—¡Es un desgraciado! —Dawson está fuera de sí. Grita como si un puñal se hubiera clavo en su pecho—. ¡Lo voy a matar!
—Dawson, esa es una frase muy fuerte. Tranquilo. —intento calmarlo, pero sé que es imposible. Es como tener a un León enjaulado. Al ver la llave de la cerradura en la puerta, hará lo que sea necesario para escapar y liberarse de su prisión.
—¡¿Fuerte?! —exclama, rabioso. Escupe las palabras como si le pesaran en la boca—. ¿Fuerte? Fuerte es que ese mal nacido no esté en la cárcel. Fuerte es que tú... —se acerca y me apunta con el dedo índice. De manera automática, retrocedo. Sus ojos, de un azul tan claro como los de Darío, brillan tan intensos que me asustan— sabiendo lo que él le hizo a Teresa, no hiciste nada para remediarlo.
—¡Oh, no! No te atrevas a responsabilizarme. —Exasperado y a punto de perder los papeles, le doy un manotazo a su dedo y me lo quito de encima—. ¡No tienes idea de lo que dices! No sabes nada, Dawson. No entiendes nada. Y por eso estás aquí, hablando conmigo y no con Teresa. —Gracias a su silencio, sé que he dado en el clavo.
Me observa, furibundo. Está molesto y, más que nada, se siente traicionado. Comparto y entiendo su impotencia, ya que eso mismo sentí cuando Teresa me confesó lo que Lucian trató de hacerle esa noche. Dawson tenía algo de razón en molestarse. La mayoría de las personas que han sufrido un intento de abuso sexual y que no lo notifican a la policía, son propensas a volver a pasar por esa situación. El trauma inicial los persigue, luego ese abusivo hijo de perra puede intentar terminar lo que comenzó y no pudo lograr en su momento. Sin embargo, Teresa solo quiso alejarse, mantenerse fuera del radar de Lucian. Creí como una tonta que, al contraer matrimonio con Darío, Lucian tiraría la toalla y no regresaría jamás a nuestras vidas. Me equivoqué garrafalmente.
—Sé que debí ayudarla, pero no me dejó. Te conoció y quiso alejarse de todo esto, del pueblo, de nuestros padres, de los vecinos. Decidió, como forma de superación, largarse de aquí para nunca regresar. —Me abrazo para contener el escalofrío que siento de repente al considerar no volver a ver a mi hermana. Ella es la que está siendo afectada en su vida en general sin importar que el abuso no se llevara a cabo. Será siempre un recordatorio.
Darío está quieto, tan tranquilo que casi creo que no respira. Dawson sigue la dirección de mi mirada y aprieta los puños justo antes de estampar uno de ellos contra la pared contigua.
—¡Maldita sea! ¡Me cago en la puta madre! ¡Joder! —Mis ojos se abren ante el estruendo que hace cuando sus nudillos chocan contra el cemento. Su mano se enrojece poco a poco.
—Dawson...
—Tatiana —Darío se levanta de la silla y me pongo frente a él para que no tenga que caminar tanto en mi búsqueda—, deja que se desahogue.
—Golpear la pared no resolverá el problema. —Mi voz suena más irónica y no destaca lo que quería. Me gano una mirada rabiosa por parte de Dawson—. No quise decir...
—¿Qué demonios prefieres? ¿Un puño en la pared o una bala en medio del pecho de tu ex novio? —Ahora es él quien me lastima con sus palabras.
Lo ha dicho con toda la intención de lastimarme. Aprieto mis labios hasta que me duelen. Debo controlarme por el bien de nuestra relación. Somos una familia ahora.
—Tiene razón —habla Darío, convencido, como si sus palabras tuvieran toda la lógica del mundo—. Mejor la pared que la cara de ese desgraciado.
—¿Cómo no te diste cuenta? ¿Cómo pudiste estar allí con ella y durante todo ese tiempo no saber que algo había sucedido entre ellos? ¿Por qué no te preocupaste por Teresa? —Cada pregunta es como un martillazo en mi corazón. Una migraña sube sin avisar y se instala, regocijándose en mi sufrimiento.
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Novia Fugitiva - DE VENTA FISICO EN AMAZON-
Teen FictionTatiana Mattew es ofrecida como pago a un hombre viudo para ser su esposa y así su padre poder pagar la deuda colosal que tienen con banqueros corruptos. Ella no desea contraer matrimonio, mucho menos con ese hombre al que todos apodan el Sombrío. T...