaba tomando la conversación, pero no hizo ningún esfuerzo por detenerlos. Sabía que había tensiones subyacentes entre ellos, tensiones que yo misma había notado pero que nunca me había atrevido a abordar.

—Chicos, esto no es sobre ustedes —intervino James, su tono serio, pero calmado—. Estamos aquí por Ariana. Dejemos nuestras diferencias afuera, ¿de acuerdo?

Las palabras de James parecieron calmar un poco la situación, aunque el malestar entre Dylan y Arabella seguía palpable. Ambos asintieron, aunque era evidente que el conflicto no se había resuelto. Arabella se retiró a un rincón de la habitación, mientras Dylan se quedó en la puerta, como si estuviera listo para marcharse en cualquier momento.

Estela se quedó conmigo, acariciando mi mano mientras hablábamos en voz baja. James permaneció a mi lado, asegurándose de que estuviera cómoda, mientras Dylan y Arabella guardaban silencio, sumidos en sus propios pensamientos.

La visita, aunque bienvenida, me dejó agotada. Sabía que mis amigos estaban preocupados por mí, pero también me daba cuenta de que sus propias luchas internas complicaban aún más la situación. No podía hacer mucho por ellos en ese momento, más allá de concentrarme en mi recuperación, pero me prometí que, cuando estuviera mejor, haría lo posible por ayudar a sanar las heridas que había entre ellos.

Finalmente, la tarde llegó a su fin, y Estela se levantó para marcharse. Me dio un abrazo suave, prometiéndome que volvería a visitarme pronto. Dylan y Arabella se despidieron con un breve gesto, evitando mirarse entre sí mientras salían de la habitación.

—Descansa, Ariana —dijo James, sentándose nuevamente a mi lado después de acompañarlos a la puerta—. Tienes gente que te quiere;  eso es lo más importante.

Asentí, permitiendo que el cansancio se apoderara de mí. Aunque la visita había sido emocionalmente agotadora, también me recordó que no estaba sola en esta lucha. Con James a mi lado y mis amigos cerca, sabía que podía enfrentar lo que viniera, un día a la vez.

Antes de que el Sol Toque el HorizonteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora