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La música comercial es bastante estruendosa, al menos dentro. En la parte de la terraza se respira un ambiente más tranquilo.

Pero a mi me toca la barra, así que la italiana y yo movemos el cuerpo de forma acompasada mientras servimos las bebidas. Es como una coreografía preparada: vasos, hielos, me giro y cojo la botella, el refresco... y ella hace lo mismo pero en el lado contrario.

Por fin, con Quevedo de fondo, podemos tener una pequeña conversación.

—¿Cómo está yendo la noche?—pregunta con su acento que hace que parezca que cante con cada palabra.

—Pao, no puedo esperar a que llegue la hora de ir a casa.—confieso. Mi amiga se ríe y pone los ojos en blanco.— Además estoy dándole vueltas a algo. Puede que tu me puedas ayudar.

—¿Con que cosa?—me pregunta abriendo una lata de fanta de limón y sirviéndola en dos vasos. Desde que éramos adolescentes, ese siempre ha sido nuestro refresco favorito.

—¿Tú sabes quien puede ser un tal Adridublus o algo así?—tengo el móvil en el bolsillo trasero de los pantalones, pero sacarlo no es una opción. Lo tenemos más que prohibido hasta que acabe nuestro turno.

Amica, con esa información impossibile—en realidad no la culpo. Si ni yo misma sé quien narices es este chico.

—Tendré que preguntarle a Lili.—suspiro. Si no fuera por la diferencia horaria, ya le habría escrito. Pero a estas alturas, mi mejor amiga lleva varias horas dormida.

—¿Trabajando o cotilleando?—Mario se acerca a la barra. Vestido de camarero no averiguarías que es un fiestero de primera.

Tampoco que es uno de los amigos más leales que puedes tener, que ha vivido toda la adolescencia a mi lado. Ni que es quien religiosamente me acerca al trabajo.

—Ambas.—le responde Paola. En la cara de mi amiga puedo ver que está suficientemente cansada como para querer irse a casa ya.

Y eso que el restaurante es suyo.

—¿Tú sabes por casualidad quien es un tal Adrian Doblaus?—le paso una botella de Coca Cola, que el chico recoge con habilidad. Piensa un par de segundos antes de que en su cara se forme una sonrisa burlesca.

Este sabe algo.

—Alejandra bro. ¿Cómo no te acuerdas de Adri?—tampoco puede decir nada más, pues se marcha con la bandeja llena de las comandas.

Paola y yo nos miramos sin entender mucho. Pero no es algo que podamos solucionar mientras atendemos a los clientes, que cada vez van más borrachos y comienzan a confundir las palabras.

Así es imposible saber si han pedido ron cola o vodka con limón.

La noche se me alarga desde ese momento. No puedo esperar a salir del restaurante y abrir el perfil del chico. Necesito respuestas.

Por fin, cerca de las dos, nuestro jefe, nos dice a Mario y a mi que ya podemos irnos. La pobre Paola va a tener que pringar un rato más hasta la hora del cierre.

Desventajas de ser la dueña, supongo.

—¿Me lo vas a contar o no?—le pregunto finalmente a mi amigo. Estamos ya cambiados, en el coche.

Arranca el motor, sin decir nada. Parece que le ha dado por hacerse el místico hoy.

—No entiendo cómo le has olvidado Ale.—niega con la cabeza al darse cuenta de que sigo con la misma cara de no entender nada.— Adrián Iglesias, mi amigo.

Trato de hacer memoria de quien es el chico del que me habla, pero la realidad es que con solamente su nombre no me vienen más que una mezcla de personas a la cabeza.

Mario es extremadamente sociable, hasta el punto de que tiene demasiados amigos. Es imposible averiguar quien es este Adrián del que habla.

—No se, dame algún dato más sobre él.—aunque en realidad, no le doy tiempo a darme una respuesta.—Espera, me acaba de hablar justo ahora.

—Le has invocado.—bromea mi amigo, que no despega la mirada de la carretera oscura por la que conduce. La zona en la que vivimos tiene menos iluminación que un campo abandonado.

Abro el chat rápidamente. Con ansías.

@adridobylus

saiko va a superar a quevedo
el aprendiz siempre mejora al maestro

pero que dices
chico, te falta industria musical

jajsjjaja
justo


—¿Me vacila?—gruño mirando la pantalla. Esto es absurdo.

—Probablemente, es lo que más le gusta hacer en el mundo.—dice como si fuera obvio mi amigo, que además, aparca el coche frente a la cancela de mi casa.

—¿No vas a contarme nada?—la situación esta comenzando a molestarme. Si Mario sabe quien es, podría iluminarme un poco.

—Alejandra, sabes que normalmente no me importa quedarme y charlar un rato. Pero son las casi tres de la mañana y estoy reventado. Mañana en el restaurante hablamos.—se despide.

Genial, ósea que me deja como estoy.

—Está bien. Pero solo porque voy a stalkearle ahora.—las respuestas las voy a encontrar. Sea como sea.

Nos despedimos con un saludo, y sin hacer apenas ruido entro en casa. Me doy una ducha para quitarme el olor a italiano del cuerpo y me meto en la cama.

Estoy molida. Pero tengo una misión.

Abro por última vez en el día de hoy la aplicación de instagram. En la lupita de búsqueda me aparece el usuario de Adrián de forma inmediata.

Con curiosidad pincho en su perfil.

¿Qué?

Aparte del círculo verde que indica que estoy entre sus mejores amigos, también aparecen los cuatrocientos mil seguidores que tiene.

¿Desde cuando me codeo yo con famosos? ¿Quién es este chico y porque nos seguimos?

No es hasta que abro una foto en la que se le ve hace un par de años que un breve recuerdo se cruza por mi mente.

Aquellas fiestas.

Por eso Mario se acuerda, porque también estaba y porque siguen siendo amigos.

Ósea que...

¿Oficialmente puedo decir que me he liado con un influencer?







☀️
Mejor tarde que nunca, espero que os haya gustadooo

Nos leemos pronto

Verano | Adrián IglesiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora