El sonido de una puerta al cerrarse me espanta el sueño y me paraliza la sangre.
—¿Quién anda ahí? —Me subo la sábana hasta el cuello, temerosa.
Mi visión es aún borrosa, quizá por el susto de despertar en una cama extraña y en una habitación que no es la mía. Despertar en un lugar diferente por primera vez en veintitrés años, da un poco de pavor.
La luz de la luna atraviesa la ventana de cristal que es casi de mi tamaño e ilumina un poco la estancia.
Una sombra se mueve al lado de la puerta.
Es el intruso.
—¿Quién es? Sepa que gritaré si se acerca más. —Aunque estoy que me hago encima del miedo, intento alejarlo.
—Solo quise verificar que estabas dormida.
Es Darío, lo sé. Muy dentro de mí una minúscula voz me dice que es él.
—Darío —el alma me regresa al cuerpo y suelto el aire—, ¿qué te pasa? ¿Qué hora es?
—No quise espantarte, no era mi intención —se justifica y se acerca un poco más.
Aún sabiendo que es él y que es mi esposo, no puedo ocultar el temor de que me vea en ropa interior. Algo estúpido, pues sé que él fue quien estuvo conmigo en el lago.
—Debes cambiar el método. Al entrar a las habitaciones a mitad de la noche, causarás esa reacción.
—Siempre estás en esta modalidad de "odio al mundo". Me molesta todo lo que las personas digan o hagan.
—Estás en mi habitación, vienes a mitad de la noche, pretendes que te hable y te trate como si fueran las diez de la mañana y vinieras a tomarte una taza de café conmigo. ¡No me jodas, Darío! ¿Ya ves? Estoy bien y completa. Nadie me ha robado un pedazo. —Saco la mano derecha y le indico la puerta—. ¿Me dejas dormir, por favor?
Me observa durante unos minutos sin decir media palabra, luego ve la puerta.
Antes de marcharse, me pregunta:
—¿Cómo supiste que era yo? Hace unas horas, allí abajo te sorprendiste porque tengo un gemelo. Atisbé en tu rostro la expresión de no saber cuál era cuál. ¿Cómo lo supiste ahora, en medio de la oscuridad, sin poder ver mi rostro y sin saber qué llevo puesto? Dime, Tatiana, ¿cómo supiste que soy yo? ¿Cómo supiste que soy tu esposo?
Su pregunta es lógica y racional. Mi respuesta nos llevará a un tema que no puedo tratar en este momento. No puede salir a la luz cuando estoy semidesnuda y deseosa de sentir sus labios sobre los míos.
—solo lo supe. Intuición. —Vacía, así se escucha esa respuesta.
—¿Intuición en la oscuridad?
—¿A qué viniste? ¿Por qué entraste a mitad de la noche sin tocar la puerta primero? ¿Conoces la palabra privacidad? —No dejo que sus preguntas me involucren y me hagan pensar en cosas que no puedo permitirme—. Si quieres, mañana voy al pueblo y te consigo un diccionario.
—Quise asegurarme de que estabas bien. Además, quise saber que seguías aquí —me confiesa.
Casi puedo asegurar que su tono es de tristeza.
¿Pensó que me iría?
Ganas de irme no me faltan, pero eso sería fallar y reconocer que no puedo ayudar a mis padres, a mi hermana menor. No puedo irme y romper este compromiso. Él no parece el ogro que imaginé. Sus acciones todavía no tienen justificación. Agarrarme del brazo y arrastrarme prácticamente hasta dentro de la casa, sigue siendo un enigma para mí. ¿Qué pensó cuando me vio? ¿Creyó que iba a lanzarme al precipicio? ¿Que iba a intentar suicidarme con su hijo en brazos?
En definitiva, tengo mucho por conocer de Darío y de lo que le asusta. Ese comportamiento en el balcón fue de susto y pánico al creer que yo iba a cometer una estupidez.
—¿Crees que voy a irme? —Me quito la sábana de encima y me levanto de la cama con lentitud. Mi bata roza mi piel y baja hasta los talones.
Nada sexi ni delicado, tampoco tenía planes de ver a ningún hombre a mitad de la noche. No fui a una tienda de lencería y juguetes sexuales antes de casarme. Esto es lo que tenía en casa. Toca acostumbrarme a estar casada y convivir con alguien más que no es mi familia, pero que se convertirá en ella.
—No te conozco, ni tú me conoces —murmura con la puerta entreabierta a punto de irse.
La luz del pasillo está apagada y solo la luz de la luna nos ilumina.
El frío comienza a rozar mi piel, pero de forma autómata camino hacia él.
—Eso no significa que tenga planeado irme.
—Tienes razones para dejarme.
—¿Eso quieres? ¿Que me vaya? ¿Una novia fugitiva en su noche de bodas? —Me detengo frente a él. Siento su mirada sobre mí. Mis pechos se endurecen con su cercanía y calor masculino.
—Eres mi esposa. Serías una esposa Fugitiva, más bien. —Su mano pasa lentamente por mi mejilla y coloca un mechón travieso detrás de mi oreja. Cierro los ojos para disfrutar de esto que me hacía falta y no tenía idea.
Me deleito con su cercanía y el sentimiento de protección que emana. No me cabe duda alguna: Darío es el dueño de mi cuerpo y con quien perdí la virginidad.
¿Por qué se comporta como si no lo recordara? ¿Por qué no ha mencionado nuestra noche de romance y placer? ¿Acaso no sabe que era virgen, hasta que lo conocí esa noche antes de la boda?
—Bésame, por favor. —La petición se escapa de mis labios y miro a Darío, expectante. Ya no hay vuelta atrás.
El deseo crece fuerte dentro de mí a cada segundo que lo tengo así de cerca.
Me desconozco.
La Tatiana tranquila y virginal ha desaparecido. Ahora esta loca maníaca deseosa de sexo salvaje es quien ocupa su lugar. Esto es lo que quiero, a este hombre que tengo frente a mí.
Subo mi mano y la poso en su pecho. No trae el traje puesto, solo una camisa. Con rapidez, retiro los dos primeros botones.
Me detiene.
Siento su mano sobre la mía y la presión hace que sienta los latidos de su corazón desbocado. Está igual de nervioso y ansioso que yo.
—Darío...
—Buenas noches, Tatiana.
Y atraviesa la oscuridad del pasillo, dejándome con las ganas y el deseo de yacer al lado de su cuerpo otra vez.
ESTÁS LEYENDO
Novia Fugitiva - DE VENTA FISICO EN AMAZON-
Teen FictionTatiana Mattew es ofrecida como pago a un hombre viudo para ser su esposa y así su padre poder pagar la deuda colosal que tienen con banqueros corruptos. Ella no desea contraer matrimonio, mucho menos con ese hombre al que todos apodan el Sombrío. T...