Capitulo 15. El jardin

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—¿Qué pudiste resolver? —inquiere Darío al ubicarse a mi lado en el jardín.

Tengo el celular contra mi pecho. Me duele el alma al saber que mi hermana se siente de esa manera tan desolada, tan desconsolada y triste. Es cierto, no estoy allí con ella, no sé lo que está pasando, no sé la soledad que siente en su corazón. Ella fue violentada por una persona que estuvo en mi casa por mucho tiempo. Fue mi pareja, el hombre con quien pensé que tendría mis hijos. Además, creí que llegaríamos juntos hasta la vejez.

Esas heridas son las más difíciles de sanar, pues no ves venir el abuso, no notas las miradas, no determinas lo que está ante tus ojos porque es una persona que consideras tu amigo, tu hermano, tu pareja, tu padre... alguien que llevas en tu corazón y por quien fácilmente podrías dar la vida. Me siento como la peor persona del mundo. Estoy angustiada, no tanto como mi hermana, ya que no sé lo que atraviesa su corazón. Siento rabia y odio por Lucian, por haberle ocasionado esto a ella, por haberme hecho esto a mí.

¿Qué clase de enfermo es? ¿Qué clase de persona le hace eso a una chica indefensa? Puedo agradecer a Dios, dado que él no la lastimó a niveles físico y no llegó a hacerlo porque intervine. Sin saberlo, en cierta forma evité que él se aprovechara de ella. Sin embargo, el dolor está perenne.

El abuso fue palpable: la tocó sin su consentimiento. Ahora mi hermana debe de vivir con los sueños que llegan recurrentes cada noche, tal como ella me contó: las manos de él sobre su piel, susurrándole frases morbosas al oído. No puedo creer que ella está en esta situación. Siempre veía en las noticias y en los periódicos cómo salían las chicas para expresar que fueron abusadas por personas que jamás creyeron capaces. Hoy por hoy, deben de vivir con el recuerdo de ese suceso.

Allí se encuentra Teresa.

—Nada. —Suelto un suspiro y le entrego el celular—. De todos modos, gracias.

—No agradezcas.

—¿Cómo es que estás tranquilo? ¿No te preocupa tu hermano y su decisión de casarse? ¿No te da curiosidad saber con quién se casará?

—Tal parece que con tu hermana. —No me gusta su tono, así que lo encaro y me cruzo de brazos.

Tengo puesto un vestido de mariposas, de mangas cortas y medio vaporoso en la falda. Es una tela tipo algodón.

—¿Y eso es suficiente para ti?

—No es un niño, tiene veintisiete años. Con quien decida casarse no es ni problema. No se mete en mis asuntos, ni yo en los de él. —Sube los hombros en un movimiento despreocupado, símbolo de su nula importancia.

Para mí tiene toda la importancia del mundo.

—¡Van a casarse! En un mes mi hermana se casará con un hombre que resulta ser tu hermano. Están uniéndose por razones equivocadas.

—Vamos, demos un paseo. —Se gira y comienza a caminar a través del jardín—. ¡Ven!

Suelto un taco en el suelo. Mi intención es lanzarle el zapato para que reaccione y vea esto como lo veo: ¡es una locura! No obstante, me controlo y confirmo con solo patalear una, dos y tres veces para soltar la desesperación.

—¿Adónde vamos? —le indago cuando lo alcanzo.

—Caminaremos un poco para que olvides este tema.

—¿Crees que voy a olvidar algo así? ¡Es mi hermana menor! ¡Es tu hermano!

—Ya dejamos claro quien es familia de quien. No creo que haga falta que lo repitas cada dos minutos. —Su sarcasmo casi se puede abrazar.

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