Epilogo

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Epílogo

Un mes después...

Sonrío al ver mi reflejo otra vez frente el espejo de cuerpo completo. El vestido que Darío le pidió a Donatella es hermoso. Él está como un loco. Un loco enamorado. Me fascina y me hace saber que todo irá bien. Estaremos bien, más que bien. En él he encontrado un compañero, un amigo y un verdadero esposo.

—Vaya... —Dawson está de pie en la puerta y me observa con ojos tristes—. Eres sin duda alguna la novia más bella que he visto.

No sé qué decirle, casi puedo sentir su dolor. Se enamoró de mi hermana. Y ella... ella no está lista para estar con él.

—Entra y déjame darte un abrazo. —Aunque es mayor que yo, cuando lo veo mirándome tan triste, tan perdido y arruinado, me hace sentir que soy veinte años más vieja.

—Estoy bien —me dice sin acercarse.

—Vas a estarlo. Ya verás que sí. —No voy a seguirle el juego de hacerme creer que lo está. Es casi tan empecinado como su hermano. No le gusta mostrar lo mucho que las situaciones le afectan.

—Lo estoy —repite esta vez. Al menos su voz se escucha más segura—. ¿Qué tal mi sobrino?

—O sobrina —añado y una sonrisa se dibuja en mis labios. El embarazo va viento en popa. Me siento bien, feliz y enormemente agradecida con la vida por haber puesto a Darío en mi camino—. Falta mucho para saber qué es. —Pongo las manos sobre mi vientre plan por ahora.

Lo sé, estaré redonda en unos meses, pero eso en vez de asustarme o volverme ansiosa, solo me alegra y pone de buen humor. Un bebé crece dentro de mí. Es mi propia familia. El hijo de Darío crece en mi interior y sé que él estará a mi lado por siempre.

—Realmente estás enamorada —Se acerca y entra despacio a mi habitación.

Preparé, junto a Donatella, una especie de estudio de maquillaje, en donde puedo peinarme y vestirme sin problemas. Nadie me interrumpe. Más que nada, me siento a gusto.

—Lo estoy —afirmo sin vacilar. Es algo que se nota. Se ve a leguas, a kilómetros de distancia. Se me nota por encima de la piel

Sonríe por primera vez en semanas. Aun así, el gesto sigue sin impactar su mirada.

¡Oh, Teresa! ¿Qué has hecho con este hombre?

—Es bueno que mi hermano encontrara a una mujer buena y que lo ama realmente. —Siento que quiere decirme algo más, pero se detiene.

—¿Dawson? —le animo a continuar y camino hacia él. Sostengo sus manos entre las mías.

Mi vestido es casi de corte princesa; cae como si tuviera vida propia. Se ve elegante y sofisticado. La tela es magnífica. Puedo jurar que es seda pura.

Según mi madre y Donatella, esta vez debo hacerlo bien, por amor y sentirme bien haciéndolo. Y lo hago.

—¿Quieres decirme algo?

Se dedica a mirarme con sus ojos de color azul grisáceo, tan claros como dos gotas de agua. No obstante, ahora por el dolor y la ansiedad que lo consume, reflejan más el agua de un mar tormentoso.

—Él está feliz —susurra. No sé si su dolor personal por la separación con mi hermana es lo que evita que su voz suene tan feliz como debería—. Lo haces feliz.

—Me alegro de que lo sepas. Lo amo, y siento que él me ama. Aunque nuestra relación no comenzó de manera convencional, sé que me ama. A pesar de lo que sucedió con Arianna, él ha sido fuerte para dejarme entrar en su corazón.

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