Capítulo 2: ¡Prender fuego!

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Capítulo 2: ¡Prender fuego!

“¡Bajó mis reglas!”.

Las palabras del líder resonaron en su cabeza de una manera cruel, “¿venir por ella?”, tuvo miedo y asco, no lo esconde, solo es que su rostro ya no muestra ninguna expresión que no sea la tristeza a estas alturas.

Desde el momento que llegaron  ocurrieron incidentes, le robaron sus cultivos y sus animales dejándole solo el caballo que resguardó celosamente en la parte trasera del establo: Florián.

—Ellos ya están aquí —Su padre lo sabía, observó las marcas en el cuello de su hija.

Avice con un paño en la mano volteó la cara que no viera las lágrimas en sus ojos, pero él lo notó apenas ella había entrado. No hubo más palabras, su padre puso la mirada en el techo, esos orbes parecían cargar una desición.

Fue a dormir esa noche con frío y hambre, se sujetó a sí misma en la cama intentando calmarse.

Kenric volverá pronto, sí, lo hará. Entonces echará a todos estos malnacidos de sus tierras, el líder no pondrá sus manos sobre ella. Todo un dulce sueño que sabe es una mentira gigantesca.

A la mañana siguiente preparó una papilla con lo último que quedaba, no es para ella, puede aguantar un rato más el hambre e ir luego a juntar vayas, caminó con cuidado desde su pequeña cocina hasta la habitación de su padre.

—Padre —llamó pero no había sonido alguno —, ¿hm? —Fue abriendo la puerta con cuidado, apenas vio la cama tan quieta lo supo.

Avice se sentó a sus pies con el cuenco aún en su mano, tocó las piernas atraves de las mantas logrando sentir el frío de un cuerpo muerto.

«No, tú también...», las lágrimas salieron sin poder contenerlas, aunque aún así no hizo ruido, estuvo preguntándose si por fin se había vuelto muda.

El rostro de su padre estaba blanco como una sábana, su mandíbula fuertemente cerrada, solo por la comisura de su labio se escapaba un hilo rojo. El valiente comandante Hawk que un día luchó con osadía contra los Martell se había mordido la lengua acabando así su vida.

Avice salió de su granja a paso lento, con su semblante serio por el que corrían las gotas saladas y observó el humo en el bosque donde esos bandidos de seguro se deleitaban comiendo su ganado, todo lo que a su familia le costó conseguir y cuidar en boca de otro.

—Pagaran —juró con sus manos tan apretadas que las uñas se le enterraron en las palmas.

Sintió en su pecho un sentimiento que estuvo evitando mucho tiempo, pasó, se había quedado sin nada. Tampoco tenía algo que perder.

El líder de la orden esa mañana mientras bebía desde temprano no podía parar de pensar en la jovencita de cabello negro y ojos agresivos: “Pequeño cuervo”, la bautizó.

Las ansias por una niña nublaron la mente de un hombre que solo pensaba en poseer y quitar a su antojo, ¿por qué? Tiene la fuerza para hacerlo, solo está jugando con ella.

“La doncella del jefe”, hacían bromas los hombres a su alrededor todo el tiempo, tenían razón, su obsesión por una niña virgen ya había llegado muy lejos.

Al caer la noche decidió visitar a su pequeño cuervo, quería verlo y tocarlo, sujetar ese cabello que caía como cascada oscura entre sus dedos.

Apenas estuvo parado frente a la puerta notó el silencio, muy tenso el aire se cortó con cada respiración.

—¡Huele a podrido! —avisó uno de sus hombres tapandose la nariz.

Junto con ellos llevaban algunas prisioneras para desahogo sexual, las arrastraron de un lado a otro, solo las más jóvenes y hermosas, el líder rechazaba a las mujeres débiles, les gustaban los retos, ¡domar salvajes! Se sintió nervioso un momento por tenerla debajo suyo peleando.

Era diferente, lo supo apenas la vio con esa espada parada de una manera desprolija, la quería poseer porque sabe que se llevará una resistencia formidable.

La casa con paredes de madera olía extraño, caminó por los pasillos con su linterna en la mano.

“¿Dónde estás, cuervo?”, repetía en un canturreo, notó la única luz en una habitación de dónde provenía ese aroma tan peculiar.

Algo le advertía que no debía abrir la puerta, aún así lo hizo y lo único que sintió fue un líquido caliente rociarse sobre su cuerpo desde arriba, el fuego lo cubrió como una capa y salió corriendo de la casa incendiando todo a su paso.

—Eso —dijo la muchacha mirando con atención, la casa se iluminó atreves de la ventana.

Juntar todo el aceite y ponerlo sobre el marco de la puerta fue estúpidamente difícil, gastó todo el día ideando algo que creyó no iba a funcionar, pero los hombres a veces son tontos, pronto varios de ellos se vieron bañados en aceite por haber abierto puertas al azar en una casa que no les pertenecía.

Desde la lejanía con un pie en el bosque montada encima de Florian, Avice miraba su granja arder de a poco hasta convertirse en una gran hoguera, sintió una profunda pena y desolación: “es nuestro hogar”, a la mañana no quedará ni las cenizas, solo recuerdos que ahora solo viven en su cabeza.

Se tomó un segundo para disculparse con su padre por no poder enterrar su cuerpo apropiadamente, que los siete lo resguarden en su honor.

Así comienza el viaje de una joven muchacha por las tierras de Westeros con solo un caballo y una espada, quizás acabe muerta en un altercado pero morirá como su padre le enseñó: “Bajo nuestras reglas”.












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Para quien no entienda, Avice está en shock la mayor parte del tiempo, siente algo pero no puede exteriorizarlo, solo al final sale de ese estado para vengarse de esos hombres que orillaron a su padre a suicidarse (eso la hizo reaccionar)

La Mujer con Armadura Sedujo al Lord (Oscar Tully)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora