XXXI - Te amo con el alma [Final]

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Estoy completamente destrozado. Esa carta... joder, esa carta. Cada palabra, cada línea, parecen puñales atravesándome. Las letras están grabadas en mi piel, como cicatrices que nunca sanarán. La sostengo entre mis manos temblorosas, y siento que se me clavan en la carne, como si me dijera en silencio todo lo que nunca quise escuchar.

Las lágrimas no dejan de caer, cada una llevándose un pedazo de mi alma, como si intentaran borrar los restos de lo que alguna vez fui. Me duele respirar, me duele pensar, y aun así no puedo dejar de releer esas palabras que me rompen. Es como si mi corazón se estuviera desgarrando con cada latido, con cada lágrima que no puedo detener

Se fue.

Han se fue, y lo peor es que lo hizo pensando que era una carga, como si su existencia pesara más de lo que nunca podría darme. ¿Cómo puede él pensar eso? Él... él era mi luz en medio de tanta oscuridad, mi refugio cuando todo lo demás parecía derrumbarse.

Las palabras se mezclan en mi mente, como si intentaran darle sentido a algo que no tiene. Recuerdo su risa, esa risa que era tan rara, tan frágil y hermosa al mismo tiempo, como si fuera una melodía que se quebraba antes de completarse. Y ahora esa risa, su risa, es solo un eco lejano que se pierde en esta habitación que antes compartíamos y que ahora es un maldito abismo.

Mi chico. Mi mochi. Tan dulce, tan lleno de ternura, aunque él no lo viera así. Sus ojos de tapioca, profundos y tristes, siempre escondiendo el dolor que nadie más entendía, un dolor que él creía que lo hacía menos, que lo alejaba de mí. Y aquí estoy, agarrándome a esos recuerdos, preguntándome por qué no le dije más veces cuánto lo amaba, cuánto necesitaba que se quedara.

Mi amor por él era más fuerte de lo que jamás podría entender, y ahora... ahora ya no queda nada más que el vacío.

Me tiemblan las manos. Mis mejillas bonitas, como solía llamarlo. Y él me sonreía, aunque fuera por segundos, con esa mirada que tenía la inocencia de un niño y el peso de alguien que ha sufrido más de lo que debería.

¿Por qué? ¿Por qué no pude verlo antes, no pude hacer que entendiera que su existencia era lo único que necesitaba para ser feliz? ¿Por qué no le mostré que él era mi mundo, mi razón para levantarme cada día?

Siento que todo se derrumba a mi alrededor, que el mundo pierde color sin él. Duele, duele más de lo que puedo soportar. Duele como si cada parte de mí se rompiera, una y otra vez, cada vez que leo sus palabras, cada vez que pienso en la soledad que debió sentir en esos últimos momentos.

La culpa me carcome, el remordimiento me aplasta, se me clava en el pecho como un puñal que no deja de girar. Y solo puedo pensar en una cosa: que daría cualquier cosa, cualquier maldita cosa, por tenerlo de vuelta, por tomarle el rostro entre las manos, mirarlo a los ojos y decirle que nunca, nunca fue una carga.

Que él era lo mejor que me había pasado, la única razón que tenía para respirar cada día.

Y me pregunto, ¿en qué momento me equivoqué? ¿Cuándo fue que dejé de ver la oscuridad que se iba adueñando de él? Si yo hubiera visto antes que su dolor era más complejo, más profundo... si yo le hubiera arrancado esas horribles y asquerosas drogas de las manos, si hubiera luchado más, ¿todo sería diferente?

¿Estaría él aquí conmigo, sonriendo como solía hacerlo? Pero no, fui un cobarde. No pude salvarlo. La culpa me consume, me ahoga, incluso aunque él intentó tranquilizarme en esa carta diciendo que no era mi culpa.

¿Cómo puede no serlo? Si no fui capaz de ver cuánto sufría, cuánto se estaba hundiendo mientras yo solo miraba, confiando en que estaría bien.

Aquí estoy, llorando hasta quedarme sin aire, completamente destrozado, en nuestro rincón del parque, ese lugar que solíamos compartir, que ahora solo me recuerda que él ya no está. Las hojas caen a mi alrededor, y todo se siente vacío, sin vida, como si el mundo hubiera perdido todo su color, toda su razón de ser.

Aprendiendo a amar [Minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora