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Verano de 2019, Agosto


Molesta. Enfadada. Y sobre todo una mezcla entre dolida y obsesionada. No he podido dejar de pensar en ello desde que ha ocurrido. 

Me siento usada. Estúpida.

Siempre me he considerado una chica cautelosa, y que con mucha dificultad dejaba caer sus barreras para que pudieran conocerla. Con Adri, había dejado caer mis murallas una a una.

¿Todo para qué?

El chico, con su personalidad carismática, sus bromas y ocurrencias y sus comentarios pícaros, me había llegado a lo más profundo. Desde el primer día, cuando Mario nos presentó en las fiestas, pensaba que teníamos una conexión especial.

Todo mentira.

—Deja de pensarlo, Ale.—por suerte tengo conmigo a Lili. La morena acaba de salir de su casa con una tarrina de helado y dos cucharas. Un poco útil intento por alegrarme. 

Yo por mi parte, sigo en la misma posición en la que me ha dejado antes de entrar en la cocina: revisando mi chat con Adrián. Ahora ya no era Adri, mi mejor amiga le ha renombrado después del incidente.

Habíamos estado hablando todos estos días de antes, por instagram y hasta por teléfono. Finalmente, después de aquella cita frente a las torres de Madrid, habíamos dado el paso de comenzar a escribirnos.

Dos semanas hablando todos los días y a todas horas. No habíamos vuelto a quedar, ya que el chico se había marchado de vacaciones fuera de la provincia. Pero no nos había afectado en absoluto, porque hasta tres días antes, habíamos estado hablando pegados al teléfono.

Y ahora nada.

Silencio.

Tres días de ni un sólo mensaje. 

Al principio pensaba que le había ocurrido algo, y me entró tal preocupación que sólo las palabras sabías de mis padres sanitarios y una manzanilla pudieron tranquilizarme. Luego se me cruzó por la mente que se le hubiera roto el teléfono.

Todas esas ideas quedaron descartadas cuando subió una historia a su perfil de instagram, para que todo el mundo lo viera, con sus amigos. Eso me dejó claro el mensaje más que el leído y la última hora de conexión, que cambiaba pesé a que yo seguía sin recibir respuesta.

—Me siento estúpida, Lili.—la morena se sienta a mi lado y me pasa una de las cucharas. En ese mismo gesto, me quita el teléfono de la mano, de forma que no pueda seguir releyendo los mismos mensajes y conversaciones.—De verdad que pensaba que esto estaba yendo a algún lado.

—Te gusta Adrián.—suspira.—Y es una mierda porque el chico es tonto y no sabe apreciar lo que tiene delante. Pero mira, mejor que te hayas dado cuenta ahora del tipo de persona que es, que sólo lleváis un mes conociéndoos, y no más adelante.

En eso tiene razón. En todo, desde lo de que me gusta el aspirante a editor, hasta que me hubiera dolido el triple que esto ocurriera varias semanas más adelante.

Verano | Adrián IglesiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora