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Paola y Mario me miraban sonrientes frente a la puerta del restaurante. Acabábamos de acabar la jornada del día, y aunque sin inconvenientes, estaba muerta.

La fiesta de hace dos noches, me altero los ciclos del sueño y eso que ya los tengo bastante trastornados con los horarios de trabajo.

—Bueno que.—les digo señalándoles con el dedo índice.—¿Vais a confesar ya que estáis juntos o no?—la risa nerviosa de la italiana es lo primero que me lleva como respuesta.

Cosa vuoi che ti dica, Ale? Non possiamo nasconderlo—esa es la respuesta de mi amiga. Llevo años oyéndola hablar italiano, sin embargo no soy capaz aún de entender el idioma a la perfección.

—Pao.—el brazo de Mario le pasa por encima de los hombros, en un gesto cariñoso.—Vamos a contárselo ya.

—Esta bien, amore mio.—dice la rubia.—Pues si, ya lo viste la otra noche.

—Claro.—pongo los ojos en blanco. No se me olvida que se fueron de la fiesta literalmente y me dejaron allí.—Si me dejasteis sola con los chicos.

—Y con Adri.—me recuerda Mario.—Que no te dejamos mal acompañada.

Touché.

No voy a quejarme de eso, desde luego. Tanto el editor como sus amigos me trataron como una auténtica reina. Y si pienso en la mañana y la tarde que pasamos juntos Adri y yo, aún se me suben los colores.

Por suerte la poca luz que ilumina el ambiente no es suficiente como para mostrar los colores que pintan mi rostro. O eso pienso.

—Se está sonrojando.—me señala Paola.

—Suficiente hablar de mi.—la interrumpo. No me gusta por donde esta yendo la conversación ni lo siguiente de lo que va a acusarme.—Contadme cómo es que estáis juntos. Porque yo tenía mis sospechas, pero claro, nada había podido confirmar hasta ahora.

—Es una larga historia.—empieza Mario. Una pequeña ráfaga de viento me pasa por la espalda, provocándome un leve escalofrío .—Siempre hemos sido muy amigos. Eso ya lo sabes. Y el roce hace el cariño la mitad de las veces, así que una tarde en las cocinas, que vine a echarles una mano con las comidas pues...

—Ya Mario, no le des más detalles que luego le va con el chisme a la Lili.—Paola se lleva las manos a la cabeza, tapando su rostro cubierto de vergüenza.

—Oye, como si Lili no tuviera que saberlo.—la señale.—Se lo vais a contar eventualmente.

—Bueno si, de hecho yo creo que tiene sus teorías porque la última vez que hablé con ella me lanzó un par de indirectas...—deja caer la italiana.

—Ay, que queréis que os diga.—termino dando un saltito de ilusión.—Me alegro mucho por vosotros.

Los tres nos unimos en un pequeño abrazo. Y luego, me alejo un poco de ellos para darles espacio y que se den un beso de despedida.

Es hora de que Mario y yo hagamos el camino de vuelta a casa. Porque me quiero ir a dormir cuanto antes.

Aprovecho para mandarle un mensaje a Adri, que ya lleva varios días sin dar señales de vida. He asumido que estaría ocupado, pero bueno tampoco me cuesta nada mandarle un mensaje y ser yo quien de el primer paso.

De paso veo que mi mejor amiga me ha escrito también. Y ahora que está despierta con eso de la diferencia horaria, le digo que en cuanto llegue a casa le pienso llamar.

—Nos vamos, tortolitos.—con el grito en el cielo consigo que Mario y Pao se despeguen.

El moreno conduce sonriente hasta mi casa, pese al cansancio que debe de llevar acumulado de todo el día. Ay lo que nos hace el amor.

—Bueno Ale.—dice el chico aparcando frente a mi casa.—Ya me contarás los detallas de tu día en la mansión de los youtubers. Adri no se ha ido de la lengua con ningún detalle.

—¿Has ido buscando chisme?—abro la boca con sorpresa.

—Bueno si, pero tu igual conmigo y con Pao.—se defiende.

—¿Ahora la llamas Pao?—alzo una ceja mientras abro la puerta del coche, lista para bajarme ya.

—Déjame en paz, cotilla.—le saco la lengua como respuesta antes de entrar en casa.

Rápidamente me ducho y me pongo el pijama. Antes de llamar a Lili reviso los mensajes, solo para ver que el editor me ha dejado en leído.

Vaya, recuerdos de Vietnam.

Voy a asumir que una vez más está ocupado y achacarlo a ello de nuevo.

Tampoco me da tiempo a pensar mucho más, porque la cara brillante de mi mejor amiga aparece en la pantalla.

Los primeros minutos nos ponemos al día. Ella me cuenta que su vida en Australia va viento en popa, que tiene un grupo genial de amigos y que encuentra trabajos de aquí por allá.

Han hecho algunos viajes y en las próximas semanas planean ir a la costa este. Un viaje para ver canguros y hacer surf disfrutando del mar.

Yo por mi parte le cuento nuestras aventuras en el bar, el concierto de Saiko y que pase la noche en casa de los famosos más famosos de España.

Sus caras de emoción son una auténtica diversión. De cuando en cuando aprovecho y le saco captura, me voy a hacer un álbum al final de la videollamada.

—Mira, este es el grupo con el que fui.—haciendo grabación de pantalla le muestro una foto de todo el grupo que nos hicimos.

Estoy tentada de decirle algo sobre Mario y Paola, pero algo diferente capta su atención.

—Ale tía.—me dice.—Ese es Borja. El chico del que me pillé hace unos años que era de mi gimnasio.

—¿El mismo Borja que es amigo de Adri?—cierto es que yo había visto fotos de él hace cinco años, pero igual que con el editor, entre lo cambiados que estaban y lo que había pasado eran irreconocibles.

—El mismo. Pero no vayas a decirle nada.

Curioso el destino, siempre haciendo de las suyas.

Tampoco pensaba hablarle y menos ahora que Adri llevaba varios días sin dar respuesta.

Esta situación, estaba empezando a darme flashbacks.

Y no precisamente buenos.













☀️

¿teorías?
espero que os haya gustado
nos leemos!

Verano | Adrián IglesiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora