Aprendiendo a amar [Minsung]

XXII - Haz que no quiera morir

Minho

Ya amaneció (son las 3 de la tarde, lol). Lamentablemente, sigo enojado, y no sé si lo que pasó ayer fue inmaduro, tonto, raro, caótico o muy innecesario. La frustración me consume, y me pregunto cómo pude dejar que una simple conversación se convirtiera en este desastre monumental. Me encuentro repitiendo las palabras de Han en mi cabeza, tratando de desmenuzarlas, buscando alguna lógica que justifique lo que sucedió, pero no la encuentro. Es como intentar armar un rompecabezas con piezas que no encajan, y entre más lo intento, más me desespero.

Voy hacia la cocina arrastrando los pies, el eco de la conversación sigue ahí, martilleando en mi cerebro. Me estoy haciendo un café para desayunar (a las 3 de la tarde, porque mi vida claramente está desajustada) y lo estoy preparando con una rabia que no sé cómo contener. Cada movimiento que hago, desde encender la cafetera hasta coger la taza, parece cargado de resentimiento. Me quemé la mano al servir el agua, pero eso solo empeora mi humor. No me levanté con un "Buenos días lindo solllll", como suelo recibir cuando Han despierta antes que yo. Ese mensaje ridículamente feliz que siempre logra sacarme una sonrisa, aunque me cueste admitirlo. Pero hoy, ni rastro de él.

Estamos peleados. Es obvio. No hay emojis tiernos ni llamadas de voz llenas de risas. Solo silencio. Y odio cómo ese silencio se siente como una barrera infranqueable entre nosotros. Me molesta que él esté tan tranquilo en estas situaciones, mientras yo me quedo aquí, peleando con mis pensamientos, con el café, con el mundo. ¿Cómo es que Han puede dejar pasar las cosas tan fácil? O al menos, eso parece.

Le doy un sorbo al café, está amargo. No sé si es porque lo preparé mal o porque simplemente estoy demasiado amargado para disfrutarlo. Y mientras me siento en la mesa, solo, en este departamento que ahora se siente más grande de lo que debería, me pregunto si fui yo quien convirtió algo pequeño en algo gigante. Como siempre. Mi orgullo nunca ha sido mi mejor amigo, pero es fiel, demasiado fiel y grande, está siempre ahí para joderme.

 Pero, ¿Qué hago en esos casos? La respuesta es obvia: irme de fiesta, mejor terapia que esa no creo que exista. Es un escape que siempre ha funcionado, una forma de alejarme de la realidad, aunque sea por unas horas, saco mi celular y escribo en un acto impulsivo en el grupo de la banda, que saquen plan, algo, fiesta, lo que sea.

Mientras espero su respuesta, esos minutos se sienten eternos, como si el tiempo hubiera decidido detenerse solo para torturarme. La pantalla de mi teléfono brilla en la penumbra de mi departamento, y cada segundo que pasa parece intensificar el zumbido de mis pensamientos, creando un eco en mi mente que resuena cada vez más fuerte. Mis dedos juegan nerviosamente con el borde de la mesa, buscando una salida a esta inquietud que me invade. La impaciencia se adueña de mí mientras imagino lo que Han podría estar pensando, y esa idea solo aumenta mi frustración.

Me imagino su rostro, la mezcla de decepción y confusión, como si cada palabra que intercambiamos hubiera cavado un abismo entre nosotros. Mi mente divaga, recordando las palabras de Han, su tono de voz en cada pregunta, la forma en que sus ojos se apagaron poco a poco. Recuerdo cómo su tono se tornó tenso, cada sílaba cargada de emociones que ahora me pesaban como plomo. Sus preguntas me golpearon como una ráfaga fría, helándome por dentro, dejándome sin aliento. La idea de que mis palabras lo hirieron me resulta insoportable, y me encuentro atrapado en un ciclo de auto-recriminación.

Cada detalle de nuestra conversación se repite en mi mente como un mantra, y no puedo evitar sentir que he arruinado todo. El rencor que siento hacia mí mismo es abrumador, y la culpa se convierte en una bola de fuego en mi estómago. Sin embargo, tengo que recordar que en este momento, lo que más necesito es distracción. No quiero enfrentar lo que ha sucedido; no estoy listo para lidiar con mis emociones.