XX - Nada puede malir sal

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Han

Soy débil y un idiota. Cada día que pasa, me odio un poco más. Era obvio que iba a caer en las tentaciones de las drogas de nuevo. No sé cómo pretendo salir de esto, pero aquí estoy, con la capucha bien ajustada sobre mi cabeza, sintiéndome como un maldito ladrón en la oscuridad de la noche (que irónico por que es de día)

Pero bueno, al menos aguante otra semana y media sin caer, pero volví, y aquí ando.

Es curioso, porque cuando Minho está cerca, cuando estoy con mis amigos, el mundo parece cobrar vida. Me siento increíble, como si pudiera tocar el cielo. Su risa, sus comentarios sarcásticos, la forma en que se preocupan por mí... todo eso me hace sentir que hay algo por lo que vale la pena luchar. Pero en cuanto se van, todo se desmorona. La risa se convierte en un eco distante y la calidez se apaga como una vela consumida por el viento. Entonces, vuelvo a sentirme vacío, como un recipiente sin contenido.

La situación en mi casa sigue igual de lamentable. Las peleas de mis padres son una sinfonía que nunca cesa, un ruido constante en mi cabeza que se convierte en una banda sonora de mi vida. Intento ignorarlo, pero las palabras hirientes, los gritos y los portazos son difíciles de silenciar últimamente. Es como si cada día fuera un recordatorio de todo lo que no quiero ser.

Así que aquí estoy, en un callejón que conozco bien, esperando a mi contacto de confianza. La ansiedad se desliza por mis venas mientras miro hacia atrás, asegurándome de que nadie me siga. La adrenalina y el miedo se entrelazan en un baile peligroso. No debería estar aquí, pero necesito un respiro, aunque sea temporal.

Cuando finalmente lo veo aparecer, un hombre de mirada astuta y sonrisa sardónica, siento un alivio momentáneo. Esta es mi solución, mi escape. Me acerco, mis manos temblando ligeramente. Él me lanza una mirada que me dice que lo sabe todo, que no soy el único que lleva una carga pesada a cuestas.

— Lo de siempre, mas tu extra que pediste amigo —me afirma, su voz baja y grave. No hay juicio en su tono, solo una aceptación tácita de lo que soy.

—Sí —respondo, aunque sea esto sumamente malo, lo necesito, dejar de sentir el vacío, algo.

Me entrega lo que he venido a buscar, un pequeño paquete que contiene la promesa de un alivio temporal. Un alivio que sé que me hará sentir vivo, aunque solo sea por un rato.

—Seran, 2,800— me saca de mis pensamientos el tipo, me caga que esto sea tan caro, pero bueno, seguramente hay cosas peores

Procedo a entregarle el dinero, sin rodeos. Le doy un vistazo a la bolsa y me doy cuenta de que hay menos porros de lo habitual. Dos bolsitas pequeñas blancas están allí, como si a falta de cannabis me hubiera puesto eso. La sensación de incertidumbre se desliza por mi espalda, y me pregunto qué significa realmente este cambio.

—Eso de las bolsas es lo del porro?— le pregunto un poco confundido

—Ah— lo interrumpo contando el dinero— Si amigo, se me acabaron, asi que lo faltante te puse el puro polvo, cuidado con ese, al menos a mi me pega mas duro campeón

—Claro— me limito a decir, okey.. 

...

Ya ando en mi casa, y me subo rápidamente a mi cuarto a cambiarme, La adrenalina corre por mis venas ya que Minho pasara por mi como en 20 minutos. En el ensayo anterior, a Chan le dio una de esas "crisis de líder" que tanto le gusta mencionar a mi novio (qué bonito suena eso). Literalmente, Chan se acostó en el piso, proclamando que todos valen pa pura verga y que la presentación será un desastre inminente. Me da risa, pero a la vez, pobrecito; es fácil olvidarse de lo presionante que puede ser para él.

Aprendiendo a amar [Minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora