Capítulo 17

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Recreación a primera persona
Realidad modificada.

—¡Qué tortura! —exclamó Nancy al ver mi selección de materias.

—No es para tanto— respondí, tratando de restarle importancia a la carga académica que había asumido.

—¡Son nueve materias, madre mía! Y yo con cuatro voy a duras penas—dijo, con una expresión de asombro en el rostro.

—Eso es porque te falta cerebro —bromeé, tocando mi cabeza. Nancy soltó una risa ante mi comentario.

—Bueno, seguro que puedes —dijo, levantando ambas cejas en un gesto de aliento.

—Seguro que sí —suspiré, aunque la verdad era que me sentía abrumada por la carga de trabajo.

Caminé hasta el primer edificio, arrastrando los pies. Cómo odiaba estudiar en una universidad tan grande y sin transporte. La distancia entre los edificios era agotadora y, a veces, me sentía perdida en el campus.

Tomé cinco clases ese día y tenía pensado regresar directamente a casa para comer algo rápido. Sin embargo, un mensaje de Estela me recordó que tenía algo pendiente. Miré mi teléfono y vi el mensaje de mi amiga:

—Hola, Ariana, ¿A qué hora puedes pasar por mi casa? Necesito hablar contigo sobre algo urgente.

El corazón me dio un vuelco. ¿Qué podría ser tan urgente? Estela y yo habíamos tenido nuestras diferencias últimamente, pero no pensaba que algo pudiera ser tan serio. Decidí responder rápidamente.

—Voy para allá en cuanto termine mis clases. ¿Te parece bien si llego en tres horas? Sabes que vivo bastante lejos.

Estela respondió afirmativamente, y me preparé mentalmente para lo que vendría. No había forma de saber si nuestra conversación sería tan dura como la que iba a tener con Ricardo, pero estaba dispuesta a enfrentarla.

Finalmente, me dirigí hacia la oficina de Ricardo con el corazón latiendo en mis oídos. Después de un día agotador en la universidad, enfrentar esta conversación era lo último que quería hacer, pero sabía que no podía seguir postergándola. Mi mano tembló ligeramente cuando llamé a la puerta y, al oír su voz autorizándome a entrar, empujé la puerta y di un paso hacia adelante, preparándome mentalmente para lo que estaba por venir.

—Ricardo— saludé con voz seria, tratando de no mostrar lo nerviosa que estaba. Lo encontré sentado detrás de su escritorio, rodeado de papeles y con la pantalla de su computadora iluminando su rostro. Cuando levantó la vista, me sonrió de forma despreocupada, como si no hubiera habido semanas de silencio entre nosotros, como si nada hubiera pasado; mi corazón se entristeció.

—Hola —dijo con naturalidad, recostándose en su silla.

¿Cómo podía actuar con tanta indiferencia? Su despreocupación me hizo hervir por dentro. ¿No le importaba en absoluto lo que había pasado entre nosotros? O peor aún, ¿no le importaba lo que yo sentía?

—Hola —respondí, esforzándome por mantener la calma mientras me sentaba frente a él. Había tantas cosas que quería decir, tantas preguntas que necesitaban respuestas.

—¿Querías algo? —preguntó, todavía con ese tono despreocupado que solo lograba irritarme más. ¿Cómo podía ser tan insensible?

—Sí, necesito hablar contigo— le dije, intentando sonar tranquila, aunque por dentro mi mente estaba en ebullición. Había ensayado esta conversación mil veces en mi cabeza, pero ahora, frente a él, todas las palabras parecían quedar atoradas y otras agresivas proclamaban salir.

— ¿Sobre qué? — Su actitud despreocupada me estaba agotando. ¿Acaso no entendía lo que estaba en juego?

Sentí cómo la frustración me invadía, y antes de poder detenerme, las palabras salieron de mi boca con más dureza de la que pretendía. — ¿Por qué no me contestaste ninguno de mis mensajes durante las vacaciones, Ricardo?

Antes de que el Sol Toque el HorizonteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora