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La tensión se masca en el aire. Se siente como una de esas películas del oeste, en la que sabes que algo va a pasar en cualquier instante, pero no el cuando, y simplemente estás esperando, con esa música casi imperceptible de fondo.

Sin querer, me muerdo el labio, el sabor afilado de la sangre llega a mis papilas gustativas. Joder, que situación más desagradable.

—Te escucho, Iglesias. Pero más te vale ser sincero de una vez por todas.—se me está acabando la paciencia y ablandando el corazón a partes iguales, y esa es una mezcla que quiero evitar bajo cualquier circunstancia.

No necesito que el editor vea que puede llegar a mi porque soy una blandita y volver a aprovecharse de eso.

—Desde pequeño he tenido problemas con eso.—cierra los ojos, como si el recuerdo que le estuviera viniendo a la mente fuera demasiado doloroso como para compartirlo en voz alta. No voy a ser yo quien le pida que me cuente eso que le atormenta por dentro, porque no soy ese tipo de persona y sé que a su debido tiempo me contará la historia.

Si es que se gana una oportunidad, claro.

—Vale.—pero por mucho que le cueste, no puede hacerme a mi pagar siempre sus errores.

—Estas tres semanas que no hemos hablado, he estado yendo a terapia.—la confesión me golpea como una bofetada en la mejilla. Por un instante, me veo buscando aire, pues parece que mis pulmones se han quedado sin él.—Y estoy comenzando a ver las cosas de otra manera. Sé que no puedo seguir apartando a la gente que me importa de mi lado ni debo continuar huyendo de esos sentimientos que me dan miedo. Porque no son cosas malas, si no el comienzo de algo bonito.—la sombra de una sonrisa aparece en la comisura de sus labios.

Nos veo, por un instante, recorriendo las calles de Madrid de noche montando en bici, o viendo el concierto de su cantante favorito en directo. Le veo esperándome al salir del trabajo en medio de la madrugada.

Y sé que tiene razón, lo nuestro era el comienzo de algo bueno.

Las palabras se anudan en mi garganta, como si de pronto hubiera olvidado hablar. Después del peso de lo que me ha contado, nada de lo que pueda decir se siente correcto. Todo va a sonar estúpido en comparación.

—Gracias por explicarme esto.—desde luego que, con toda esta información, la situación cobra mucho más sentido. El porque no lo ha hablado ni siquiera con Mario, por ejemplo. O que ninguno de sus amigos me haya dicho nada, le han dejado el espacio de contarme su historia.

Y me parece bien. Porque así puedo perdonarle de alguna manera. No en el sentido de olvidar el daño que me ha hecho, porque es la segunda vez que ocurre y la segunda oportunidad que tira a la basura.

Pero el que sea consciente de sus debilidades, de como afectan a los demás, y que encima esté haciendo algo por cambiarlas me parece muy honrado por su parte.

Así al menos yo puedo seguir hacia delante con mi vida.

¿Por qué que otro paso voy a dar si no?

—Sé que es hipócrita pedirte otra oportunidad.—termina diciendo, se ha cansado de darle vueltas al hielo en el fondo de su café, que ya se ha acabado.

No voy a decirle que sí, porque sin duda sería de borde. Pero está claro que pedir una tercera oportunidad suena estúpido.

Sinceramente.

—Adrián...—me hace un gesto para que le deje continuar, así que me resigno a seguir escuchándole.

—No te voy a venir con el cuento de que a partir de ahora todo va a ser diferente, porque para mi va a ser un camino complejo el de conseguir bajar mis barreras y dejar que el amor entre en mi vida. —se me acelera el pulso con la anticipación de lo que va a decir, en especial, porque pese a todo, tengo clara mi respuesta.—Pero quiero andarlo contigo. Quiero que seas tú, la chica de la que me enamore con quince años, con quien pueda decir que he amado plenamente de verdad.—no conocía esa faceta tan profunda del editor, pero me encanta. Demasiado, diría yo.—Sólo es cuestión tuya saber si quieres que entre en tu vida de nuevo.

Lo que me temía.

Dar una tercera oportunidad, es claramente de idiotas. Y yo ante todo, no me considero una de ellas. Por lo que voy a llamar a esto, oportunidad dos y media.

—Iglesias.—suspiro.—si quiero tenerte en mi vida.—sus dientes relucen con la sonrisa que muestra.—Pero después de todo lo que ha pasado, no puedes pretender que haga como si nada. Dice mucho de ti que hayas decidido ir a terapia y mejorar tu vida en ese sentido, me llena de orgullo, de verás. Pero no puedo dejar que me hagas daño de nuevo.—asiente, comprendiendo lo que quiero decir.—Te dejo que vuelvas a mi vida, pero vas a tener que demostrar que realmente te importo. Vamos a ir paso a paso esta vez.

—Vale.—acepta mi propuesta.

—Bien, entonces empecemos por el principio.—coloco mi cabello marrón detrás de mis hombros, apartándomelo por el calor insufrible que hace. A veces me planteo cortármelo corto y olvidarme de él, pero la melena hasta la cadera es sencillamente preciosa.—Soy Alejandra, encantada.—una sonrisa burlona aparece en el rostro de mi acompañante.

—Adrián Iglesias, un placer.—espero que a la tercera vaya la vencida.

—Bien, oficialmente, comienza nuestra amistad. Tu objetivo ahora es no cagarla.—enrollo la servilleta de papel en una bolita y la lanzo en su dirección.

—Que poca fé me tienes, Ale.—niega con la cabeza bromeando, aunque en sus ojos veo reflejado aún el temor de perdernos el uno al otro después de tanto.

—Por lo que sea.—le vacilo de vuelta.

—¿Cómo tienes tu agenda de mañana?—pregunta mirando la pantalla de su móvil. Alzo una ceja, a saber que se le ha ocurrido ahora.

—Libre, esta semana trabajo algunas horas menos.—cortesía de Paola y su familia, que querían descansar también.

—Pues resérvame el hueco, tú y yo, tenemos una cita.—no tan rápido vaquero.—Como amigos.—añade viendo mi cara de desconfianza.—Te lo prometo. Quiero hacer las cosas bien Ale. Y pienso hacerlas. Esta vez, vamos a escribir bien la historia.

Le sostengo la mirada fija unos segundos.

Nunca he creído en la leyenda esta del hilo rojo, pero algo me hace pensar, que una cuerda bastante gruesa me une a este chico.

Somos él y yo. Y parece que siempre lo hemos sido.
















☀️

¿qué pensáis?

espero que os haya gustado mucho
nos leemos prontoo

Verano | Adrián IglesiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora