Capitulo 17. Doctor Penumbra

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Odio los hospitales.

Si pudiera decir que odio algo en la vida es realmente ir a un centro médico con todas las personas mirándote como si estuvieses desahuciado. A lo mejor, me siento así. Lo cierto es que no estoy listo para dejar a mi hijo solo. El hecho de someterme a una cirugía de cerebro hace que considere cada una de las opciones y todo lo que puede salir mal de esto. Sin embargo, debo hacerlo. Es mi responsabilidad y deber como padre buscar cada alternativa para no desamparar a mi hijo.

Desde que Arianna falleció, comencé a tener pérdida de memoria, primero con olvidar dónde coloqué el celular, luego aumentó y empecé a preocuparme. Me preguntaba si le di de comer al bebé o si comí en el todo el día. Banalidades y asuntos que no eran importantes o notorios. Donatella siempre ha estado allí para cuidar de Dante. Nunca pensó en dejarme. Incluso desde que era pequeño, siempre veló por mí. A pesar de lo loco y cambiante que es el temperamento de mi hermano, siempre estuvo para él. Pese a las circunstancias, es una de las personas más constantes en nuestras vidas. Si soy preciso, fue su idea todo esto que sucedió con Ariana. Ideó el plan. Aunque en un inicio no lo vi adecuado ni prudente, ya que todos podíamos tener fuertes y graves consecuencias si se descubría la verdadera razón de la muerte de Arianna, la influencia y la posición que me daba el dinero que heredé de mi familia y que conseguí por mi propio sacrificio, me daba la oportunidad de crear el escenario perfecto y de cuidar a mi hijo, de proteger a mi familia de la prensa. No puedo imaginarme siendo asediado aún más que ahora.

—El doctor Semillón está listo para recibirlo, señor Magghio —me indica la secretaria de mi médico de cabecera.

Las manos me sudan y me es imposible no sentir mi corazón acelerado.

¿Miedo? No creo que sea un miedo a malas noticias. Una parte de mí siente que es un miedo a dejar solo a Dante, a no verlo crecer, a no saber qué querrá ser de adulto, a no ver su rostro al graduarse de la universidad o quizá ver sus primeros pasos.

Temo no estar ahí.

Camino con decisión al consultorio. No tengo nada qué hacer ni cómo evitar esto.

—Magghio, me da gusto verlo de nuevo.

—Creo que ya es hora de dejar a un lado esa barrera y comenzar a tutearme, a fin de cuentas, no creo que sea la última vez que nos veamos.

Sonríe con tristeza y ese gesto no ayuda con el miedo que me consume.

—Bueno, Darío, si eso deseas, por mí está bien.

—¿Cómo vamos a proceder? ¿Qué estudios me tocan esta semana?

—Ya sabes que te he estado monitoreando desde que me dijiste...

—Al grano, David. ¿Qué pasa conmigo?

—Debido al trauma que sufriste cuando caíste del balcón, tu cerebro desarrolló una fisura en uno de los nervios de memoria a corto plazo —habla como si yo fuera tonto o carente de inteligencia.

—Eso lo sé, lo hablamos cuando estuvo en mi casa hace unos meses.

—Continúo, entonces. —Carraspea, incómodo por mi actitud.

No soy un tipo grande, adulto... lo que sea que él vaya a decirme. Puedo con todo.

Aunque siete meses atrás, no creí poder ni con mi vida.

—Podemos intentar reconstruir el nervio y ayudarte a que puedas mantener los recuerdos, lo que vives.

Pienso de inmediato en Tatiana. El sueño con ella a orillas del lago Di Tenno. Todo tan real, tan vívido.

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