XXII - las 3 peligrosas

1 0 0
                                    

Minho

Desperté tranquilamente, sintiendo que la lloradera de ayer, aunque intensa, había sido un alivio necesario. Como si con cada lágrima hubiéramos sacado toda la basura emocional que llevábamos acumulando. Ahora sé mucho más sobre mi chico bonito, y aunque nunca admitiría que esto me tiene blandito por dentro, me deja una extraña sensación de paz. No es que me haya convertido en un poeta cursi de la noche a la mañana, pero sí, estoy tranquilo. Y eso ya es decir mucho.

Volteo hacia él, y ahí está, dormido en mi cama como si no hubiera un mañana. Está hecho un nudo entre las sábanas, con el cabello en todas direcciones, pero de alguna manera, eso solo lo hace ver más lindo. ¿Cómo puede verse tan bien estando tan desastroso? Misterios de la vida. Yo, con ese mismo look, parecería un tipo que se acaba de escapar de un callejón. Él, en cambio, parece salido de un comercial de almohadas caras.

Sus labios están ligeramente entreabiertos, y su respiración es tan suave y constante que por un segundo me preocupo: ¿De verdad alguien puede dormir tan en paz? No ronca, lo cual es un alivio. Me ahorro el drama de tener que despertarlo a empujones para que deje de hacerlo, y me permite disfrutar de este momento en silencio. Le doy puntos por eso. Un plus que no sabía que necesitaba.

Me recuesto sobre un codo, inclinándome hacia él. La luz baja que entra por las cortinas le da un toque cálido a su piel, y noto esa pequeña mueca en la comisura de sus labios, la que siempre aparece cuando está soñando. Me pregunto qué estará viendo en ese sueño. Espero que sea algo bueno. Algo simple, como volar o nadar en una alberca infinita de ramen. Lo merece con tantos problemas que tiene.

Con cuidado, acomodo un mechón de su cabello que le cae sobre los ojos. Su piel está cálida bajo mis dedos, y una sensación extraña se instala en mi pecho. Algo suave. Algo jodidamente raro en mí, pero ahí está.

Me inclino un poco más y le dejo un beso rápido en la frente, apenas un roce. No soy el tipo más romántico del mundo, pero, diablos, él me está obligando a mejorar. Murmura algo en sueños, un sonido suave y medio ronco, como un gatito medio desafinado. Se mueve un poco, pero no despierta.

—Duerme bien, bonito —susurro, sabiendo que no me va a escuchar. Mejor. Así no tengo que explicarlo.

Deslizo las sábanas con cuidado y me levanto de la cama en modo ninja, tratando de no hacer ruido. Misión cumplida. Me detengo un segundo en la puerta y le echo una última mirada. Se ve tan bien ahí, perdido en su mundo de sueños. Ojalá pudiera quedarse ahí un rato más, porque cuando despierte, ya sabemos que la realidad no nos va a dar tregua.

Voy a la cocina. No me pesa hacerlo, así de menso me tiene mi chico ojos de luna. Con algo sencillo estará bien, unas crepas y mi famoso té. Ya sé que siempre hago lo mismo, pero él nunca se queja. Además, su cara feliz cada vez que las prueba es suficiente para que valga la pena repetir la receta.

Preparo la mezcla para las crepas con movimientos rápidos y seguros. Agrego un poco de vainilla extra, porque hoy me siento generoso. El té también va avanzando. Ya está humeando en la tetera, listo para relajar a Han en cuanto despierte. No es por presumir, pero esta mezcla es perfecta. Y si no existiera alguna competencia mundial de hacer té, deberían inventarla solo para que yo gane.

Mientras echo las crepas a la sartén y se cocinan con ese dorado justo, el celular sobre la encimera empieza a vibrar, rompiendo la calma. Es una llamada del grupo de la banda.

Echo un vistazo a la pantalla. No hay ningún mensaje previo que sugiera un desastre en proceso: Chan no está tirado en el suelo con otra crisis de líder, no parece que el ensayo esté en peligro, y Hyunjin no ha reportado otro robo de boiler. Si lo de Hyunjin no fuera tan absurdo, ya sería preocupante.

Aprendiendo a amar [Minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora