Capítulo 8: Adiós, cervatillo.

399 63 4
                                    

Capítulo 8: Adiós, cervatillo.

“Creo que me encariñe más de la cuenta contigo”.

La mañana en la que decidió dejarlo él no parecía contento, de seguro sabía lo que ocurría pero no quería admitirlo, ella tampoco.

Avice se acercó hasta él quien ya podía pararse sin caerse y le desordenó el cabello, bajo el sol se ve más rojizo y sus ojos más transparentes.

—Cervatillo —le habló por primera vez directamente llamando su atención, no creía que podría abrir más sus ojos pero lo hizo —. Aquí nos separamos, cervatillo —se tocó la mejilla para luego darse la vuelta y caminar por entre los árboles —. ¡Que los dioses alumbren tu camino!

«Vamos por rumbos distintos».

Eso fue difícil, se encariñó demasiado y tenía que dejarlo volver con su gente, es un niño adorado, ella quiso salir al prado para cabalgar libremente hacia el camino principal, oyó las hojas ser aplastadas detrás suyo, «me sigue», no aguantará mucho el paso y cuando monte a Florian no podrá alcanzarla.

Como lo predijo, no tardó en dejar de oír las pisadas, no se rindió, solo no pudo seguir el ritmo acelerado de Avice, volteó para desearle mucha suerte en cualquiera que sea su viaje y sobretodo por fin usar esa cosa sensible que tiene entre las piernas.

Lugo cabalgó sintiendo el viento chocarle en el rostro, le duele un poco el pecho pero son sentimientos que un hombre debe enterrar.

Adentrandose en el pueblo al que debió ir desde un principio montó por las calles de tierra, las personas le echaban miradas de reojo, iba una turba rodeando a un prisionero mientras le tiraban verduras podridas.

“¡Cuelguenlo!”, es una ejecución, a de ser un bandido.

—¡Henry! —se oyó el grito.

Esa voz la conoce, volteó y vio al hombre que llevaban con cadenas, este pareció deleitado al notar que era ella, como siempre la trató como a un muchacho frente a todos.

—¡Diles quien soy! —exclamó el hombre, tenía una mirada loca.

—¿Sir Weldon Frey de la noble casa Frey? —respondió sin entender lo que sucedía, ¿está por ser ahorcado en el pueblo? ¿Que crimen cometió?

Los soldados que lo llevaban se miraron entre ellos complicados sin saber qué hacer, Avice se acercó con su caballo de manera digna.

—Soy su escudero, ¿por qué encarcelan a mi caballero? —interrogó y los soldados se pusieron en guardia, ellos son de una pequeña familia del condado, si bien nobles no pueden compararse con los Frey de los gemelos.

—¡Se lo acusa de violar a la señora de nuestra casa! —dijo uno de ellos.

Avice le echó una mirada a Sir Weldon Frey quien parecía apenado, «¿tu libido de nuevo?».

—¡Es una infamia! ¡Ella me sedujo! —se defendió al notar la acusación en los ojos de Avice —. Ella me invitó a su alcoba, ¡no sabía que llegaría su esposo en pleno acto! ¡Y la perra se puso a llorar y acusarme de haberla violado para que su esposo no la mate!

Avice lo quería escuchar más, al menos ya sabe dónde estuvo su caballero todo este tiempo, se desvió del camino para seducir a las esposas solitarias de los hombres que iban a la guerra y por fin le salió mal.

—No ejecutan a un hombre corriente —sentenció Avice, siempre forzando su voz para hacerla más gruesa y rasposa, se lastimara la garganta un día de estos —. Si quieren sentenciarlo deben enviar la denuncia a la casa Frey antes, no pueden juzgarlo aquí.

Aquello era verdad, no pueden matar a un Frey solo porque el señor de una pequeña casa lo ordena, la denuncia debe ser enviada directamente a los gemelos donde el Lord, en este caso señora, tomará cartas en el asunto.

Mientras un escudero daba toda su alma para salvar a su caballero del otro lado en el campamento en aguas dulces sucedía un alboroto: ¡Lord Tully regresó!

Hace unos días se lo halló solo en un bosque cerca del asentamiento de Sabitha Frey, los ancianos estaban furiosos acusando a los Frey por ser unos vagos que no podían ni echarle un vistazo a su bosque cuando se lo pidieron.

Apenas puso un pie allí supo que la mayoría ya lo daba por muerto, no sintió traición ni enojo, solo podía pensar en él por qué fue abonado de una manera tan cruel.

Su voz no salía, había intentado gritarle a la chica que se detuviera, que lo espere, seguramente pueden conseguir otro caballo y cabalgar juntos a donde sea que irán.

Pero ella no miró atrás, su garganta estaba herida, se sentía hinchada, creyó haber comido algo que le provocó un envenenamiento leve el cual le obstruyó su garganta.

¿Ella era muda? No lo cree, la oyó hablar apenas despertó, también en sus sueños que no eran sueños lo alentaba y cuidaba.

“Cervatillo”, lo había llamado con ternura, se sintió profundamente feliz cuando escuchó aquello, es un ciervo si ella dice que es un ciervo, siempre y cuando pueda nombrarla “cuervo” por su cabello negro como las plumas se un cuervo y su actitud altiva.

—¡Lord Tully! ¡Mi señor! —Se arrodilló ante él un guardia, todo estos hombres fallaron en su deber de protegerlo y acabó en el bosque siendo cuidado cual cachorro por una mujer salvaje.

En ese momento no podía hablar aún pero cuando lo haga todos recibirán su justo merecido, en su tienda un maestre lo revisó llegando a la conclusión que su herida fue tratada y estaba en muy buenas condiciones, quien sea que se mantuvo con Lord Tully en el bosque puso cuerpo y alma para salvarlo.

Al oírlo un sentimiento cálido se instaló en su pecho, sí, ella lo cuidó tan bien que no deseaba volver, mientras le daba de comer en la boca soplando cada cucharada pensaba que tendría una esposa tan dedicada y amable, luego vio como le doblaba el cuello a un ave y se lo arrancaba con los dientes.

Nadie es perfecto.

Esperó los días siguientes tener noticias, verla llegar para cobrar su recompensa por haberle salvado la vida a Lord Tully, señor supremo del tridente, pero no fue así.

La poca esperanza que tenía se fue desvaneciendo, una idea cruzó por su cabeza: “Ella no sabía quién era”. Lo salvó por piedad, no para obtener algo.

Luego lo dejó cuando supo que venían por él, recostado en su cama cómoda extrañó las mantas sucias y poder mostrarle su deseo a su novia por las noches, así se sumergió en depresión conforme pasaba el tiempo y su cuervo no volvía por él.






.

.

.








¡Abandonaron! ¡Abandonaron a un inocente!

La Mujer con Armadura Sedujo al Lord (Oscar Tully)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora