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Lo bueno del tiempo es precisamente lo malo del tiempo, que se escurre entre nuestros dedos sin que podamos hacer nada.

Pero en este caso, agradezco que los largos días de julio pasen, y aunque agosto me depare la misma jornada laboral llena de mozzarella y boloñesa.

Paola y Mario se han esforzado los últimos diez días por tenerme ocupada. Me han incluido en todos sus planes de pareja recién formada, y aunque al principio no hacían más que recordarme a cierto editor, es verdad que al final han conseguido su objetivo y ahora sólo me siento la hija adoptiva de un matrimonio felizmente casado.

Aunque eso no quita que tenga mis rachas malas. Como dicen las lenguas antiguas, Roma no se construyó en un día.

La mañana de hoy la hemos pasado los tres juntos aprendiendo a hacer helado. O bueno, gelato, porque si lo dices a la española, Paola y su familia de mafiosos aparecen con un puñado de espaguetis y te apuñalan.

Es una broma, claro. Pero cuenta la leyenda que en una pelea de los hermanos Luchessi hubo tal impacto producido por un lazo de pasta que el moratón duró semanas. Y no tengo ganas de comprobarlo.

Después, Mario me ha acercado a mi casa mientras Pao ayudaba a sus padres en el restaurante con un par de cosas. Nosotros nos hemos dedicado a prepáranos para el servicio de esta noche hablando un poco de todo y nada.

Me cuesta aún creer que hace tan sólo dos semanas estaban confesándome que eran la pareja del año y en mi fuero interno yo estaba fantaseando con hacer planes de pareja con ellos y Adri. Estaba claro que el destino no tenía eso en mente para mi.

Lili se dedica todos los días a mandarme frases de pinterest para animarme, y aunque algunas son una gran mierda, otras me recuerdan que lo que tiene que ser será. Y lo que no, pues una pérdida para ellos, porque claramente yo soy maravillosa.

—Es idiota, Ale.—Mario me observa mientras me termino de peinar el largo cabello oscuro en una trenza. Siempre tenemos que llevarlo recogido, es una norma básica cuando trabajas en hostelería.

—¿Quién?—aunque en realidad, los dos sabemos de quien habla. Estoy poniendo en practica a técnica de olvidarle, sólo para ver si funciona tan bien como la primera vez.

—Adri.—mi amigo se rasca la nuca al responder. Sé, porque me lo ha dicho la italiana, que se siente culpable de no poder ayudarme con él. Pero es que se niega en banda a decirle nada a nadie que tenga que ver conmigo. Es mencionar mi nombre y literalmente deja de responder.

Ni que tuviera la peste o algo.

—Da igual, de verdad. Estoy ya pasando página.—acomodo la gomilla al final del peinado y me aseguro con un poco de gomina de que ningún pelo se salga de su sitio. Más que nada, porque si no es así, estaré en problemas.

Y creo que ha quedado bien claro porque no quiero estar en problemas con Paola y su familia.

—Aún así. En todos los años que llevo conociendo a Adri, te prometo que nunca se había comportado así de mal con nadie.—bueno, pues me encanta saber que soy la única a la que utiliza por su cuerpo. Una victoria para las mujeres, supongo.—No sé que narices le pasa contigo, Ale.

—Sencillamente, he concluido que es tonto.—eso arranca una carcajada a mi amigo, que se acerca y me da un abrazo de esos que te calienta el alma por dentro. Lo estaba necesitando desde hacía días, pero no sabía como pedirlo. Me alegra saber que Mario me conoce lo suficientemente bien como para saber lo que necesito sin que tenga que decirlo.

—Eso está claro.—me respalda.

—Además, ¿te puedes creer que prefiera a Saiko antes que a Quevedo? Eso si que es un error grave.—su risa vuelve a sonar en mi cuarto.—Nuestra relación estaba destinada al fracaso desde el principio, ¿ves?

—Si tú lo quieres ver así...—tampoco me queda más opción.

Porque si me dedico a pensar en que le he dado dos oportunidades a alguien que no me ha valorado en ninguna, lo único que ocurre es que me pongo de un mal humor horroroso. Y eso no me va a llevar a ningún lado.

Un rato después, los dos salimos de mi casa, tras despedirnos de mis padres, que saben que algo pasa pero como siempre me dejan mi espacio y confían en que les cuente las cosas cuando lo vea oportuno. El camino hasta el local lo hacemos con canciones a todo volumen, mentalizándonos de que vamos a pasar las próximas ocho horas escuchando la peor playlist de reguetón de la historia.

Porque Adri jamás me dio aquella que hizo para mi, y ahora claramente, no iba a dármela nunca.

Estúpido Iglesias.

Las horas pasan y como de costumbre, cuando acabamos de servir las mesas, Paola y yo nos pasamos a la barra donde servimos las bebidas alcohólicas a todo aquel mayor de edad.  Rosalía suena de fondo, por suerte, con una de las nuevas canciones que ha sacado.

No me cansaré de decir nunca lo maravillosa que es como cantante.

—Oye Ale, ¿ese no es el amigo de Adri?—me grita la italiana en el momento en el que me pasa un vaso con ginebra para que lo rellene de mezcla.—Puoi dirmi cosa diavolo sta facendo qui?

El corazón se me salta un latido al ver como el antiguo crush de Lili se acerca a la barra con paso decidido. Más vale que su amigo no haya venido a acompañarle, porque de ser así, Paola y yo tenemos muchas cosas que decirle y probablemente ninguna se pueda gritar en un establecimiento público.

—Hola.—saluda con timidez. Aunque le dura poco al ver la mirada asesina de la italiana. Sinceramente, a mi también me daría miedo.—Vengo en son de paz.

Si claro.

—Más vale.—mis palabras suenan secas, y sé que no se lo merece, pues él no tiene la culpa de las acciones del editor. Pero son amigos. 

—No tiene que ver con Adri.—¿entonces que narices hace aquí? La cara de Paola debe preguntar lo mismo, porque el chico se apresura a añadir.—Quería saber si me podíais pasar el número de Lili. Sé que sois amigas y ella y yo hablábamos antes...—mira al suelo sin saber donde meterse.—Y me gustaría recuperar el contacto.

Non c'è modo—niega mi amiga.—Dev'essere tutto uno scherzo del cazzo. Dove sono le telecamere?—no entiendo nada de lo que dice la italiana. Pero si, yo me pregunto lo mismo:

¿Dónde están las cámaras?

Porque está claro que a mi me graban.














☀️

Espero que os haya gustado mucho, 

nos leemos pronto

Verano | Adrián IglesiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora