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—Entonces, ¿Paola es italiana o española?—pregunta Adri cogiendo una patata del bol. El crunch, crunch al masticar resuena mientras espero para darle respuesta.

—Es italiana, pero lleva demasiado tiempo en España ya como para no considerarla de aquí.—acerco la mano al recipiente azul que reposa entre ambos, lista para coger algo de comer yo también.—Lo único es que como pasa mucho tiempo en el restaurante con su familia, tiende a meter palabras en italiano en mitad de la frase. O a pronunciar las cosas raro.

—Eso me suena familiar.—el editor hace ese gesto que ya me he dado cuenta le es rutinario, y se rasca la nuca pensativo.—Estoy convencido de que cuando la conocí me llamo Adrianni o algo del estilo.

—Te lo estás inventando.—me río. Es imposible que mi amiga dijera una cosa así y no lo hiciéramos inmediatamente chiste nacional. Me acordaría perfectamente.

—Bueno si, pero te he hecho reír, ¿a que sí?—pongo los ojos en blanco. Razón no le falta, pero su chiste ha sido un poco mierda.

Después del momento en su cuarto, bajamos al jardín a meter los pies en la piscina. A base de sus bromas absurdas, comentarios random y la amabilidad del chico, mis nervios se han disipado.

Lo cómoda que me estoy sintiendo con Adrián es exagerado. Por un momento se siente como si los últimos cinco años de nuestras vidas jamás hubieran ocurrido. No es como cuando teníamos quince años y estábamos aprendiendo a manejarnos por la vida, pero esa conexión de antes sigue intacta.

Es curioso, porque estamos hablando y poniéndonos al día como si se tratará de un encuentro habitual. Y no como si en este punto ya contemos como desconocidos.

—Vale, ahora te toca a ti contarme cómo es que acabaste con Plex. ¿En que momento te hiciste editor del YouTuber más famoso del país?—en los últimos meses, la fama del chico ha crecido exponencialmente. Sus seguidores ya se cuentan en millones.

Y Adri está involucrado en ello.

—Bueno, bueno. No digas eso muy alto que luego se le sube el ego y no sabes lo insoportable que se vuelve.—bromea el editor.—En realidad creo que fue paciencia y esfuerzo. Como dijo Saiko: yo lo soñé.—está claro que su obsesión con el granadino es real y no solo postureo. Pero no sabe que el verdadero es Quevedo.— Cuando acabe el grado estuve haciendo cosas por mi cuenta y escribiendo a gente que conocía. Y al final un día sonó la campana y Plex me habló para darme una oportunidad.

—Flipo.—respondo sorprendida. Es cierto que recuerdo de Adri su pasión por el tema y las ganas que tenía de triunfar. Me parece increíble que lo haya conseguido, de hecho, sin casi conocerle ya, me siento muy orgullosa.—Y luego distéis la vuelta al mundo y ahora eres famoso.

—Que le hago, Ale. Estoy hecho para destacar.

—Si, bueno.—le vacilo.

Aquí a su lado las cosas parecen tan sencillas, que las dudas que me rondaban la cabeza antes de venir quedan en un segundo plano.

—No pero, ahora fuera bromas, la vuelta al mundo ha sido bastante dura.—comenta mirando al horizonte.—No sabes lo cansado que ha sido trabajar los ochenta y cinco días seguidos, sin dormir, mal comiendo y en un sitio diferente cada vez.

Verano | Adrián IglesiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora