XXVIII - Luna y Sol

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Han

Maldita noche de mierda. Odio todo, absolutamente todo. Cada pequeño detalle de esta experiencia horrible, horrible. No paro de llorar; El torrente de lágrimas parece no tener fin. Fue horrible. Me siento como si estuviera atrapado en un túnel oscuro del que no puedo escapar. ¿Qué hago? ¿Me meto a bañar y me restregó todo, como si pudiera lavar esta sensación de asco y vulnerabilidad? ¿Lloro más? ¿Me aspiro unas líneas? Joder, qué horrible, horrible, horrible.

Es que... yo, Dios, solo iba por una maldita manzana, una manzana! Simplemente eso. No puedo entender por qué el universo me trata de esta manera, como si estuviera destinado a sufrir. ¿Por qué no me avisa al menos? Cada vez que creo que las cosas van a mejorar, algo así sucede. Me siento tan vulnerable, tan expuesto. Hasta mi mamá lo mandó a dormir fuera de la casa, maldito, y no se, me siento...como si yo fuera el problema, como si fuera mi culpa que él no pueda controlar su ira y sus pensamientos asquerosos...

Dios, no sé qué hacer. La atmósfera en la casa es densa, cargada de tensión, y los gritos que resonaron en las paredes son un eco constante en mi mente. Él es un monstruo, una persona espantosa, y todo esto comenzó con una simple manzana. Bajar por ella se convirtió en un viaje a la locura. Venía con los audífonos puestos, la música sonando en mis oídos como un intento de ahogar el ruido de mis pensamientos. Tal vez fue mi culpa no estar más atento, pero no vi que él estaba saliendo de la cocina, listo para continuar con su ritual de embriagarse y ver un estúpido partido de fútbol. No lo vi venir, no lo vi acercarse, y de repente, ¡bam!, choqué con él.

El vaso de vidrio le cayó en el pie, y el sonido del cristal rompiéndose resonó en mi cabeza como un disparo. Todo se volvió un caos instantáneo. Mi mamá estaba en su cuarto, ajena a lo que sucedía, atrapada en su mundo de dramas coreanos, disfrutando de historias de amor y sufrimiento que eran mucho más simples que la vida real. Yo, en cambio, estaba en la línea de fuego, convertido en un blanco fácil para su ira. Él comenzó a gritarme un montón de cosas horribles, palabras punzantes que se clavan en mi pecho y me dejan sin aliento. Me empujó con fuerza, caí sobre mis brazos, el dolor inmediato fue eclipsado por la confusión y el miedo.

No me sorprende al mirar al espejo y ver esos moretones que están comenzando a aparecer, marcas de un encuentro que nunca debió haber sucedido. Pero, ah, no, por favor, no. En ese instante, vi a mi yo de 14 años frente a mis ojos, ese niño asustado y perdido que siempre ha tenido miedo de lo que podría pasar. Recuerdo cómo la mano de él se deslizó desde mi pecho hasta mis piernas, una sola pasada, y fue tan asqueroso, tan devastador, que me hizo sentir como si mi piel se estuviera desgarrando.

"Y no vuelvas a hacer eso", me dijo, como si yo fuera el culpable de todo, como si no supiera lo que hacía. Pero él sí lo sabía. Él sabe lo que está haciendo. Es un monstruo, un depredador disfrazado de padre, y en esos momentos me siento atrapado entre la necesidad de escapar y el deseo de ser escuchado, de que alguien sepa la verdad de lo que está pasando. Pero, ¿a quién podría contárselo? La idea de abrir mi boca y compartir esta pesadilla me aterra. El miedo a no ser creído, a ser juzgado, a ser visto como el problema, no se que mas hacer conmigo.

Siento que la desesperación me consume, como un océano implacable que no me deja respirar. Cada lágrima que cae es un recordatorio de mi impotencia, de que no tengo control sobre nada. Estoy aquí, sintiéndome pequeño y asustado, una víctima en su propio hogar. Es tan irónico, ¿no? El lugar que debería ser mi refugio se ha convertido en una prisión. Me pregunto cuántas veces más tendré que soportar esto, cuántas veces más tendré que bajar por una simple manzana y enfrentar la ira de un monstruo.

Los recuerdos se desvanecen y vuelven a mí en oleadas. La música que sonaba en mis audífonos se convierte en un eco lejano, incapaz de ahogar la cacofonía de mi mente. La risa de mis amigos, las pequeñas alegrías que solían llenar mis días, parecen tan distantes. Y aquí estoy, atrapado en un ciclo de angustia que no termina, luchando contra un enemigo que conozco demasiado bien, pero que no puedo derrotar. ¿Qué fue lo que hice para merecer esto? ¿Por qué me dejo llevar de esta manera? La ansiedad me consume, y la desesperación se aferra a mí como una sombra.

Aprendiendo a amar [Minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora