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Verano de 2019, Julio.








A veces me gustaría poder ir a la playa. Pero es verdad que si todos los veranos nos marcháramos a algunas de esas calas de la costa de Almería o a las Islas Baleares, me perdería lo mejor de esta época del año. Lo único por lo que me merece la pena sufrir el calor inhumano de Madrid.

Las fiestas de los pueblos.

Ha sido Liliana, quien comparte la pasión conmigo por ponerse morena en el borde de la piscina, quién me ha liado para salir esta noche.

Que no me hacía falta, total, ya me lío yo sola.

—¿Vas a empezar a vestirte?—me pregunta tirándome la falda vaquera desde el armario.

Interesante prenda para la noche.

—Es que eres muy lenta, me da pereza esperar.—continuo viendo Instagram, donde las chicas de la zona suben fotos de lo que van a ponerse. Siempre es complicado elegir el outfit, una no quiere desentonar. No quiero ni verme demasiado formal ni demasiado cutre.

Los boomerangs y las fotos editadas con VSCO son nuestra salvación para eso.

—Alejandra, mueve el culo ahora mismo, que sino vamos a ir tarde.—me tira del pie que tengo fuera de la cama, y me arrastra hasta el suelo.

Bueno, parece que no queda otra.

El proceso de maquillarse y vestirse es rápido en mi caso. Lo único en lo que tardo un poco más es en alisarme el pelo. Lo tengo ondulado, de un color marrón oscuro y en una cantidad que asusta a las mejores peluqueras.

Sin embargo, cuando lo plancho queda perfecto. Y yo me siento una completa diosa, así que merece la pena el esfuerzo.

Lili por su parte, sabe mucho más de todo lo que tiene que ver con la belleza. Así que cuando ve el resultado final en el que quedo, siempre me añade pequeños detalles.

—Ven anda, déjame que te ponga highlighter en la nariz.—cierro los ojos y mi mejor amiga me aplica un poco del polvo brillante.

—Gracias.—le sonrío a mi reflejo en el pequeño espejo de mano que me pasa ella.

—Vale, pues creo que ya estamos.—entre las dos guardamos todo su maquillaje en el neceser del escritorio.

Luego nos aseguramos de dejarlo todo recogido y de hacernos una cantidad de fotos suficientes como para llenar varios álbumes enteros.

No vaya a ser que en el futuro se nos olvide este día.

El grupo con el que vamos a salir la noche de hoy no es muy grande. Nuestra amiga Paola del instituto, que acaba de llegar de Italia y chapurrea un español bastante interesante, y Mario, uno de los chicos de nuestra clase con los que hemos hecho buenas migas.

Al final siempre somos nosotras dos y luego gente que nos cae bien. Pero el núcleo, la clave, somos la dupla Ale y Lili.

Cenamos una pizza congelada que calentamos rápidamente en el horno. La familia de Lili es bastante abierta y despreocupada, así que cada vez que salimos de fiesta cenamos en su casa.

A mis padres les da igual, pero no es plan molestarles con sus ya bastante incómodos horarios del hospital. No quiero hacer ruido la única noche que no tienen guardia.

—¿La bebida quien la trae?—le pregunto disimuladamente, aunque a sus padres y a los míos poco les importa, no se nos olvida que somos menores de edad.

—Paola, ya sabes, la saca del restaurante.—se me había olvidado por completo. La italiana, tiene un pequeño negocio que está comenzando a despegar. Y de su bodega es donde nos servimos para las noches de diversión.

—Cierto.—asiento saboreando los últimos bocados de pizza barbacoa. Una tremenda aberración según nuestra amiga, pero no está aquí para verlo, así que no puede sentir el golpe.

Sobre las doce, cuando estamos listas, salimos de la casa de mi amiga. Al final nos hemos decidido por faldas cortas y una camiseta corta. Al menos así no moriremos de calor.

—¿Qué es lo que esperas de la noche?—me pregunta mi mejor amiga. Colgada de mi brazo, lo único que suena en la acera es el ruido de nuestras zapatillas contra el asfalto.

La parada del bus no queda lejos.

—Aquí, bajo las estrellas.—miro hacia arriba, donde la luz amarilla de una farola tapa las constelaciones.—Le pido a la vida encontrar el amor.

Mi mejor amiga estalla en carcajadas.

—¿Tú crees que vas a encontrar a tu futuro esposo entre los coches de choque o como?—le saco el dedo de en medio como respuesta.

Bueno quien sabe, tal vez si.

—Déjame en paz Liliana, soñar es gratis.—le recrimino.

—No desde luego.—se vuelve a burlar. Parece que hoy tiene ganas de meterse conmigo.

—Bueno, y si no es el amor, ¿tú que esperas encontrar esta noche?—contraataco. La castaña se queda pensativa varios segundos, los que tardamos en llegar al poste de metal que señaliza la parada.

Glamour, ¿verdad?

Vamos de fiesta en limusina. Solo que la limusina la compartimos con cincuenta personas más.

—No sé Ale. Quiero pasármelo bien, bailar, disfrutar del verano y de la música y estar con la mejor amiga del mundo mundial. La buena vida.—responde. En ese momento llega el autobús, así que escaneamos las tarjetas y nos subimos al transporte, que va lleno de personas de nuestra edad.

Parece que van a ser las fiestas del año.

Pasarlo bien, obviamente ese también es mi plan. Al final, tan solo tenemos dieciséis años, tampoco tenemos porque encontrar ahora nuestro príncipe azul.

O bueno, la persona que nos haga felices, porque ha quedado demostrado ya que eso de los príncipes solo existe en las películas.

Y eso que yo soy bastante princesa.

—Supongo que tienes razón.—le digo.

—¿Y cuándo no, Ale?—le sacaría el dedo de en medio otra vez, pero estamos rodeados de personas y tal vez no sea lo mas adecuado.

—¿Entonces te gusta esta foto?—le pregunto cambiando de tema. Todo el mundo está subiendo como va vestido y no voy a ser yo menos.

—Si, pero etiquétame, que siempre se te olvida.

—¿A mi? Nunca.—la castaña me mira con los ojos abiertos de par en par.

Bueno, puede que sea mentira.








☀️
Os leo 🫣
Espero que os haya gustado,
nos leemos pronto

Verano | Adrián IglesiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora