008
No lo creo hasta que no lo veo. Literalmente.
—Vamos a ver Mario, son las tres, ¿tú crees que aquí va a haber alguien?—bostezo.
Me suelto el pelo y dejo caer los mechones morenos, la tensión del recogido estaba provocándome dolor de cabeza. La noche ha sido intensa, sin duda. Es de las desventajas de trabajar en el bar, que algunos días acabas casi sin sentir las plantas de los pies.
Otras acabas con números de teléfono de chicos guapos. Aunque esas son menos habituales y suelen ir todos dirigidos a Paola.
El toque italiano la destaca entre los chicos.
—Ale, no voy a ser yo quien te lo diga, pero...—mi amigo no acaba la frase, porque al alzar la vista del suelo me encuentro con los dos chicos de antes.
Pues parece que si eran fieles a su palabra.
El coche, negro y moderno, está aparcado al lado del de Mario. Se me olvidaba que son amigos.
—¿Dudabas de nosotros?—pregunta de broma Adrián. Al escuchar su voz y su tono de vacile, me vuelven los nervios de nuevo.
Lo que paso entre nosotros es historia pasada, muy pasada. Pero por lo que sea sigo sintiéndome como aquella niña de quince años que quería gustarle.
Y eso que ni siquiera tengo claras sus intenciones. Es lo que digo, ahora es famoso. Podría tener a cualquier chica del mundo. No tiene ningún sentido que lo que busque en mi sea amoroso.
—Obviamente.—por suerte para los cuatro, no hace nada de frío en Madrid. De echo, ni una leve brisa llega.
Hay un par de segundos de silencio, en los que ninguno sabe muy bien que es lo que hacer o decir. En mi cabeza, frases que suenan mal en voz alta inundan mis pensamientos.
Joder si estoy nerviosa.
—¿Os ha gustado el restaurante?—rompe la incertidumbre Mario. Menos mal que está aquí, si no yo ya hubiera salido huyendo.
—Nunca había estado.—confiesa el editor.—Y en realidad está guay. No sé como no nos has convencido antes para que viniéramos con lo pesado que eres.
—En realidad es que siempre estamos tan hasta arriba que no me daría tiempo a saludar. Vamos, ya lo habéis visto.—se encoge de hombros el moreno.
Estamos los cuatro hablando en un corro, los conductores apoyados en los coches y Adri y yo en medio, nuestros codos casi rotándose. No hay tanto espacio.
O si lo hay y hemos elegido colocarnos así.
—Es verdad que si, cuando ha venido Alejandra parecía que iba haciendo malabares de tantos vasos que llevaba.—sonrío al comentario de Borja, el otro chico.
Parece el típico cacho de pan que se viste con pintas de malote, pero jamás podría judgarlo.
—Me ha recordado mazo al mercado flotante ese.—se rasca la nuca Adri.—¿Que país era? ¿Sri Lanka?
—Pero que dices Adri, si tu no fuiste porque te daba pereza.—Mario y Borja se ríen del editor, que pone los ojos en blanco.
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Verano | Adrián Iglesias
FanficEn el verano de 2019, cruzamos caminos. Y ya no supe nada más de él. Hasta hoy. Adrián Iglesias | FANFIC