24. A la sombra de la montaña - parte 1

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Pasé horas tumbada en la cama, atrapada en la inquietud, esperando a que la teniente Thorn viniera por mí para el entrenamiento. Después de la horrible pesadilla, cada parpadeo me recordaba el terror vivido, y el miedo a repetirla me impedía dormir. En lugar de descansar, dejé que mi mente divagara, intentando descubrir el origen y el significado de esos sueños perturbadores.

Fyrterra me parecía el lugar ideal para buscar respuestas. En un entorno tan cargado del poder de la naturaleza, donde los susurros del viento parecían tener vida propia y la tierra palpitaba con energía, esperaba que fuera más sencillo desentrañar la explicación sobrenatural de lo que ocurría en mi mente. Todavía no sabía si mis pesadillas eran algo bueno o macabro, pero estaba dispuesta a averiguarlo para liberarme de la niebla oscura que amenazaba con consumir mis noches. Una vez que entendiese la naturaleza de mis sueños, podría comenzar a controlarlos.

Cuando Thorn se presentó en mi puerta, con el fin de acompañarme una vez más a la sala de entrenamiento para liberar el Hekarü en mi interior. Me saludó formalmente, con su característica personalidad seria. Le devolví el saludo y no pude evitar sentirme un poco incomoda debido a la conversación tan profunda y personal que tuvimos la noche anterior.

Dios. El banquete de bienvenida, la aparición inesperada de Cassian y aquella conversación tensa con Thorn —o Rowena, como ahora sabía que se llamaba— habían sucedido tan solo unas horas atrás, pero ya sentía que todo eso pertenecía a un tiempo lejano. Como si, desde entonces, hubieran pasado días, no solo momentos.

Nos acercábamos a la sala de entrenamientos, y con cada paso sentía cómo mis fuerzas me abandonaban. Después de la noche que había pasado, enfrentarme a Jorvik me resultaba insoportable. Su arrogancia y constantes intentos de coqueteo me resultaban insufribles. No sabía si podría soportarlo hoy.

El pasillo se alargaba, y cada paso hacía más evidente la pesadez en mis piernas. Aunque había dormido, mi cuerpo se sentía agotado, como si la carrera de la pesadilla hubiera sido real. Ignoré el cansancio y la irritación creciente ante la idea de compartir espacio con él.

Al llegar a la puerta de madera, respiré hondo antes de empujarla. La sala me recibió con su atmósfera polvorienta y cargada. Recordé cómo, la última vez, había intentado impresionarme con comentarios que solo alimentaban su ego. No pensaba dejar que me afectara esta vez. Entré decidida, con la mirada fija en el centro, donde Jorvik me esperaba con una sonrisa de satisfacción, brazos cruzados.

—Vaya, vaya... —dijo, su tono goteaba sarcasmo—. Pensé que, con lo mal que vas en esto de desbloquear el Hekarü, te habrías presentado antes. Pero claro, no te culpo —añadió, haciendo un gesto despreocupado con la mano—. Después de dos días de intentos fallidos, cualquiera pensaría en rendirse.

Hizo una pausa, dejando que sus palabras flotaran en el aire mientras me observaba. Rodé los ojos, pero me mantuve en silencio, conteniendo la irritación que hervía en mi interior. Jorvik disfrutaba demasiado de cualquier reacción por mi parte.

—Aunque, quién sabe... —continuó, encogiéndose de hombros—. Tal vez hoy sea tu día de suerte. Ya sabes lo que dicen: a la tercera va la vencida. A ver si hoy por fin logras canalizar al menos un mínimo de poder.

Lo miré de reojo, pero no le di el gusto de contestar. Mi falta de progreso en los días anteriores me frustraba lo suficiente sin que él se lo recordara a cada paso.

—Ya sabes, siempre puedes pedir ayuda —dijo, con esa sonrisa de superioridad que parecía parte de su rostro—. Quizá, si te esfuerzas un poco más y sigues mis consejos, logres desbloquearlo. Aunque claro, eso requiere... talento. Y tal vez no sea tu fuerte.

ECOS DE LO DESCONOCIDO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora