16. La tormenta que lo cambió todo - parte 1

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Aún tenía los ojos cerrados, pero podía escuchar a la perfección como la tormenta ya se había apoderado de todo el barrio. El viento aullaba ferozmente, mientras la lluvia caía con tanta fuerza que el choque de las gotas contra el cristal sonaba como piedras lanzadas a máxima velocidad. Cada trueno parecía desgarrar el cielo, y el sonido de la tormenta se mezclaba en una sinfonía salvaje que no daba tregua.

Intenté abrir los ojos, pero parecía que mis párpados estaban pegados. Tras varios intentos, finalmente los abrí de par en par. Me encontraba tumbada en mi cama, y la colcha con la que me había arropado se había caído al suelo. Quise levantarme para recogerla, pero, al igual que me ocurrió al intentar abrir los ojos, mover un brazo me costaba un gran esfuerzo. Era como si mi cuerpo aún estuviera sumido en el mundo onírico, sin darse cuenta de que ya estaba despierta.

Con cierta torpeza, fui capaz de ir levantándome poco a poco de la cama. La tormenta seguía su curso y hacía temblar todo el cuarto con cada trueno, retumbando en mi pecho. Arrastrando los pies por la tarima, alcancé la ventana. Verla abierta de par en par me provocó una punzada de inquietud; estaba seguro de haberla cerrado antes de dormir. Antes de cerrarla, una fuerza inexplicable me empujó a asomarme, a enfrentar de lleno la furia de la tempestad, como si buscara respuestas en su caótico esplendor.

Me asusté ante lo que veían mis ojos, y mi reacción primigenia fue apartarme de la ventana. Me froté los ojos nerviosamente, esperando borrar la imagen perturbadora. Temerosa, volví a acercarme a la ventana. El paisaje no había cambiado en absoluto. Donde antes había casas, parques y jardines, ahora solo se extendía un vasto y árido terreno. El cielo, invadido por densas nubes de un gris oscuro, parecía estar arrastrando la tormenta hacia mí. Los tonos que antes dominaban la escena ya no eran los azules y grises familiares; ahora, todo había adquirido un matiz rojizo, profundamente oscuro y alarmante.

Entrecerré los ojos, intentando captar algún detalle en la creciente oscuridad, pero esta se volvía cada vez más opresiva, como si devorara todo a su paso. Sin embargo, algo se destacó en medio de la penumbra. Justo debajo de mi ventana, una bruma se arremolinaba en el suelo de una manera antinatural, densa y casi palpable. Sentía como si me estuviese observando. Mis manos comenzaron a temblar, un reflejo involuntario ante la amenaza nebulosa. La bruma parecía concentrarse en ese punto específico, iluminado de manera inquietante, como si estuviese esperando algo.

Mi garganta se tensó y tragué con dificultad, mientras el temblor de mis manos se extendía lentamente a todo mi cuerpo, dejándome rígida por la tensión. Sin ser completamente consciente de mis movimientos, di varios pasos hacia atrás, tratando de alejarme de la creciente oscuridad. Cuando giré sobre mí misma para escapar, me di cuenta de que la niebla, acompañada de sombras negras y densas, había invadido la habitación y se dirigía directamente hacia mí.

Caminé hacia atrás, intentando zafarme del abrazo de la bruma, hasta que mi espalda chocó con la pared. No tenía escapatoria. Sentía cada latido de mi corazón y me resultaba cada vez más costoso respirar. Entonces, la bruma comenzó a moverse de manera más errática, como si hubiese cobrado vida. De repente, una parte de la niebla se deslizó hacia adelante, tomando la forma de un tentáculo que se estiraba con una fluidez inquietante. La masa nebulosa se alargó y curvó de manera sinuosa, como si un brazo invisible intentara alcanzar mi piel. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda mientras el tentáculo etéreo se extendía hacia mí, sus contornos difusos y cambiantes como si fueran vapor en constante transformación.

No pude evitar que aquel brazo llegase hasta mí, por mucho que me resistiese a ello. Se apoderó de mi cara y comenzó a introducirse en mi boca, siguiendo por la nariz y orejas. Sentía como el tentáculo me estrangulaba desde dentro, oprimiéndome el pecho y asfixiándome. Esto no era algo nuevo para mí, ya había experimentado estos encuentros con la niebla antes. Sin embargo, eso no lo hacía menos aterrador.

ECOS DE LO DESCONOCIDO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora