Capítulo 4

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                     •Nunca seré tuya•

Me acercó lentamente a él rodeando la cama, sus ojos al fin, después de todo, muestran algo más que frialdad dándome un pequeño indicio que está bestia si tiene corazón.

Su mirada me recorre con lentitud mientras sus labios me dedican una sonrisa. Es inevitable que su cercanía no cause mil estragos en todo mi cuerpo, mi corazón se me quiere salir y mis pensamientos son un remolino atroz

Estoy ardiendo. Sus palabras hacen eco y la tentación que me causa ver su cuerpo me confunde. Estoy jugando con fuego y quiero arder.

-Yo...- susurró una vez estoy frente a él. Levantó mis brazos posando mis dedos suavemente contra su pecho y el simple contacto hace que mis vellos se ericen- Nunca seré tuya.

Tomó valor de dónde sea y mi voz sale más dura de lo que pensé. La sonrisa que decoraba su Perfecto rostro desaparece y sus ojos se calvan en mi con evidente molestia

Hago un ademán para alejarme pero me toma de la nuca con fuerza y me deja a centímetros de su rostro. Su mandíbula está tensa, la vena de su cuello resalta y sus ojos escupen fuego.

-Eso ya lo veremos- Intenta acercarse a mis labios pero giro mi rostro con todas mis fuerzas y sus labios se topan con mi mejilla

Me quedo allí, con el pulso al mil y mi piel ardiendo. Estoy segura que esto me cuesta más que a él. Y joder, no lo entiendo.

-Mejor acostumbraste a esto vida, pequeña. Que no se te olvide que tu padre te vendió y adivina a quien le perteneces.- exhala mi olor y su voz es ruda 

Duele. Duele tanto, porque tiene razón. Y lo odio con todas las fuerzas de mi alma, todo de él, pero odio más que tenga razón, en todo. Me obligó a mantener la calma, no lloraré, por lo menos no le daré el gusto de que me vea rota.

-¿Que?. ¿Te duele que tenga razón?- susurra haciendo presión en mi nuca como si leyera mis pensamientos- ¿te duele saber que nadie en este puto mundo daría más de lo que yo di por ti?- afirma con severidad

Hijo de...

Siento un nudo en la garganta impidiendo que respire con normalidad, sus palabras se clavan en mi pecho y mis ojos arden. Me mueve con rudeza y me obliga a encararlo, en cuanto nuestras miradas se encuentran, su expresión es severa y aprieta la mandíbula con dureza.

-Responde.- espeta- Que te queda claro una jodida cosa, Rose. Aquí no eres nadie, en mi vida no eres nadie, en este maldito mundo no eres nadie, y si estás aquí, es porque se me da la puta gana de que lo estés.- afirma- Me vale mierda lo que tú quieras, pienses o desees, me perteneces, porque para eso te compré.- sentencia con los dientes apretados

Mi corazón termina de romperse y una lagrima, tímida y dura, cae por mi mejilla. ¿Por que me afecta las palabras de un tipo como el?, lo odio, lo odio con todas mis fuerzas.

-Todo perfectamente claro.- asiento lentamente con la cabeza dándole una sonrisa triste. Me suelta con fuerza y pasa a mi lado directo al baño.

Cierro los ojos con fuerza y dejo salir todo el aire. Mi pecho sigue ardiendo. Es mi culpa, es mi culpa cree por una brevedad de segundos que una bestia como él tenía algo más que un pedazo de piedra como corazón.

Mi alma cae en mis pies y suplico a todos Los Ángeles, al cielo, al todos los dioses e incluso al universo, que me ayude para poder salir de aquí. No soporto este infierno, prefiero la muerte antes de vivir un solo día con ese maldito arrogante, troglodita y patán bestia.

Caigo en la cama y me encojo dejando mis piernas en mi pecho. Respiro hondo mil veces y oculto el dolor en cada parte de mi ser, no quiero llorar, no hasta que él se marche y me deje sola de nuevo. Quiero estar sola, necesito pensar, necesito llorar con libertad, y no le daré el gusto de que él vea como sus palabras se tatuaron en mi alma.

Sale del baño unos minutos después que parecieron eternos. Me tenso de inmediato y no levantó la mirada a él en ningún momento. Mis manos tiemblan y el miedo ha vuelto, tan pulsante como severo.

-¿Puedo llamar a mi hermanita?- No lo miro en ningún momento y mi voz es apenas un susurro pero severo y distante. El miedo a que se niegue se hace real cuando sus labios se abren

-Hablaras con ella cuándo yo lo diga.- afirma y cierro los ojos con fuerza. Supongo que tenía que intentarlo.

Suspiro con pesadez y giro mi rostro para no notar su presencia aunque sea algo inútil.

Escuchó la puerta cerrarse de un golpe y levantó la mirada. Respiro hondo al percatarme de que al fin se ha ido. Entonces, allí, en medio de una cama estúpidamente enorme y suave, iluminada por una pequeña lámpara, dejó caer mi cuerpo con suavidad sin dejar de abrazarme a mi misma por las rodillas

Me permito llorar, permito que la rabia, el dolor, la frustración y aquellos amargos recuerdos salgan a través de las gotas saladas que emana de mis ojos. Lloro por todo, por cómo en menos de dos semanas mi vida cambios. Podría no haber tenido una vida Perfecta o feliz, pero era mi vida, era lo que tenía y hacía lo que quería, no tenía un maldito arrogante demonio tras de mi recordándome lo poco que valgo en este puto mundo.

Me arde el pecho y mi cabeza pesa. Me siento tan rota, tan sola y tan dañada, quisiera en verdad poder ser libre, desearía jamás haberle hecho eso a mi padre para que me odiara de aquella forma.

Porque es por eso, es la única verdad, mi padre me odia por haberle quitado la vida a mi madre, le arrebate la felicidad, el amor, una familia y la oportunidad de una vida plena, le arrebate a la mujer que amaba en el momento en que decidí meterme en las asquerosas droga, si tan solo no me hubiera espacio esa noche, si tan solo ella no me hubiera ido a buscar, todo sería tan diferente ahora, porque ella dio su vida por mi.

Tomó la almohada y ahogó un grito cargado de sufrimiento.

De repente. La puerta se abre haciendo que me incorpore con temor. Siento mi mirada  borrosa y mi pecho no deja de doler. Una mujer, de tez blanca y lindos ojos verdes me observa con suavidad y una sonrisa triste deja sus labios.

La recuerdo por una brevedad de segundos, es la mujer que entro cuando por poco me desmayo. En sus manos tiene una bandeja de comida, giro mi rostro y vuelvo a llorar sin poder evitarlo

-Ven linda. Come un poco- siento como la cama se hunde, me acaricia la espalda y por alguna razón, su toque me reconforta un poco

Me levantó de la cama lentamente, su sonrisa se amplía y sus arrugas se notan aún más. Huele bien, a flores y a galletas, se parece tanto a mi mamá que eso me hace dar muchas más ganas de llorar

-¿Estas bien?, ¿te duele algo cariño?- limpias mis lágrimas con suavidad pero eso las aumenta

-Estoy bien- miento y le doy una sonrisa. Ella me mira con curiosidad y asiente lentamente con la cabeza

Acomoda la comida en mis piernas y bajo la mirada a ella. No tengo apetito, estoy segura que tantas preocupaciones me han cerrado el estómago por completo.

-Cariño tienes que comer. Llevas días sin probar bocado, podrías enfermar y créeme, esa no es la solución- Me toma de las manos-. ¿Sabes que veo cuando te miro?, eres muy valiente, muy valiosa y fuerte, estoy segura que mi niño Max lo verá y se arrepentirá de aquellas lágrimas. No te rindas ahora- sonríe y sus ojos bajo aquellas arrugas me observan con dulzura

Respiro hondo, tomó el cubierto y me termino el pequeño desayuno que la anciana me a traído. Sus palabras me han llegado hasta lo más profundo. No porque quiera que Maximiliano me vea como ella, si no porque acaba de decir algo muy cierto, él se arrepentirá, y de eso me encargaré yo personalmente.

¿Quiere guerra?, ¿quiere medir quien es más fuerte?, ¿quiere jugar con juego?, Perfecto. Yo misma lo haré perder él control y su placer tendrá nombre. Él solo conoce a la Rose rota y dañada.

Morirás en vida como acabas de matarme Maximiliano Massaro.

ARDER Where stories live. Discover now