En cuestiones de tres segundos, siento cómo el cuerpo del pequeño Dante es arrancado de mis brazos. Me sostengo de una pared fuerte y musculosa.
Es Darío o quizá su gemelo.
¡Dios mío, no puedo creer que esto me está pasando! ¿Desde cuándo Darío tiene un gemelo? Esto es algo que no se me había ocurrido pensar antes. ¡No puede ser! Esto no puede... Oh, Dios mío, ¡no puede ser!
De súbito llega a mi mente el recuerdo de la noche de placer con Darío, ¿y si en verdad no dormí esa noche en el lago con mi esposo, sino con su gemelo? ¡Ay, no! No... no... ¡esto no puede ser! No me puede pasar esto.
Siento que mi cuerpo afloja un poco más, cómo el cosquilleo en mis manos aumenta y mis piernas no cooperan para restablecer mi caminar y salir de aquí.
«Esto no puede ser», lo repito una y otra vez como si fuera una letanía. Mi cuerpo está frío, aunque el sudor en mis manos me indica que al menos una parte de mí funciona, pero esa parte no es el cerebro. En definitiva, no es mi cerebro el que se ejecuta bien en este momento.
—¿Estás bien? Tatiana, dime algo, por favor —suelta Darío.
«Tal vez es el otro doble».
Parpadeo, pero la misma imagen sigue conjurada frente a mí.
Hay dos.
—Pero ¿qué le pasa? ¿La embarazaste tan rápido, hermano?
—Cállate, Dawson. Siempre tienes que salir con un chistecito de los tuyos. ¡Debes madurar ya! —le recrimina.
Ambos hablan igual. Misma voz, misma altura, mismo color de ojos... Son idéntico.
¡Maldición!
¡Esto no iba en el contrato de bodas! Cuando acepté casarme, jamás pensé que Darío tuviera un gemelo idéntico.
—Tatiana —expresa el gemelo que me sostiene y asumo que es Darío.
O quizá no.
No obstante, no hay otra forma de saberlo. No creo que el hermano sepa mi nombre. Y si dormí con el gemelo de mi esposo esa noche, no creo recordar habérselo dicho. Fue algo de unas horas. Sin premeditación, sin calcularlo. Solo sucedió. Ahora el pesar es casi palpable.
¡Por eso Darío se comportaba tan extraño! ¡No fue quien pasó la noche conmigo! Debió pensar que estaba loca cuando le pregunté si no recordaba lo que sucedía entre nosotros. ¡Ay, Dios! Claro que no había respondido por la noche de placer, sino que se refería a la boda. Ambos hablábamos de cosas distintas.
—Búscale agua —le pide Darío, más bien le ordena, a su hermano.
Veo cómo el otro sonríe de medio lado y se va con Dante en brazos. El niño me mira por encima del hombro de su tío.
«Sálvame, pequeño gorgojo», pienso mientras lo veo marchar.
Darío aún tiene el traje negro y la camisa blanca de la ceremonia. Para él, según escuché, las banalidades de ropa y carros de lujo, son eso, banalidades y cosas superfluas. En cambio, mi madre afanó para que me colocara tres clases de ropa en este día después de la boda.
—¿Quieres sentarte? No creo jamás haber provocado tal reacción en ninguna mujer. En ninguna persona, más bien —se corrige.
—Si, creo que sentarme me vendría bien. —Me acomodo en el sofá negro que está a un costado, pegado a la pared, con un florero alto lleno de pencas de bambú que casi tocan el techo.
ESTÁS LEYENDO
Novia Fugitiva - DE VENTA FISICO EN AMAZON-
Teen FictionTatiana Mattew es ofrecida como pago a un hombre viudo para ser su esposa y así su padre poder pagar la deuda colosal que tienen con banqueros corruptos. Ella no desea contraer matrimonio, mucho menos con ese hombre al que todos apodan el Sombrío. T...