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Conocer a Tina es un auténtico éxito. Tanto ella como yo encontramos un montón de cosas en común, la principal, siendo meternos con su hijo.

Lo bien que lo pasamos a base de reírnos de Adri es absurdo. Nos pasamos toda la tarde viendo fotos del chico de pequeño, escuchando anécdotas de su infancia y adolescencia y burlándonos de sus miles de ocurrencias.

Es una mujer excepcional y me alegra mucho que Adri haya tenido el coraje y la valentía de presentármela.

En general, nuestra situación ha dado un giro de ciento ochenta grados. Las cosas siguen siendo como siempre entre nosotros. El editor no ha dejado en ningún momento de ser el chico gracioso y detallista de siempre, sin perder ese toque que le hace tan único.

De hecho, en este mismo momento, tengo que apartar su mano izquierda de mi culo.

En las últimas tres semanas, hemos tenido citas de todo tipo. Desde recogerme del trabajo para ir a cenar a miradores de Madrid, como cuando éramos unos críos. Hasta salir de fiesta juntos, esta vez con Lili, Paola, Mario y Borja, porque Plex y su novia no pudieron unirse.

Quedan a penas seis días para el combate de la Velada, y los dos están dándolo todo con los entrenamientos. Aunque han montado un ring en medio del jardín de la mansión y se supone que uno de estos días van a pegarse delante de todos para que podamos verlo.

Por nuestra parte, las aventuras que no hemos parado de compartir no hacen más que hacerme súper difícil el guardar las distancias. Aún no ha habido ni un sólo beso entre nosotros. Adri se ha mantenido firme en eso, en demostrarme que no me quiere solo por mi cuerpo.

Pero eso no hace más que aumentar mis ganas de querer mandar esa norma a paseo. Como ahora, que bajo el sol de julio jugamos con una baraja de cartas al uno mientras comemos pipas. O hace tres días, cuando fuimos al parque acuático y estuvimos todo el día tirándoos por toboganes, compartiendo risas y emociones pero nada más.

Estás últimas semanas se me ha terminado de ablandar el corazón. No he hecho más que enamorarme más aún si cabe de él. Y después de las confesiones del otro día en casa de su madre, con la teoría del hilo rojo, no hago más que pensar que es mutuo.

Que somos el uno para el otro.

—He estado pensando.—comienza a decir, dejando las cartas amontonadas a un lado.—No me mires la baraja, que te conozco, tramposa.

—No pensaba hacer eso.—miento. Si pensaba hacerlo, pero el chico me conoce tan bien que es imposible ocultarlo. A veces le sorprendo sabiendo cosas sobre mi que ni la propia Lili conoce.—Bueno dime, que es eso que has estado pensando.

En un gesto nervioso, se pasa las manos por la nuca, re-ordenando su cabello hacia atrás. En realidad, no sólo él ha tenido tiempo de aprender cosas sobre mi. Ha sido mutuo. Ahora yo también soy consciente de las cosas que hace cuando está nervioso, o de las muletillas que repite constantemente.

Cuestión de pasar mucho tiempo juntos, que hasta las cosas malas se pegan. Si hecho la vista atrás, esta semana tan solo: hemos ido a cenar, hemos salido a montar en bici, hemos ido a la piscina de su casa varios días, al parque de toboganes de agua, un día lo pasamos juntos en la casa: él editando y yo con sus amigos a ratos jugando a la play a ratos molestándole a él.

Metiéndome de golpe en su vida.

—Creo que quiero hacerlo público. Lo nuestro.—se me corta la respiración y me atraganto con mi propia saliva al oír su declaración. Hacer lo nuestro público son palabras mayores. Implica que todo el mundo sepa que existo e implica reconocer que somos algo. Algo más que amigos, claro.

Porque en ningún momento de todo esto nos hemos llamado novio y novia.

—¿Me estás pidiendo salir?—mi respuesta es lo más ridículo del mundo, pero estoy completamente bloqueada por la emocionalidad del momento. Me siento como una niña de doce años cuando le dan su primer roce de labios.

O como la Alejandra de quince que por primera vez se enamoró de este chico, viendo como la vida une sus caminos de nuevo.

—Si, Ale.—se ríe Adri.—Quiero que seas mi novia y quiero decírselo a todo el mundo, si tu me dejas, claro.—se vuelve a burlar de mi.

No puedo llegar a entender como estoy tan enamorada de semejante idiota. Pero lo estoy, que es la cuestión.

—Claro que te dejo Iglesias, no seas idiota.—una sonrisa se estira en su boca. Y en ese momento es cuando decido que hemos pasado suficiente tiempo ya de cuarentena. Y que me ha demostrado lo suficiente también.

Rompo la distancia que nos separa y comenzamos a besarnos. Nuestro primer beso como novios. Después de cinco años, por fin, podemos decir que estamos juntos.

—Los chicos van a flipar cuando se lo diga.—responde ilusionado cuando nos separamos. Tiene su frente apoyada en la mía y las mejillas sonrojadas. Sólo puedo imaginarme que yo me debo de ver igual de ilusionada.—Y mi madre. Que lleva toda la vida apostando a que voy a morir soltero.

—Lili va a matarme.—niego con la cabeza.—Aunque bueno, en las últimas semanas le has empezado a caer mejor. Igual ahora sólo se enfada momentáneamente conmigo.

—Soy su favorito, aunque se niegue a reconocerlo.—dice mi, ahora novio.

—Lo dudo.

El silencio se ve roto por otra ronda de besos, que acaban con mi cuerpo encima del suyo sobre la tumbona de plástico en la que estábamos jugando. Por suerte ninguno de los chicos está en la casa, porque si no estarían ganándose un espectáculo de los buenos.

Sus manos viajan a mis caderas según el beso sube de intensidad. Y no lo voy a negar, las mías hacen lo mismo. Juegan con su cabello oscuro, para luego entretenerse con la cinturilla de su bañador de marca.

Al final, llevamos semanas aguantando las ganas de estar juntos de esta manera. Completos. Y no hay mejora forma de celebrar nuestro noviazgo que está, ¿no?

—¿Subimos a tu cuarto?—propongo con la voz ronca.

—Estaba esperando a que lo pidieras, princesa.













☀️
les amo jejeje
se acerca el final amigas,
espero que os haya gustado mucho

nos leemos pronto

Verano | Adrián IglesiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora