Aparecí en una especie de pasillo lúgubre y estrecho, lo suficiente como para que pudiese pasar una persona. Las paredes, el suelo y el techo eran de una especie de piedra blanca lacada, ajada por el claro paso del tiempo. Parecía un lugar en ruinas que había perdido todo su esplendor de antaño. Se encontraba poco iluminado y apenas podía distinguir lo que se encontraba a unos pocos metros de mí. Percibí en el ambiente un aroma que mezclaba la esencia de diversas flores silvestres, tratando de enmascarar un evidente hedor a sangre.
Comencé a pensar en cómo había acabado allí e trate, en vano, de distinguir algún elemento que me resultase familiar. No sabía ni donde estaba ni como podría salir de aquel oscuro lugar. Entonces, al final del pasillo comencé a escuchar una voz. En mi búsqueda de encontrar una salida, me dejé guiar por aquella lejana voz que poco a poco fue siendo más clara. El pasillo terminaba en una gran sala con forma circular con altos techos abovedados. Todo estaba cubierto por los mismos ladrillos de piedra blanca que en el pasillo. El lugar me recordaba a la nave central de una catedral, se encontraba más iluminado que el pasillo gracias a unos grandes ventanales que rodeaban la sala. Comencé a fijarme en los bonitos detalles y ornamentos que se distribuían por todas las paredes. También en algunas esculturas de hombres y mujeres talladas en mármol. Pude darme cuenta de que las esculturas de las mujeres se encontraban mucho más deterioradas que las de los hombres y casi ninguna mantenía su estructura completa. Bajo las esculturas y también en los bordes de la gran sala se acumulaban los escombros de dichas esculturas, entre otras cosas. Todos estos elementos daban una imagen contradictoria; a simple vista parecían las ruinas de un lujoso palacio y a la vez era el hogar de alguien.
Después de contemplar toda la sala, finalmente me fijé en su elemento principal: un trono de piedra sobre unas escaleras. Este elemento destacaba en el lugar por estar impoluto, rodeado de ruinas, pero sin mostrar un ápice de detrimento. Sentado en el trono se encontraba un hombre de avanzada edad que de cierta manera me resultaba familiar. El hombre parecía estar manteniendo una discusión calmada con alguien, pero no conseguí ver a nadie más aparte de a él. Me detuve en el umbral de la sala, oculta por el borde del pasillo, con la intención de escuchar lo que decía sin ser vista.
— ¿Cómo es posible que después de tanto tiempo hayáis sido incapaces de encontrarlos? — Su voz parecía sosegada, pero se percibía un atisbo de indignación en su tono. Parecía que estaba conteniendo la cólera y cada palabra que pronunciaba era como un cuchillo lanzado al aire. — Son los últimos humanos que quedan en el plano elemental y me niego a dejarles escapar. Tienen que ser míos. — En ese momento, se llevó la mano al cuello agarrando un objeto que llevaba colgado. — Necesito más. Necesito más. Tengo que controlarlos a todos. ¡Tienen que ser míos! — El anciano fue incapaz de controlar su ira y se levantó dando un fuerte golpe sobre el brazo del trono.
Justo entonces fue cuando me di cuenta de porque me resultaba familiar aquel hombre. Pasó hace mucho tiempo, pero el recuerdo se volvió muy nítido en mi mente. Era el anciano de una de aquellas "visiones" que intentó estrangularme. Comencé a sentir un terror irracional creciendo en mi interior.
— No quiero tener noticias vuestras hasta que no les encontréis y les traigáis ante mí. No admitiré ningún fallo más; os juro os consumiré por completo como volváis con las manos vacías. ¡Recorred este puto mundo hasta que no quede una piedra por levantar!
No entendí muy bien cómo aquel hombre tan intimidante no se había percatado de mi presencia; ya que si yo podía verle con claridad supuestamente el también debería poder verme. Nada más tuve ese pensamiento me arrepentí de ello. El anciano se quedó muy quieto, como si hubiera sido petrificado y se hubiese convertido en una de las esculturas que se repartían por toda la sala.
— Aquí hay alguien.
Lentamente, fue girando la cabeza en mi dirección; ahora era yo la que sentía que todo mi cuerpo se había petrificado. Mi mente gritaba desesperada que saliera corriendo de aquel lugar, pero mis músculos parecían dormidos e incapaces de moverse. Nuestras miradas por fin se cruzaron, él tenía una expresión de repulsión y rabia en su rostro. Sentí un miedo muy profundo recorriendo cada centímetro de mi piel y me entraron unas fuertes ganas de llorar. Nunca había sentido tal horror. Quería salir de allí, pero seguía sin poder moverme. En ese instante me di cuenta de que se una especie de niebla espesa y oscura comenzaba a extenderse por todo el suelo de la sala. La niebla me aterraba, pero no más que aquel hombre que me miraba con tanto desprecio.
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ECOS DE LO DESCONOCIDO ©
Mystery / ThrillerElaira lleva una vida aparentemente normal, rodeada de una amiga inseparable y una familia amorosa que, aunque tiene sus altibajos, la apoya incondicionalmente. Sin embargo, a medida que empieza a experimentar sensaciones desconcertantes y pesadilla...