22. Banquete de bienvenida

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Al despertar, me sentí desorientada al no reconocer mi entorno. Rápidamente recordé dónde estaba y lo sucedido el día anterior. Al salir de la habitación, encontré a la teniente Thorn esperándome cerca de la puerta. Caminamos en silencio hacia el comedor, donde desayuné sola, sin ver a Ophelia, Elowen, Edric ni al misterioso Cassian. Después del desayuno, nos dirigimos a la sala de entrenamiento, donde el comandante Jorvik Emberwisp me esperaba para nuestro primer entrenamiento serio. La idea de enfrentarme a él, que claramente me deseaba, me agobiaba. Sabía que tendría que ignorar sus insinuaciones y concentrarme en canalizar. Al llegar a las puertas, la teniente Thorn me hizo un gesto para que entrara, como si comprendiera la situación y se apiadara de mí.

—Buenos días, Elaira —dijo Jorvik, su voz suave, pero cargada de intención—. Si me lo permites, hoy estás preciosa. —Sus ojos recorrieron mi figura con descaro antes de continuar—. Espero que hayas descansado... —hizo una pausa, esbozando una sonrisa burlona— y que el entrenamiento de hoy te salga mejor que el de ayer. —Se cruzó de brazos, inclinándose ligeramente hacia mí—. Continuaremos con los cuencos y espero, por tu bien, que hoy seas capaz de canalizar algo.

—Buenos días, comandante Emberwisp —respondí, intentando mantener la compostura, aunque sentía sus ojos sobre mí como una presión constante—. Yo también espero poder mejorar mis habilidades en este entrenamiento. —Hice una pausa, buscando no sonar demasiado ansiosa, pero deseaba terminar con el encuentro lo antes posible—. Tengo muchas ganas de poder hacer cosas tan increíbles como el resto de El Nido.

—Bien, comencemos entonces. —Jorvik sonrió, su mirada evaluaba cada uno de mis movimientos.

El entrenamiento se extendió por tres horas, pero no logré canalizar ni una gota de agua. Las enseñanzas de Jorvik eran deficientes; carecía de paciencia y habilidad para tratar con principiantes, lo que lo frustraba visiblemente. Repetía las mismas frases sin cambiar su enfoque, como si esperara un milagro. Al final, me sentía agotada física y mentalmente. Jorvik, por su parte, estaba obviamente decepcionado por no haber conseguido ningún avance conmigo, aunque sospechaba que lo que realmente le importaba no era mi progreso en las artes elementales. Su mirada y sus insinuaciones habían sido más que claras: lo que verdaderamente deseaba era a mí. Y, antes de irme, no perdió la oportunidad de dejármelo saber, una vez más.

—Elaira, pequeña —dijo con un tono que me irritaba profundamente, su voz untuosa se me clavaba en los oídos. Odié su manera de referirse a mí. Hizo una pausa para dejar que sus ojos me recorrieran, antes de continuar—. Hoy tampoco has conseguido nada... Esto va a ser más duro de lo que pensaba.

Su expresión parecía entre burlona y decepcionada, pero sus palabras cargaban una clara doble intención.

—Si en unos días sigues igual, mucho me temo que tendremos que reforzar los entrenamientos —dijo, acercándose un poco más de lo necesario—. Y vernos también por las noches. Para seguir entrenando, ya sabes —sus labios esbozaron una sonrisa que me hizo sentir incómoda, como si sus "entrenamientos" nocturnos no tuvieran nada que ver con las artes elementales.

No contesté nada. Me limité a hacerle un gesto con la cabeza y me marché de la sala sin mirar atrás. La sola idea de verme con Jorvik por las noches me revolvía el estómago; estaba claro que sus intenciones iban más allá de entrenar. En su comportamiento había algo que me recordaba a Oliver y aquella noche en la cabaña del lago. Un escalofrío me recorrió la espalda.

La teniente Thorn, siempre puntual, me llevó a los baños y esperó en la puerta mientras me duchaba. Luego, caminamos juntas al gran comedor, donde me senté con Edric y sus amigos, esforzándome por parecer normal. Sin embargo, apenas participé en las conversaciones, sumida en mis pensamientos. La frustración por no poder canalizar nada tras mi encuentro con Jorvik me tenía irritada. Después de comer, cansada y sin nada que hacer, decidí regresar a mi habitación para descansar. Thorn me acompañó hasta allí, y me despedí de ella con frialdad antes de encerrarme.

ECOS DE LO DESCONOCIDO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora