VI - Viva el té

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Han

Estaba un poquito ido.

Ya saben, a veces uno se encuentra en ese punto intermedio entre la realidad y el desvarío, donde las cosas parecen un poco borrosas. La verdad, no me sentía tan mal como antes, pero la ansiedad seguía ahí, escondida en algún rincón de mi mente, acechando como un gato en la sombra. Mi pierna aún temblaba un poco, un ligero espasmo nervioso que me delataba, pero nada de qué alarmarse. Después de todo, había aprendido a lidiar con esas pequeñas señales de incomodidad.

Estaba tan perdido en mis pensamientos que no me di cuenta cuando alguien más entró a este lugar, hasta que esa persona se acercó y se sentó conmigo en la acera. En un principio, no le di importancia, absorto en el paisaje urbano que se extendía ante mí, pero luego decidí echar un vistazo de reojo. Y ahí estaba él, Minho.

Genial, ahora va a creer que soy un drogadicto sin futuro. La idea de que se sentara a mi lado en este momento me hizo sentir una mezcla de vergüenza y incomodidad. ¿Por qué tenía que ser él? No era el tipo de encuentro que había imaginado. Su mirada parecía indagar, como si intentara desentrañar los secretos que escondía tras la fachada de indiferencia que había construido con tanto esfuerzo.

Lo intenté ignorar, centrándome en el asfalto agrietado y los ruidos de la ciudad que parecían distantes, pero era imposible no notar su presencia. Minho, con su actitud despreocupada y esa chispa en los ojos que a veces parecía burlarse del mundo, era difícil de ignorar.

Hubo un silencio incómodo que se alargó por lo que parecieron mil años, aunque probablemente solo fue un minuto. No estaba seguro de si era yo quien estaba demasiado grifo para romper el hielo, o si él simplemente disfrutaba del silencio incómodo.  Ya después de ese rato, parece que el va a decir algo.

—¿Apoco le entras a eso, niño? —dijo con una especie de risa nasal.
Me reí, no muy fuerte, más bien una risa suave y relajada, como si todo esto fuera parte de un gran chiste interno. 

—Es para la ansiedad —le expliqué de forma casual, como si fumar para calmarse fuera lo más normal del mundo.

Y para mí, lo era, mi escape.

Él parecía sorprendido. —Te ves muy niñito para estar en eso —soltó una risita, y me observó con esos ojos que de alguna manera lograban ser tanto juguetones como serios al mismo tiempo.

Lo observé de vuelta, con los efectos de esto haciendo que todo en él se viera un poquito más atractivo de lo que ya era. Esa risita que soltó... tenía algo, algo que me hizo quedarme mirándolo más de lo necesario.

Espero que no lo haya notado

—Es mi terapia —dije, sonriendo un poco, como si esa respuesta lo explicara todo. Porque, en realidad, lo hacía. Me reí, y no pude evitar notar cómo Lee Know me lanzaba una mirada, algo entre divertido y curioso. Luego, sonrió.

¿A veces lo llamo Lee know y a veces Minho?

Confuso, quedémonos con Minho.

Seguimos conversando un rato mas, como si estar bajo todo esto me hiciera una persona mas extrovertida, por que así parecía, sabia que contestar y sabia seguirle sus temas de conversación... A veces me tiraba otra sonrisa sutil, y se sentía, raro.

...

Jeongin

Había estado bailando como si no hubiera un mañana, pero al final me detuve para ver la hora en mi celular.
Eran las 12 y no sé qué am. Perfecto, justo el tipo de noche que te hace preguntarte en qué momento te convertiste en el alma de la fiesta a las dos de la mañana, solo para darte cuenta de que ya es medianoche.

Aprendiendo a amar [Minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora