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Verano de 2019, Julio


Darle vueltas y más vueltas al tarro. Eso es lo único que hacía con Lili a mi lado. Como siempre, nuestro plan era tomar el sol.

En bikini, decidiendo si escribirle a Adri o si no.

Pensaba que los dos estábamos en el mismo carro, ósea, había aparecido en casa de Mario de la nada. Luego nos habíamos liado en la piscina después de colarnos y jugarnos el cuello a meternos en un problema con la policía .

Y ahora, tres días de nada. Ni un mensaje, ni una llamada, ni un like en Instagram.

¿Qué le pasaba?

—Tía.—Lili se da la vuelta en la toalla, para que el moreno se reparta de forma equitativa por todo su cuerpo. Cada quince minutos, un temporizador suena y esa es nuestra señal para cambiar de lado. 

El mecanismo perfecto si alguien me pregunta.

—No, deja de decirme tía. Eso lo llevo oyendo la última media hora. Yo quiero una solución.—grito al cielo, aunque de poco sirve, porque salvo la nube ocasional que tapa el sol, nadie parece oírme.

—Lo que no entiendo es: ¿por qué no le escribes tú?—mi amiga se baja las gafas de sol, hasta apoyarlas en la base de su nariz, como tratando de hacer un punto.

—Pues porque no.—en realidad no tengo ninguna razón más que mi orgullo. Pero es que pienso que debería ser él quien me hable. Creo que yo ya he dejado bien clara mi posición.—No sé Lili. ¿Tú crees que debería hacerlo?

La morena clava sus ojos castaños en los míos.

—Ya está, dame el móvil.—le paso el artilugio, con la pantalla brillante, pues hace apenas una semana que le cambié el cristal templado, y no hay ninguna raja que impida ver bien las letras.—Le voy a mandar yo el dichoso mensajito.

—Pero que suene creíble.—la morena puso los ojos en blanco mientras buscaba el usuario de Adrián en mis seguidores.

—He de decir que es más guapo en persona.—mi boca forma una o perfecta al escuchar el comentario de Lili.

—TÍA.—las risas no tardan en inundar el bordillo de la piscina. En realidad, estoy tratando de disimular los nervios, pues me da pánico de pensar en que en la mente del chico sea una obsesa.

Porque es verdad que he sentido cosas estando con él. Obviamente no me he enamorado ni mucho menos, pues a penas nos conocemos bien. Pero el poco tiempo que hemos pasado juntos ha sido tan divertido, tan bonito y tan único que me da rabia perder la oportunidad de saber más el uno del otro.

La toalla de rallas rosas se arruga cuando Lili se pone de pie para venir hacia mi. Cuando las compramos, lo hicimos pensando en que quedaran bien juntas. Es por eso que la suya es rosada, la mía verdosa y la de Paola azul. Sólo que la italiana casi nunca está, pues se pasa la gran parte del verano ayudando en el restaurante.

No voy a quejarme pues siempre nos consigue la mejor pasta y alcohol para las fiestas, pero claro, hecho de menos a mi amiga.

Las dos nos sentamos en el bordillo de cemente, con los pies colgando dentro del agua fresca. 

Verano | Adrián IglesiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora