IX - Don mejillas

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Minho

—¿Y eso qué fue? —me digo a mí mismo después de acabar esa curiosa y rara plática en el grupo.

Siempre es el mismo escenario. Jeongin, con su habilidad especial para echar a perder todo, apareció con sus chistes y comentarios inesperados. En serio, cómo me cae mal a veces. Ese niño, con sus bromitas y comentarios inoportunos, me pone de los nervios.

Sí, estoy insultando a un adolescente. ¿Qué se le va a hacer?

Huevos.

A todo esto, el comentario de ese don mejillas me sorprendió. Igual, tampoco es que me vaya a enfadar por eso, pero al menos no me la esperaba. ¿Será que ahora sí ya hay más confianza? Esos comentarios no se los sueltas a un desconocido, o eso supongo.

Sí, dejémoslo en que ya tiene más confianza en mí.

Con todo este albur, la hora ya indicaba que era necesario dormir. O bueno, intentar dormir. No es ninguna sorpresa que tengo problemas con el insomnio. ¿Cómo algo tan sencillo como dormir me cuesta tanto?

Eso es todo un martirio. ¿Hace cuánto no duermo bien?

Puedo decir que la noche es mi peor enemiga. No porque me aterre la oscuridad, sino porque cada noche se convierte en una batalla interminable con mi cama. Cada vez que me meto en la cama, me siento como si estuviera entrando en un campo de batalla, armado solo con mis pensamientos y sin escudo ni espada.

Las sábanas se enredan alrededor de mis piernas como si fueran soldados en una misión para mantenerme despierto.

Y es horrible.

¿Es esto una especie de maldición? No, más bien una rutina; un ciclo que se repite con la precisión de un reloj suizo defectuoso. Me doy vuelta y me digo a mí mismo: "Vamos, Lee Know, ¿no puedes simplemente relajarte y dormir?" Pero no. Mi mente decide iniciar un maratón de pensamientos que no tienen nada que ver con la realidad. Es como si mi cerebro tuviera su propio programa de televisión nocturno, con episodios de recuerdos incómodos y preocupaciones sobre el futuro que nunca pedí ver.

Estoy condenado a esta eterna vigilia hasta que mi mente decida darle un descanso a mi cuerpo.

Me doy otra vuelta en mi cama y agarro mi celular, y, dios santo...

¡2:27 a.m.! ¿Apenas? En serio, esto va para largo, con una sensación de frustración naciendo en mí.

Ya me cansé. No tiene por qué ser siempre la misma noche de pelea contra mi sueño.

Me levanto con una mezcla de frustración y determinación. Me visto rápidamente con una sudadera negra, unos pantalones holgados grises y un gorrito negro. La ropa es más por comodidad que por estilo, y en estos momentos, la comodidad es mi prioridad. Aunque, igual me veo guapo.

Agarrando mis audífonos, me los meto en el bolso y salgo de mi departamento. El aire nocturno es fresco, un contraste agradable con el calor agobiante de mi habitación. La ciudad está casi en completo silencio, con solo el ocasional ruido de algún coche lejano. La calma de la madrugada es casi surrealista, y me pregunto si realmente estoy despierto o si este es solo otro sueño raro.

¿Y a dónde voy?

Ni perra idea.

Hay un parque no tan lejos, en una colonia que me queda súper cerca de la zona donde está mi depa, así que, vamos allá.

Conozco también otro parque, que tiene una linda vista, como una cuadra más lejos, pero en ese no hay columpios, y entonces no lo quiero. Columpios son esenciales para una noche de insomnio, ¿no?

Aprendiendo a amar [Minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora