014
Madrid de noche. Las estrellas apenas brillando entre toda la contaminación lumínica. El ruido de los coches cortando el silencio.
Y nuestras risas vibrando por las calles.
—Vale señorita.—el tono de Adri, burlón, me saca una sonrisa.—Te he traído hasta el centro de Madrid para que hagas conmigo una locura.
Verás.
—No me hagas hacer nada ilegal, Iglesias.—le acuso. Pero no puedo disimular la adrenalina en mi voz, las ganas de vivir lo que sea que el chico tiene preparado para nosotros.
—Que poca fé me tienes.—se burla.
Seguimos caminando por la ciudad vacía, prácticamente es como si la capital fuera nuestra. Es como tener el mundo para nosotros solos, compartido con la luz de la luna y los esporádicos gatos y transeúntes.
Contrario a lo que dicen, Madrid es una ciudad que si duerme.
El moreno me guía hasta llegar a un parque, Madrid Río. No sé que es lo que se nos ha perdido exactamente aquí, pero de la misma forma que tampoco sé que es lo que estoy haciendo en la madrugada en la calle con un chico que apenas conozco en vez de durmiendo.
—¿Es ahora cuando me secuestras?—pregunto mirando a ambos lados. No hay nadie, así que si quisiera raptarme sin dejar rastro esta es su mejor ocasión.
—Tienes un sentido del humor curioso, Alejandra.—pongo los ojos en blanco. No es mi culpa que él no sepa valorar mi arte. Porque desde luego que mis chistes son un arte.
—No tienes ni la menor idea, eso es lo que te pasa. ¿Te he contado ya el chiste del paté?—la ilusión de mi voz hace que el chico a mi lado sonría. Y no sé porque, pero eso hace que sienta calor en mi corazón.
—Ilumíname.—los dos sabemos perfectamente que esta deseando escuchar la respuesta.
—Fua.—Adri se queda pillado un par de segundos, como procesando si ha escuchado bien lo que acabo de decir o si ha sido todo un espejismo.—¿Lo pillas? El paté es fúa y esas cosas...
—Déjalo Ale, déjalo.—el chico niega entre risas.—Es malísimo.
—Porque tú lo digas.—replico.
Precisamente por eso, porque yo lo digo.
Nos quedamos en silencio un par de instantes, hasta que finalmente, llegamos a nuestro destino. Con una sonrisa que demuestra que se siente muy orgulloso de su idea, Adri señala el vehículo que tenemos delante.
Vehículo no motorizado, por cierto.
Las bicis azules relucen bajo la luz de las farolas, como incitándonos a recorrer las calles en ellas.
—No es como montar en bici por las calles de Roma, pero creo que Madrid tiene cierto encanto.—Adri se rasca la nuca nervioso, como si de pronto le hubiera dado inseguridad su idea.
—Es genial, Adri.—nuestras miradas se cruzan en la oscuridad de la noche.—Pero espero que estés preparado para perder contra mi, pienso ganarte en esta carrera.
—Eso si que está por verse.
Entre los dos y con ayuda de un tutorial, sacamos las bicis de préstamo del stand en el que deben colocarse. Hace tiempo que no practico este deporte, pero por suerte dicen que es como conducir, no se olvida.
Antes de que queramos darnos cuenta, estamos pedaleando por la ciudad de los gatos callejeros. Pasamos por delante de Gran Vía, donde solo quedan taxis esperando a algún que otro borracho, luego recorremos la castellana, turnándonos para ver quien va más rápido. Al final llegamos a Atocha, la estación principal, bulliciosa durante el día y desierta ahora que los trenes están descansando.
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Verano | Adrián Iglesias
FanfictionEn el verano de 2019, cruzamos caminos. Y ya no supe nada más de él. Hasta hoy. Adrián Iglesias | FANFIC