Capítulo 27

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  •Vamos a poner a la zorra en su lugar•

Paciencia. Es lo único y lo poco que no soporto en esta vida. Tener que esperar durante horas para poder lograr tu objetivo, en verdad me pone de muy mal humor.

Me recuesto en el auto y mantengo mi pequeño micro a mi lado. Observó la entrada suspirando con pesadez y me obligó a mantener la calma.

Cuándo estoy a punto de mandar todo al carajo, mi objetivo sale del club caminando con las siliconas marcadas y revoloteándose como la barata que es.

-Ahora- ordenó por el micro y una camioneta negra, blindada y sin placas aparece frente a ella oponiéndose a su paso

Escuchó como grita y la satisfacción de darle un merecido me hace sonreír satisfecha. Pongo el auto en marcha y Juan, mi guarda personal, va a mi lado con la computadora en sus manos mientras apaga las cámaras de seguridad y oculta todo rastro de que estuvimos allí.

Primera lección: jamás permitas que nadie sepa que estuviste en el lugar del crimen.

Conduzco por unos minutos y acomodo mis anteojos negros. Hoy especialmente hace calor y el sol en la gran cuidad está en su punto más alto. Pongo un poco de música en la radio y observo de reojo a Juan quien tiene su cara de concentración. Y a decir verdad, a pesar de que sea un poco mayor, es bastante atractivo.

Entramos en las bodegas que quedan en el puerto donde Max transporta su mercancía al mundo y escondo la camioneta dejándola un poco alejada del puerto tras unos árboles. Camino con superioridad hasta llegar a la bodega

El olor a humedad y demás cosas me inunda, pongo una mueca de asco. Pinto mis labios de rojo intenso mientras camino a ella, tiene una venda en los ojos y puedo escuchar su respiración pesada

Los guardas se ponen a mi alrededor. Observo algunos cuchillos que la señora Cassie me ha dado y los tomo con una sonrisa. Es hora de poner a prueba tanto entrenamiento.

Hago un ademán con la cabeza para que se deshagan de la venda y Juan lo hace. En cuanto la rubia se encuentra conmigo, su semblante cambia a ira y odio absoluto

Me acerco a ella haciendo que mis botas suenen por la bodega que está un poco oscura.

-¡La maldita niña tiene agallas!- chilla la rubia tratando de mantenerse en calma

Suelto una risilla y chasqueó la lengua negando con la cabeza. Me pongo a su altura ya que está amarrada de manos y pies en una silla.

-Sólo quiero que aprendas cuál es tu lugar.- digo con calma posando el cuchillo por su mandíbula

Esta completamente llena de miedo y a punto de llorar.

-¡Max!- grita y sus ojos brillan. Giro mi rostro y me tenso al percatarme de su presencia

Tiene el ceño hundido, los brazos en el torso y sus ojos no se despegan de los míos. Desde anoche no sé nada de él, cuando regrese a casa tome mis pocas cosas y fui a dormir con Sophia quien no deja de maldecir y criticar a la rubia. Dándome así una idea estupenda. Y bueno, aquí estamos, no sé cómo es que la bestia sabe de esto, pero por lo menos, estará aquí para ver en lo que me convirtió.

-¡Max, dile a esta estupida perra que suelte!

Sonrió con malicia y me giro a ella aún con mi cuchillo en su cuello. Se tensa cuando hago una sutil fuerza y me acerco a su rostro con miles de kilos de maquillaje.

-¿Que pretendes?- pregunta serio, tras de mi haciendo que mi corazón lata como loco. Me incorporo y su pecho firme choca con mi espalda

ARDER Where stories live. Discover now