Traté de dejar todos mis nervios en aquel lúgubre pasillo mientras esperaba a que la teniente Thorn me diera la señal para entrar. Inspiré profundamente, llenando mis pulmones con una valentía que no estaba segura de poseer, y me enderecé, indicando que estaba preparada para entrar.
Las enormes puertas se abrieron con un crujido solemne, y Thorn emergió de la sala, asintiendo en silencio para que avanzara. Me tomé un último segundo para calmar mi mente y prepararme para lo que me esperaba dentro de esa habitación.
Di varios pasos hacia el interior y las puertas se cerraron con un eco resonante a mis espaldas. El salón era amplio y de forma circular irregular, integrándose con la montaña. Tanto el suelo como las paredes y el techo estaban tallados en la roca, y había escasos muebles o decoraciones. En el centro, una mesa robusta y oscura se alzaba bajo una gran ventana que dejaba entrar un tenue resplandor. Sentado en ella había un hombre imponente, seguramente el líder de la comunidad.
A ambos lados de la mesa central había dos mesas alargadas, ocupadas por figuras que me observaban en silencio. A la derecha, dos hombres y una mujer intercambiaban miradas discretas; a la izquierda, un hombre y una mujer, junto a un asiento vacío que me hizo preguntarme a quién pertenecía. Antiguos candelabros entre las mesas proyectaban sombras danzantes, llenando la sala con una luz cálida pero inestable.
En una de las paredes, estanterías repletas de pergaminos y artefactos antiguos recordaban que aquel espacio no solo era un centro de decisiones, sino también un santuario de conocimiento preservado a lo largo de generaciones. En la pared opuesta, varios retratos al óleo de figuras solemnes parecían observarlo todo desde el pasado, como guardianes silenciosos de las decisiones que se tomaban en esa sala.
—Buenas tardes, Elaira —dijo el hombre situado en la mesa central; con voz grave y pausada, sus ojos clavados en los míos—. Mi nombre es Druvian Blackwell, el líder de El Nido. Te doy la bienvenida a esta sala y a nuestra humilde comunidad.
Hizo una breve pausa, como si evaluara mi reacción, y luego continuó con un tono más suave:
—Antes de nada, espero que tu viaje te haya resultado lo más ameno posible y que se te haya tratado como corresponde.
Intenté responder, pero las palabras no me salían. Lo único que pude hacer fue asentir, sintiendo el peso de la expectación en el ambiente. Mi garganta estaba seca y el nerviosismo me paralizaba. Sabía que seis pares de ojos me observaban atentamente, como si intentaran descifrar cada uno de mis pensamientos, traspasando mi piel con sus miradas escrutadoras.
—Me gustaría presentarte al Gran Consejo de Sabios —anunció Druvian, con un tono formal mientras señalaba a las personas sentadas a su derecha—. Son cinco personas que me asesoran impecablemente en los temas referentes a la comunidad. Estos son...
Druvian hizo una pausa antes de apuntar al primero de ellos.
—El anciano Cairos Bramblewood, uno de los veteranos de este lugar. Siempre me aporta buenos consejos y la sabiduría que otorgan los años.
El anciano se levantó lentamente de su silla, apoyándose ligeramente en el respaldo antes de dirigirse a mí con una voz que sonaba gastada, pero firme.
—Buenas tardes, niña. Espero poder serte de ayuda en el problema en el que te has visto envuelta —dijo, con un tono que intentaba ser amable, aunque no pude evitar percibir un matiz condescendiente.
Lo observé de cerca mientras hablaba. Cairos debía tener unos setenta años. Su baja estatura, junto con la túnica de seda azul oscuro que le caía hasta el suelo, lo hacía parecer más frágil de lo que probablemente era. Estaba completamente calvo, con un gran bigote blanco que destacaba en su delgado rostro, enmarcado por unas gruesas cejas grises. Sus ojos, de un azul oscuro similar al de su vestimenta, parecían escrutarme con cierta superioridad, lo cual me incomodó.
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ECOS DE LO DESCONOCIDO ©
Mystery / ThrillerElaira lleva una vida aparentemente normal, rodeada de una amiga inseparable y una familia amorosa que, aunque tiene sus altibajos, la apoya incondicionalmente. Sin embargo, a medida que empieza a experimentar sensaciones desconcertantes y pesadilla...