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No recordaba su cama tan mullida. Es en lo único que puedo pensar, porque de lo contrario, una risa tonta se escapa de mis labios.

¿Cómo me las he apañado para acabar en el cuarto del editor durmiendo?

—Me siento una princesa.—me río de nuevo. El moreno me mira desde su silla, donde se pasa las horas enfrente del ordenador.

—Es porque lo eres.—replica, una sonrisa se forma en sus labios.—Pero, ¿puedes quitarte las zapatillas? Prefiero el olor a pies que la mierda de la discoteca.

—Bueno vale, pero porque me lo has pedido tú.—le respondo. Las deportivas se escapan de mis pies, y caen sorbe el suelo con un sonido sordo. Mierda, espero no despertar al youtuber ni al cámara.

—No te preocupes por estos.—bosteza Adri.—Si Plex esta claramente hablando con su medio novia. Se pasan así todas las noches.

—Que monos.—el comentario lo digo sin más. Pero los ojos del moreno se posan en mi con curiosidad, haciéndome replantearme el sentido de mis palabras.

—Podríamos ser nosotros.—después de eso, se hace el silencio. Ninguno de los dos sabe muy bien que decir.

Porque es verdad. Podíamos ser nosotros desde hace cinco años, o podríamos ser nosotros ahora mismo. Pero no lo somos, porque los caminos de la vida nos han llevado a ser desconocidos.

—En realidad, tengo sueño.—confieso. Los ojos se me han comenzado a cerrar por el cansancio.

Al final llevo despierta desde por la mañana, y no solo eso, si no que la fiesta, el alcohol y los nervios de tener a Saiko al lado me han dejado muerta.

—Voy a por un pijama.—masculla el chico. Se levanta de su escritorio, en el que estoy más que convencida que pasa todas las horas de su vida.

Una de las paredes de la habitación es un armario enorme. No muy preocupado por el ruido, abre las puertas y comienza a rebuscar entre los cajones.

Los párpados me pesan tanto que temo quedarme dormida antes de tiempo. Me concentro en recordar los momentos de esta noche para seguir despierta.

Creo que mi favorito ha sido cantar juntos al granadino. Aunque el hecho de que nos hayan invitado directamente o que me haya traído hasta su casa en vez de hacerme coger un uber también ha significado algo.

Aunque claro, no puedo estar segura de que. Malditas señales inconclusas del puto editor.

—¿Necesitas ayuda?—acabo por preguntar ya que parece que se le está complicando la actividad.

—¿Qué prefieres Ale, chándal o calzoncillos?—pregunta rascándose la cabeza. Una risa se escapa de mis labios al escuchar la propuesta, es que este chico es un completo desastre.

—Pero, ¿están limpios?—bromeo.

—Claramente Alejandra.—aunque su sonrisa me demuestre que le ha hecho gracia. Obviamente, si es que soy la persona más graciosa del mundo.

—De todas formas, creo que prefiero el chándal. Me parece un poco menos indecente.—unos pantalones grises vuelan directamente en mi dirección. Un segundo después llega también una camiseta blanca ancha.—Cierra los ojos, que voy a cambiarme.

—¿No puedo mirar?—las mejillas se me incendian al imaginarme la situación. Que vergüenza.

—Claro que no, Iglesias. No me seas salido.—le regaño. Si no fuera por la borrachera, tal vez no me hubiera atrevido a decirle esas palabras.

Pero es el efecto de los etílicos.

—Está bien, morena.—cuando compruebo que, efectivamente, no me esta viendo, me deshago de la ropa de fiesta y me pongo las prendas que me ha dado.

Su colonia me envuelve fuertemente, como si el propio Adri me estuviera dando un abrazo.

—Ya estoy.—cuando él vuelve a mi lado, también lleva un pijama. Que es bastante similar al mío.

Muevo mi cuerpo a la izquierda en la cama, para que el editor también tenga hueco en el colchón.

Adri se deja caer a mi lado, su peso hundiendome a mi también. Otra risa tonta vuelve a escaparseme.

—Vamos a dormir, anda.—me dice el chico, girando para quedarse enfrente mía.

—Está bien. Buenas noches, Iglesias.—nuestros rostros están a escasos centímetros. Pero no es momento de besarse, así que sencillamente nos dedicamos a mirarnos el uno al otro, hasta que cierro los ojos.

Su respiración suave me acompaña, mientras me adentro en el camino de los sueños. Sin embargo, antes de llegar a quedarme dormida, Adri habla.

—Oye Ale, quería hacerte una pregunta.—parece que es algo a lo que lleva un tiempo dándole vueltas, porque si no, no elegiría este momento para preguntármelo.

—Dispara.—le digo, abriendo los ojos para que sepa que le escucho.

—Creo que deberíamos hablar en algún momento de porque nos distanciamos en dos mil diecinueve.—manda huevos que diga eso, teniendo en cuenta que he sido yo la que ha querido sacar el tema antes. Además, que se distanció él, no yo.

—Ahora no es el momento, Adri. ¿No crees?—bostezo.

—Puede ser. Es sólo que me da cosa que nos pase lo mismo.—susurra, casi como si me estuviera contando un secreto.

—Demuéstralo entonces, que tus actos hablen más que tus palabras.—siempre he sido fiel creyente de ese mantra. Y debería saberlo.

—Pienso hacerlo.—al decir eso, acerca sus dedos a mi cintura.

Con cuidado, haciendo una suave caricia, introduce sus dedos por debajo de la camiseta y comienza a trazar círculos sobre mi piel desnuda.

Un pequeño escalofrío me recorre. Pero los dos somos conscientes de que no estamos sobrios como para que pase nada entre nosotros.

Eso no impide que me pegue más a el, haciendo una especie de cucharita. Los dos envueltos en un abrazo el uno contra el otro.

Así, finalmente me quedo dormida. Aunque mis últimos pensamientos me mantienen en tensión.

Lo cómoda que me siento con el editor solo me recuerda a cuando nos conocimos y pensé que había encontrado a mi persona. Pero claro, no se me olvida como acabo esa historia.

Y es que por mas que vea y sepa que somos personas distintas, no puedo evitar tener miedo.

No quiero que me rompa el corazón de nuevo.













☀️
espero que os haya gustado
nos leemos!

Verano | Adrián IglesiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora