III - Yo quería ver series gays

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Han

Mi cuerpo no está para nada dispuesto a enfrentar el nuevo día; amanecí un poco ansioso, especialmente después de la noche que tuve. Anoche, mis padres volvieron a tener una de sus peleas interminables, y no fue una discusión común. Fue una de esas noches en las que todo se vuelve una tormenta de gritos y portazos. Al menos nada físico, pero igual es una melodía caótica que parece no tener fin, aunque ya estoy totalmente acostumbrado.

No podía soportar más el ruido, así que me senté en mi ventana, buscando un respiro. Afuera, el aire frío de la noche parecía un alivio, pero el ruido seguía atravesando las paredes como un eco interminable. Necesitaba escapar de todo eso, aunque fuera por un rato. Así que saqué el paquete que siempre tengo escondido en mi habitación, ese que me proporciona un poco de paz en medio del caos. No es que me guste mucho, eso sería mentir.

(En realidad, me gusta bastante. Es uno de esos placeres culpables que a veces trato de racionalizar, como si justificarlo pudiera hacerlo menos dañino.)

La verdad es que a veces es lo único que me ayuda a desconectar, aunque el resultado no siempre sea el más ideal. Así que lo de siempre: me fumé un poco, Cannabis, mi fiel y leal amiga, dejando que el humo se mezclara con la angustia del momento y me ofreciera una breve escapatoria. La sensación de relajo y ligereza me envolvió, disipando las sombras de la ansiedad que acechaban en mi mente. Después de todo, es una forma de lidiar con la ansiedad y el ruido constante que parece seguirme a donde vaya. Sin embargo, sé que no es una solución a largo plazo, sino más bien una forma de posponer lo inevitable.

Justo en ese instante de calma, sintiendo que el mundo se desaceleraba a mi alrededor, escuché el grito familiar que me sacó de mi burbuja.

—Jisung, ¡ya levántate!— Ah, mi mamá, cuando se acuerda que existo, me levanta cuando ya es tarde. Solo me despierta directamente cuando es algún mandado tardado, pero ahora solo me grita desde donde sea que esté en la casa, como si mi voluntad de quedarme en la cama fuera un acto de rebeldía.

Salí de la cama con la misma energía que un zombi en huelga de hambre, moviéndome con pesadez y sin muchas ganas de enfrentar el día y mi vida en general. Mi habitación parecía aún más desordenada a la luz de la mañana, como si un huracán hubiera decidido instalarse ahí. Pero, sinceramente, no me preocupé demasiado. Tenía otras prioridades, como encontrar algo para desayunar que no me hiciera desmayar al primer bocado.

La cocina, como era de esperar, no era un gran paraíso culinario. Abrí el refrigerador con la esperanza de que, por alguna magia cósmica, hubiera algo decente, pero solo encontré una botella de leche casi vencida y un par de huevos en un estado de dudosa frescura que podría considerarse una declaración artística moderna. El nivel de entusiasmo en la nevera era tan bajo como el mío; podría jurar que incluso la leche tenía una expresión de resignación. Busqué en los estantes, moviendo frascos de condimentos y cajas de cereales olvidados, pero no encontré nada que valiera la pena. Podría haber utilizado esa mezcla de especias que prometía ser "lo mejor del mundo", pero en este momento ni siquiera estaba seguro de que las especias no se hubieran aliado con el moho, que no se note que ya esta siendo necesario ir por despensa.

Después de un momento de frustración, decidí que no era el mejor momento para intentar cocinar algo elaborado. Mi cabeza aún estaba medio nublada, como si un ejército de nubes estuviera marchando en círculo dentro de mi cráneo, y mi apetito no estaba en su mejor forma, por lo que era mejor dejar de lado cualquier ambición culinaria. Así que opté por una solución rápida y sencilla: tomé un par de rebanadas de pan del cajón, un aguacate de una bolsa de frutas que ya mostraba signos de madurez extrema (es decir, me estaba pidiendo a gritos que lo usara antes de que se convirtiera en una pasta verde), y un poco de sal.

Aprendiendo a amar [Minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora