Capítulo 22

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Recreación a primera persona
Realidad modificada.

El día comenzó con la misma rutina de siempre, una que había llegado a odiar y que, al mismo tiempo, me daba un falso sentido de estabilidad. El timbre de la alarma sonó y, a pesar de mi deseo de ignorarla, me obligué a levantarme. Me miré en el espejo, observando el reflejo de una joven que no reconocía del todo. Las sombras bajo mis ojos eran más pronunciadas y mi piel pálida contrastaba con el cabello desordenado que caía en mechones rebeldes. Suspiré, preguntándome en qué momento había dejado de ser yo misma.

Después de tomar mis pastillas, un ritual que me recordaba constantemente mi fragilidad, me preparé para la universidad. Mi mente divagaba, preguntándose si hoy sería uno de esos días en los que me sentiría abrumada por la presión de las clases y el constante esfuerzo por mantenerme a flote. Pero, de alguna manera, el día transcurrió sin demasiados sobresaltos. Me concentré en las lecciones, más como una forma de distraerme que por un verdadero interés, y aunque las horas parecían eternas, al final logré atravesarlas.

Al salir de la universidad, tenía una cita con el médico para un chequeo breve. No esperaba grandes noticias, solo la confirmación de que las cosas estaban más o menos estables, lo suficiente como para continuar con mi vida sin mayores complicaciones.

El chequeo fue rápido, como había anticipado. Los resultados fueron positivos, o al menos tan positivos como podían ser en mi situación. Pero cuando fui a pagar una cuota de la deuda que aún tenía con la clínica, la recepcionista me sorprendió al informarme que ya estaba cubierta.

—¿Cubierta? —repetí, confundida.

—Sí, alguien pagó el monto completo esta mañana —respondió la mujer, sin levantar la vista de la computadora.

Mi primera reacción fue de incredulidad, pero pronto entendí quién debía haber sido. James. Era consciente de que él era la única persona capaz de haber hecho algo así, aunque no sabía con certeza si él era el responsable.

Un torrente de emociones me invadió: gratitud, sorpresa, y también una ligera incomodidad. No quería depender de nadie, menos aún de alguien con quien estaba comenzando a construir algo, algo que ni siquiera estaba segura de lo que era. Sin embargo, decidí no decirle nada. Ya tendríamos tiempo de hablarlo más tarde; además, esa noche íbamos a salir, y no quería que el tema estropeara lo que prometía ser una velada especial.

De vuelta en casa, me preparé para la noche. Sabía que no podía simplemente dejar que las cosas fluyeran como siempre. Esta vez quería hacer un esfuerzo por verme diferente, por sentirme diferente. Tomé la plancha para el cabello, algo que no hacía en meses, y alisé mis rizos rebeldes hasta que cayeron en suaves ondas por mi espalda. Después, con la ayuda de Jos, me maquillé con más esmero del que usualmente me dedicaba. Era un proceso casi terapéutico, como si a través de cada paso estuviera reconstruyendo una parte de mí que había estado rota.

Jos me observó con detenimiento cuando terminé de alisarme el cabello y maquillarme. Su mirada reflejaba una mezcla de orgullo y nostalgia.

—Te ves hermosa, Ariana —dijo finalmente, con una sonrisa cálida.

—Gracias, Jos —respondí, devolviéndole la sonrisa.

—¿Estás nerviosa?

—Un poco —admití—. Hace tanto que no hago algo así…

Jos asintió con comprensión y luego me ayudó a elegir un vestido. Optamos por uno rojo, sencillo pero elegante, que me quedaba justo por encima de la rodilla. Era perfecto, ni demasiado formal ni demasiado casual, y cuando me lo puse, me sentí… bien. No del todo yo misma, pero bien.

Antes de que el Sol Toque el HorizonteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora