Atravesé la puerta del establecimiento y comencé a buscar entre toda la muchedumbre que pasaba por la calle el rostro de Darwin, pero sin suerte. Estaba a punto de darme por vencida y emprender el camino de vuelta a casa con aires de tristeza por no haber podido alcanzarle, cuando alguien a mi espalda tocó levemente mi hombro izquierdo. Me sobresalté y noté cómo la respiración se me entrecortaba. Al darme la vuelta, vi el rostro que tanto había estado buscando; Darwin, que me miraba con una sonrisa radiante y el pelo algo alborotado debido a la brisa otoñal. Nos quedamos durante un par de minutos como petrificados, anclados en mitad de la calle, sin saber muy bien qué decir o hacer.
— Hola Elaira... ¿cómo estás? Ayer cuando te fuiste de la fiesta te noté un poco desorientada, ¿pasó algo anoche? — Realmente noté la preocupación en el tono de Darwin.
— Hola Darwin, estoy bien no te preocupes, me pareció haber visto algo anoche en el jardín, pero no fue nada en realidad. — Dije intentando parecer lo más despreocupada posible; no quería alarmar a Darwin con mis recientes brotes de locura. — Seguramente sería un animal que andaba por allí...
— Espero que sólo fuera eso lo que te preocupaba anoche... — contestó Darwin frunciendo el ceño. Tuve la impresión de que Darwin no se llegó a creer mi mentira.
— Y tú, ¿qué haces por aquí? — le pregunté intentando desviar la conversación de mí; estaba empezando a ponerme nerviosa, si Darwin seguía preguntándome sobre la noche anterior no sabía que iba a responder.
La cara de Darwin se tornó seria y durante unos minutos se quedó contemplándome, decidiendo si se llegaba a creer la versión que le acababa de contar o no. Finalmente, se dio por vencido y volvió a mostrar la expresión habitual de su rostro; una enorme sonrisa que lo eclipsaba todo.
— Nada, simplemente estaba dando un paseo para despejar la mente. Suelo agobiarme con bastante facilidad y caminar por el pueblo me ayuda a ver las cosas desde otra perspectiva. — contestó Darwin a mi pregunta con aire contemplativo. Su expresión cambió repentinamente y se veía un atisbo de timidez en su rostro; sus mejillas comenzaron a cobrar un tono rojizo. — ¿Te gustaría acompañarme?
No supe cómo reaccionar ante la propuesta de Darwin. A pesar de que era una pregunta de lo más inocente, el hecho de que se hubiera ruborizado le daba otro enfoque al asunto. Supuse que su comportamiento se debía a su pobre experiencia a la hora de tratar con chicas, así que decidí no darle más importancia de la que debía. Acepté con agrado la propuesta de Darwin y ambos emprendimos la marcha sin un rumbo fijado. Durante el paseo charlamos de muchas cosas y nos dimos cuenta de que teníamos mucho en común. Ambos éramos apasionados de las novelas de misterio, aficionados a la música retro y nos encantaba estar al aire libre. Continuamos caminando durante una hora y llegamos hasta un bonito parque que tenía un gran lago en el centro, el lugar estaba lleno de árboles y flores. Decidimos sentarnos en uno de los asientos frente al lago y un agradable silencio reinó entre nosotros durante unos minutos. Nos quedamos contemplando el paisaje tan hermoso que teníamos ante nuestros ojos. Hacía mucho tiempo que me sentía verdaderamente en paz; últimamente me veía obligada a despejar mi mente, ya que no conseguía dejar de pensar en todo lo que estaba experimentando en mi interior. Pero, para mi sorpresa, no lo vi necesario; realmente sentía mi mente tranquila, me sorprendía disfrutando de la brisa otoñal que me agitaba el pelo o del melodioso cantar de los pájaros. Cerré los ojos e inspiré profundamente; al abrirlos, vi que Darwin me miraba fijamente con los ojos algo vidriosos.
— ¿No tienes la sensación de que la vida se te escapa ante tus propios ojos? — La voz le temblaba al pronunciar aquellas palabras. Se dio cuenta de que había expresado sus pensamientos en voz alta y no fue capaz de disimular la vergüenza en su rostro. Sacudió la cabeza y, aunque se le notaba un poco indeciso en si continuar hablando o no, se aclaró la garganta y continuó — No sé... A veces siento como si no tuviera el control de mi propia existencia; como si fuera un espectador en primera fila viendo la historia de mi vida, contemplando las cosas que ocurren a mi alrededor y que me ocurren a mí mismo, pero sin poder hacer nada para cambiar las cosas. Es la misma sensación que cuando estás viendo una película y por más que le grites al protagonista que pare, que no entre en esa habitación o que vaya a por la chica, él no te escucha y al final hace lo que los guionistas han decidido para su destino. — Hizo una breve pausa analizando mi reacción ante el discurso que acababa de soltar. Se había emocionado bastante y necesitó unos segundos para recomponerse y seguir. — Mi futuro está planeado al milímetro y en cierta parte yo he colaborado a la hora de planificarlo, pero muchas veces no puedo evitar sentirme así. Sé que mi familia y mucha gente espera mucho de mí y no quiero decepcionarlos, pero esa carga cada día me pesa más a la espalda.
Estaba perpleja ante la confesión de Darwin; yo también me había emocionado con las palabras que el chico acababa de pronunciar. En cierta parte, no podía evitar sentirme tal y como él había descrito. Me percaté de que Darwin comenzaba a ponerse nervioso ante el silencio; pero no sabía bien qué decir al respecto, sentía que ya lo había dicho todo él y que había escogido las palabras perfectas para definir mi propia vida en aquel momento de incertidumbre constante. Como si actuara por instinto puro, me abalancé sobre Darwin y le di un fuerte abrazo, de esos que entrecortan la respiración, y me sorprendí al sentirme reconfortada con ello.
— No te preocupes, yo me siento exactamente igual que tú — le dije al oído sin todavía separarme de él. — Pero te voy a decir una cosa, tu vida es tuya y solo tuya. Da igual a quien creas que vas a decepcionar o que pienses que no merece la pena intentarlo, si fue una decisión tomada desde lo más profundo de tu ser, entonces está bien. Deja de pensar en los demás y comienza por pensar en ti mismo y en tu propia felicidad; porque llegará un día en el que tu cara esté llena de arrugas y tu cabello sea blanco y sólo te arrepentirás de las cosas que hiciste y dijiste sin que realmente salieran del corazón.
Al terminar, sentía que me había quedado sin aliento. Deshicimos nuestro abrazo y ambos nos quedamos mirando el uno al otro con caras de alivio. Nos habíamos liberado y Darwin había dicho lo que ambos habíamos pensado desde hacía tiempo y no nos atrevíamos a contar a nadie más. Decidimos reemprender la marcha en dirección a casa; el tiempo había pasado volando sin que nos diéramos cuenta y teníamos que regresar para comer. A pesar de mis insistencias, Darwin se empeñó en acompañarme a casa; así que disfrutamos un rato más de la compañía del otro. Durante el camino no intercambiamos muchas palabras, pero ambos teníamos la sensación de que habíamos compartido muchas cosas. Al llegar al umbral de mi casa y llegar la hora de despedirnos, se notaba la tensión en el ambiente. Después de lo que había sucedido en el parque, no sabía cómo despedirme de mi nuevo gran amigo. Al final, me envalentoné y, luchando contra todas mis inseguridades, no me lo pensé dos veces y decidí despedirme de Darwin con un breve abrazo. Nos prometimos que seguiríamos hablando y quedando y así, Darwin se dio media vuelta y emprendió el camino a su casa. Me quedé observándolo mientras se alejaba y cuando ya no me alcanzaba la vista a verle, crucé el umbral de la puerta.
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ECOS DE LO DESCONOCIDO ©
Misterio / SuspensoElaira lleva una vida aparentemente normal, rodeada de una amiga inseparable y una familia amorosa que, aunque tiene sus altibajos, la apoya incondicionalmente. Sin embargo, a medida que empieza a experimentar sensaciones desconcertantes y pesadilla...