Capitulo 16. Perturbacion

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SEGUNDA PARTE


DARIO


El bulto ya está preparado para irme a un viaje que tengo pendiente desde hace unas semanas. Llevo lo necesario: un par de camisas, pantalones de vestir, zapatos que van a juego y las correas. Donatella se encargó de preparar todo. Ella sabe que yo odio esta clase de pirifullerias. No es para mí. Veo a las personas malgastar el dinero, jactarse de tener todas las posibilidades de comprar carros del año, ropas de marca y celulares costosos. Vanidad que llena el corazón y la mente. Para mí, esas cosas materiales son totalmente pasajeras. La afición que siento por esos detalles es espuma que poco a poco se disuelve con el tiempo.

Le entrego la maleta al chofer y él asiente mientras cierra la portezuela del baúl.

No quiero pensar en Tatiana. Pensar en ella hace que me duela el alma. La confusión día tras día ha comenzado a sobreponerme y es más de lo que yo puedo manejar. El reconocer ante mí mismo que la situación me supera, es catastrófico, incluso absurdo. Siempre me he caracterizado por ser un hombre fuerte y decidido, por ser la cabeza pensante de la familia Magghio, pero desde que Arianna murió, mi mente no ha sido la misma. Mi cerebro no funciona como antes, ni siquiera de la manera adecuada. Mis negocios han decaído. Asimismo, he cedido gran parte de mis inversiones y de mis clientes a Dawson con la esperanza de que al menos uno de los dos pueda mantener la empresa en pie. Más que nada, por eso decidí crear el vínculo con Tatiana. Con ella encargándose de Dante puedo tener la oportunidad de enfocarme en mi salud deteriorada y en la empresa familiar que mi madre y mi padre se esforzaron tanto en conservar.

La situación empeora, fuerte y veloz. Desde hace unos meses, casi un año, me comenzó a fallar la memoria más de lo que yo hubiera deseado. Claro que padecer de fallo de memoria a corto plazo progresiva no es algo que ningún ser humano desearía, ni mucho menos pensaría en desarrollar.

—¿Listo, señor Darío? —Raymond tiene muchos años trabajando a mi disposición. Lo considero parte de mi familia, pues me ha apoyado y aconsejado más que ninguna otra persona.

—Sí. Primero espera, que iré a darle un beso a Dante —informo.

Nunca me voy por mucho tiempo, pero no sé cómo resultarán las analíticas y estudios en esta ocasión.

Tuve que mentirle a Tatiana, decirle que el viaje era por negocios. Mi orgullo no me permite decirle que tengo un fallo, que estoy dañado. Desde que Arianna se fue, mi vida y mi corazón no han sido los mismos.

No estoy seguro de que ella pueda comprenderlo.

Paso por la sala de estar y subo las escaleras de prisa, no porque se me haga tarde —le pago suficiente al neurólogo para que me espere el tiempo necesario—, sino porque no puedo perder el tiempo aquí y dejar que ella me vea. No puedo verla otra vez y no desear besarla. Tuve que emplear toda mi fuerza de voluntad para no romperle el vestido y poseerla en el jardín debajo del flamboyán, con el sol y los pájaros que trinaban como testigos.

Ser cobarde después de adulto.

¿Miedo de Tatiana?

No, no es miedo, es pavor. Pavor a lo que ella puede producirme.

Llevo demasiados meses encerrado, en los cuales miro las hojas de los árboles caer, recibo al neurólogo que me consulta aquí y visito al pediatra para hacer los chequeos mensuales de Dante.

Mi vida después de Arianna se ha basado en la supervivencia.

Sobrevivir después de amarla tanto.

—¿Te irás así sin más? —La voz de Tatiana me hace enderezar, la espalda se me pone rígida y otra parte de mi anatomía da un salto lleno de júbilo.

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