Hace poco mas de un año
—Dime algo, hermano. Lo que sea, pero dime algo —ruega mi gemelo.
—No voy a arremeter contra ti, Dawson. —Le doy un sorbo al whisky escocés que tengo en la mano y lo miro de frente. Jamás he sabido esconder mis temores. Mejor morir enfrentándolos que morir intentando escapar de ellos—. Te acostaste con Arianna.
—Estaba borracho. —No tiene razón en disculparse, menos con esa simpleza—. No sabía que ella...
—¿Que era mi esposa? ¿Tu cuñada? ¿No sabías que era ella a quien te follabas? Vamos a ver si entiendo... Llegaste a mi casa, subiste a mi habitación, viste un culo sobre la cama, te quitaste los pantalones y se la clavaste como a cualquier puta de esas que te coges en bares.
—Darío...
—No he terminado —lo interrumpo—. Luego del sexo desmedido, te largas y dejas que yo llegue. Al verme, ella es tan desvergonzada de decirme en la cara que se acostó contigo. ¿Voy bien?
Se pasa la mano con desesperación por la cara. También me desespero, pero no en con arrepentimiento como Dawson, más bien por la impotencia de no poder hacer nada contra ninguno de los dos.
—Lo siento, de verdad lo hago.
—Sigo sin terminar. —No me importa lo que sienta, lo que piense y lo que hizo que él se acostara con Arianna. Ya nada me interesa—. Ye crees tan hombre que puedes andar por el mundo acostándote con cuanta falda encuentres, tan libertino y con falta de un buen escarmiento.
—No eres mi padre —resuella, furibundo.
—No, no lo soy. Soy tu hermano. Tu maldito gemelo, se suponía que tu otra mitad. El hombre que estuvo a tu lado por nueve meses dentro del vientre de nuestra madre. Tu amigo, tu compañero. ¿Qué hice para que me odies así? ¿Para que quieras joderme tanto que decidiste acostarte con mi mujer?
—¡Te desquitas conmigo y no con ella! ¡Estaba borracho como un perro! No sabía de mí. ¿Cuál es la excusa de ella? ¿Por qué demonios todo recae sobre mí?
Se levanta y comienza a caminar de un lado a otro en el estudio. Parece un tiburón enjaulado en un diminuto espacio, dentro de un acuario y con todos los ojos puestos en él a la espera de que haga un movimiento indebido. Sí, soy el hombre con el arpón, esperando para lanzarle la flecha cuando se descuide. Odio sentirme así. Odio creerme inferior ante mi propio gemelo. ¡Tenemos la misma edad, por el amor de Dios! Somos tan idénticos y a la vez tan distintos. Él está acostumbrado a vivir la vida a su manera, a tomar lo quiere cuando quiere y hacer lo que quiera. En cambio, yo siempre tuve que ser el encargado de la empresa, el cabeza fría, el pensante, el que podía calcular todos los pros y contras de cada negocio. Mi hermano siempre lo tuvo fácil. Por eso, en cierto modo, sé que soy culpable de su desperdicio de vida y talento, porque yo lo dejé perder tal y como lo hicieron nuestros padres. Desde niños éramos tan diferentes. Yo era el correcto: pendiente de hacer bien las tareas del hogar y las de la escuela. Nuestros padres nos colocaron en los mejores colegios dentro y fuera de Italia. Intentaban que nuestra preparación y educación fuera siempre la mejor. Sin embargo, mi hermano siempre quiso marcar la diferencia. Lo malo es que lo hacía de las formas incorrectas; se saltaba las clases, huía de nuestros padres, iba a clubes cuando aún no tenía la mayoría de edad, se mezclaba con gente de mala calaña, fumaba cigarrillos desde las dieciséis, bebía alcohol y se dejaba consumir en bares de poca monta. Me acostumbré desde muy joven a cubrir su espalda, a cubrir cada uno de las irresponsabilidades que cometía. En mi terquedad y deseo de proteger a mi gemelo, mi confidente y mi mejor amigo, me cegué. Me cegué y no me di cuenta del mal camino que él transitaba, hasta que fue tarde, hasta que ni yo pude evitar que él saliera de ese mundo de corrupción y desperdicio. Ahora comienzo a ver lo que otras personas veían en él. El único modo de diferenciarnos es que yo era tan recto y él tan imperfecto.
—Su traición no me duele como la tuya. Tú eres mi hermano, mi otra mitad. Lo que le dolía a uno de nosotros, el otro lo sentía. ¿Qué sucedió con eso? ¿No sientes mi dolor, hermano? ¿No sientes lo que causaste?
Su silencio me mata. Veo el arrepentimiento en sus ojos, cómo ellos están en llenos de ese brillo y esas lágrimas que no ha dejado caer. Atisbo cómo su corazón acelerado quiere escapar del sufrimiento que hay en su cuerpo. Ambos actuamos igual cuando estamos arrepentidos y no sabemos cómo pedir perdón.
Pero en mi corazón lo siento en cada latido: es tarde para perdones. Es tarde, dado que siento como si hubiesen clavado un puñal en mi pecho, frente a una turba, como si yo fuese responsable de viajar para darle un mejor futuro a mi familia, como si lo que hacía era estar metido dentro de un bar 24 horas al día tomando alcohol y de juerga con mujeres que al otro día no iba a recordar.
No es mi caso, es el caso de Dawson, mi gemelo.
Siempre he sido tan correcto. Intento hacer lo mejor para todo el mundo y resulta que es cierto el adagio común y popular: a las personas buenas todo les pasa, tanto lo bueno como lo malo. Empiezo a creer que a las buenas personas les pasan cosas malas porque están tan concentradas intentando ayudar a otros, que descuidan ellos mismos sus espaldas. Se descuidan de quienes se supone deben de cuidarlos y protegerlos, de velar por su salud y por su tranquilidad.
Cuando me casé con Arianna, no se me pasó por la cabeza que ella sería tan desvergonzada como para acostarse con mi propio hermano en nuestra cama y conmigo de viaje. Era inconcebible. Aunque mi gemelo me dijo que esa mujer podía traer la perdición a mi vida, no le creí, pues estaba enamorado de ella y porque para mí era la correcta.
Tal y como nuestro padre nos hizo prometer antes de fallecer, una vez que un Magghio se casaba, lo hacía para toda la vida, sin importar que la vitalidad se le fuera en ese matrimonio.
—Me iré un tiempo. No puedo estar aquí, no sabiendo que soy el causante de tu dolor.
—Es bueno que lo sepas y lo entiendas. Tú eres el que me ha traicionado. Las mujeres vienen y van, pero tú... —Me levanto y coloco mi dedo índice en su pecho—. ¡Mírame, maldita sea! Eres mi hermano, mi sangre. Tú fuiste quien me traicionó.
—Nos vemos en unos meses, hermano.
—Ya lárgate —siseo.
Sale del estudio. Tras él se va la copa con el poco whisky que quedaba, dado que la estrellé contra la puerta.
Se hizo añicos, al igual que mi corazón, mi mundo y mi relación con Dawson.
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Novia Fugitiva - DE VENTA FISICO EN AMAZON-
Teen FictionTatiana Mattew es ofrecida como pago a un hombre viudo para ser su esposa y así su padre poder pagar la deuda colosal que tienen con banqueros corruptos. Ella no desea contraer matrimonio, mucho menos con ese hombre al que todos apodan el Sombrío. T...